Gerardo Martínez: otro ejemplo del (sin)sentido común

“No prestes atención a las críticas, ni siquiera las ignores”

Sam Goldwyn


Lamentablemente tengo que violar ese principio. Pero lo haré únicamente para remarcar algo. Casi todo lo que ha escrito Martínez suena apropiado, excepto porque hay otra gente, otro tipo de cubanos, que se niegan a ver el problema de los disidentes de una manera tan homérica. En cualquier caso, soy de aquellos que gusta de ver las cosas en varias direcciones. Quizás por ello me guste tanto volar y saltar en paracaídas, y es que adoro analizar el sentido que le doy a mi vida en tres dimensiones.

He aquí el problema del Sr. Gerardo Martínez: su credo. Martínez me ha dedicado una respuesta en la que demuestra que es un dualista incurable. Primero me reconoce como opositor a Castro y luego dice que me he autotitulado exiliado. Por desgracia para él, yo no soy de los que escriben ni aceptan que se escriba en un papel mi Currículo de cubanía. Mucho menos mis actividades contra Castro, eso lo dejo para gente como Payá y legión.

Pero, ¿quién amigo Martínez, de cara a los siglos de sistemática contradicción entre los aspectos filosóficos de la religión (utilizados en su texto mediante las citas bíblicas) y la retórica del materialismo dialéctico (expresado por su pluma en virtud de su pobre nivel interpretativo), puede poner fin a esta lucha de sordos que los cubanos hemos comenzado desde que la mutación hispana infectara nuestra identidad?

Se equivoca amigo Martínez, yo no he hecho caso omiso al tema central de su artículo. Si así lo hubiera hecho, no le hubiera contestado. Pero además, al hacerlo, al dedicarle parte de mí escaso tiempo, justo al final de mi texto, le reconozco su pleno derecho a seguir los pasos del profeta Payá. El contenido de este debate ciertamente no es agradable para nadie, pero ello no implica que no sea necesario.

Sobretodo para Cuba. Si usted cree que alguien va contra esa idea de democracia que usted tanto defiende, ¿no lo criticaría? Y le confieso que no es placentero ir señalando víboras por el camino, pero los datos y las anécdotas con que cuento sobre el susodicho disidente (« opositor » a sus ojos) me revelan una serie de peligros en ausencia de los cuales nunca hubiera establecido (y fijado) mis ideas ya de por sí invariables.

Por eso, debo reconocer mi desconcierto al ver que un ser humano equilibrado como usted va en ocasiones mucho más lejos que yo en el campo de la imaginación. No, no he leído, ni me interesa leer, ni mucho menos me preocupa, que me crea usted un plagiador de la prosa castrista. De ahí otro ejemplo del porque su voluntad de resultar respetuoso y asegurar que no va a descalificarme me resulte hueca. Su sin sentido y dualismo parecen ser congénitos, y sus preguntas y auto-respuestas, si acaso surten efecto entre sus amigos, no llegan a los míos.

Por el contrario, tiene usted muchísima razón al decir que yo no me siento parte de todos. ¡Dios me libre! Sobretodo en lo que se refiere a esas verticales verdades que han caracterizado al pueblo cubano en estos últimos 46 años. A saber, su lamentable sumisión, su changa constante, su apatía a veces miserable, su “no cojas luchas” y un etcétera tan largo que pudiera llegar a deprimirme con sólo recordarlo. Visto así, no hay que ser inteligente para comprender que su escuela es política y la mía, moral.

Entonces, otra vez, quizás se sienta usted molesto porque yo, como excepción y desde la bien definida derecha política, le responda a los izquierdistas metamorfoseados en católicos con el mismo calibre (aunque con balas de goma comparándolo con la inquisición del Cardenal Ortega) que ellos. Lamento como nadie su escaso nivel de razonamiento en cuanto al tema central de mi respuesta. Más fácil y productivo hubiera sido preguntar. Porque es evidente Sr. Martínez, que usted no llega a entender ni el 5 % de mi mensaje y se va por la rama de mis adjetivos poco gentiles para, no ya intentar aniquilar mi sentido de la justicia, sino además, tratar desesperadamente de salvar el suyo.

La gente como usted ha sido cartesianamente preparada para manipular la aplicación del humanismo (le devuelvo el ejemplo: ¿se ha leído usted los discursos humanistas de Frei Beto, copia los discursos de Fidel para audiencias extranjeras? Creo que no, pero ya de paso dejo la duda) y el dualismo materialista-religioso como medio para cegar a sus lectores en espera de un asalto político final. No es la primera vez que tropiezo con este tipo de humanismo, sobretodo, cuando recién graduado en Cuba un dudoso maestro me preguntó si no me importaba, a diferencia del resto de mis compañeros de clase, no tener un carné de la juventud.

Desde entonces mi estimado Martínez, aquellos que como usted se preocupan más del trasero de los líderes que del bienestar nacional, los tengo bien encasillados. Ustedes son los más fieles creyentes de una inmortalidad literal de ideas que para mí apenas significan subproductos de una incapacidad que no permite simular su no-existencia. ¿Será Payá el líder que Cuba necesita ? ¿Será algún otro disidente? ¿Estará entre los exiliados el futuro presidente de Cuba? La más sabia respuesta que tengo para usted y para todos es encogerme de hombros.

Y ya de paso, en caso de que usted no forme parte del grupo de los extincionistas biológicos del castrismo, o ponga en duda que las bases cognitivas de otras personas puedan estar más allá de las creencias de su falso catolicismo (en base al sincretismo materialista-religioso demostrado), sepa que yo también considero que hay muchas cosas que me gustan del ámbito materialista. Una de ellas, es que mi educación no me permite ver en textos como el suyo algo más allá de un intuitivo, ingenuo y empírico dualismo político-religioso.

Más allá de sus bellos soliloquios sepa, amigo Martínez, que hay también un gran grupo de cubanos escépticos de Payá y que han salido despavoridos fuera del Proyecto Varela después de firmarlo. No creo que lo han hecho para darle municiones al sátrapa, sino porque muchos se han sentido abrumados por las miserias humanas y la falsa fe católica de su promotor.


Carlos Wotzkow
Bienne, Diciembre 1, 2004


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