Chirac, el Imam de Francia, y George W. Bush

Por Carlos Wotzkow

"Para filmar lo que ustedes ven, mi equipo y yo corremos un gran riesgo. Nos encontramos, de hecho, en uno de los lugares más prohibidos de la ciudad: un sitio clandestino, peligrosísimo. Un símbolo de la Resistencia al régimen de los Talibanes. Una peluquería."

Oriana Fallaci


A la pregunta de si Bush debe ser reelecto por otros 4 años al frente de la Casa Blanca yo respondería afirmativamente. Mi respuesta no obstante, nada tiene que ver con el tema de Cuba, respecto al cual el presidente Bush se ha portado (por decirlo de una manera diplomática) un tanto ambiguo. Mi respuesta tiene que ver con Francia y España (y miren aquí hasta donde llega mi diplomacia), que son los dos países “occidentales” que más contribuyen al abuso impune contra las mujeres y a la islamización del continente europeo. España sin embargo, tiene arreglo, visto que un gobierno como el de José María Aznar pudo adelantar un siglo las legislaciones a favor del sexo femenino, pero Francia, dirigida por Chirac, cree que es mejor pelearse con los amigos demócratas que con los intolerantes musulmanes que le ponen cada vez más árido su patio.

La primera cosa que salta a los ojos es que los franceses (la mayoría de ellos) no se dan cuenta de que los islamitas ya están instalados (para hacer daño) en su territorio. Para justificar esa especie de ceguera volitiva gala, lo mejor es no acusar el doble discurso de los líderes islámicos que incluso hoy (estamos a principios del siglo XXI) se niegan a condenar abiertamente la lapidación. Al invitar a tantos y tantos programas de televisión al autoproclamado “Imam de Ginebra” (un personaje vapuleado por toda la prensa suiza (incluso la más “progre” y tolerante de la “Suisse Romande”) Francia hace el ridículo y cierra sus ojos ante una estrategia que a largo plazo (porque así ha sido diseñada) terminará por tomar como rehén y a golpe de chantaje, al país entero.

Este “ilustre pedagogo musulmán suizo” de apellido Ramadan (de gestos gentiles hasta el amaneramiento) ha llegado a decir en un programa de televisión francesa que el velo islámico es una prenda que cada mujer debe tener derecho a portar y que por tanto, la ley francesa que impide su utilización (y la de otros símbolos religiosos) en las escuelas está fuera de lugar. Veamos, si en Suiza un personaje como este se pone a cuestionar la ley del estado e intenta supeditarla a la “ley” de su “Dios” (pues para esta gente no hay más que uno) el abucheo sería generalizado. Así ocurrió en un espacio de TSR 2 (al que ni siquiera acudió porque al parecer a los árabes no le gustan las trompetillas) y donde varios intelectuales suizos lo dejaron fuera de combate. France 2 por el contrario, divulga retransmite su discurso con admiración.

Que Francia invite y escuche a este “peda(dema)gogo”, sólo por el hecho de que los Estados Unidos le han negado una visa, demuestra lo dispuestos que están los políticos de esa provincia musulmana de Europa a echarse por tierra y rezar en dirección a la Meca. Ninguno de los “analistas” franceses parece haber notado que este señor ha copiado los mensajes de amor que tradicionalmente utiliza la iglesia católica. Nadie (ni siquiera el vaticano) ha denunciado que lo hace, justo para confundir a los jóvenes y captar más adeptos para una religión cuyos principios fundamentales son denigrar a las mujeres y repudiar en todas las instancias las libertades democráticas de la sociedad occidental.

Los islamitas están utilizando a Francia como santuario de libertad desde el cual pueden dinamitar las mismas libertades que Europa les ofrece. Las organizaciones no gubernamentales y de ayuda social son habitualmente utilizadas en Europa para hacer proselitismo musulmán puro y duro. Cualquier intento popular de criticar las intolerancias de estos islamitas son contestadas por estas ONG’s con acusaciones de racismo y xenofobia. Recientemente, la TV Francesa transmitía hasta la saciedad el mensaje de estos grupos. “Un voto, un shador”, o lo que es lo mismo, el velo islámico por encima de cualquier bandera y el Islam por encima de cualquier nación. Para Tariq Ramadam, el verdadero ciudadano francés no es aquel que respeta la ley francesa, sino el que exige su derecho a rechazarla.

La Interpol sabe que todos estos extremistas acomodados en Europa poseen una independencia enmascarada. Es evidente que todos estos grupos están apoyados por estados islamitas y ningún político en Francia, España, Alemania, e incluso Inglaterra, se atreve a hablar en términos de injerencias en la soberanía. Todos saben en Francia que el líder musulmán de París pide a los extremistas islámicos de Argelia la redacción de sus discursos, o que las organizaciones fundamentalistas de Turquía son las que corren a cargo de los gastos de la gran mayoría de las mezquitas de Francia y Alemania. Mientras tanto, el discurso de los políticos franceses no puede ser más apagado. “Hay que rechazar cualquier tipo de amalgama. El rol de los intelectuales musulmanes es poner coto al extremismo”.

Estos franceses (cobardes e hipócritas como no los hay en ninguna otra tribuna de la política mundial) creen que los musulmanes en Francia serán los encargados de convertirse en la progresión de las ideas democráticas hacia el mundo islámico. Y lo afirman, aún y cuando la realidad demuestra que son justamente los encargados de la regresión de esos valores. Sobretodo, en el ámbito de las comunidades musulmanas en Europa. Un ejemplo de lo antes afirmado se demuestra en la manera en que Francia, España y Alemania han caído en la trampa de su propaganda y han aceptado vociferar sus dos eslóganes favoritos: la solidaridad con la causa palestina (se cuidan mucho de llamar “militantes” a los terroristas de Hamás y Hellzbolah) y la guerra (de momento mediática) contra el estado de Israel.

Quien se haya puesto analizar un poco (sólo un poco) los mensajes musulmanes desde la televisión francesa, llegará a la conclusión de que los franceses se hacen débiles de tanto ocupar el tiempo para criticar (llenos de complejos) a los norteamericanos. No hay hoy día un solo político francés al que no le resulte más lógico (y hasta comprensible) dejar vivir en paz (y en la impunidad) a los dictadores (Sadam, Castro), antes que irse a dormir sin haber criticado públicamente la política exterior de los Estados Unidos. No hay programa televisivo en Francia que se dedique a relatar una y otra vez los horrendos crímenes de Sadam Hussein. En cambio, saturadas están las programaciones con los “abusos norteamericanos” en Irak. Un ejemplo reciente de este antiamericanismo patológico lo reflejan esos partes que dicen que los periodistas franceses secuestrados en Irak, no han podido ser liberados por culpa de la presencia norteamericana en el área donde los tienen “retenidos”.

Los franceses piensan firmemente que Bush es el líder de un pequeño grupo de conservadores instalados por azar en la Casa Blanca. Peor aún, creen que esos posibles votantes conservadores se limitan a un tercio de la población y se olvidan que la iglesia protestante y evangelista de los Estados Unidos (principal soporte directo de los valores del conservadurismo y aliados indirectos del país judío) moviliza decenas de millones de personas (incluidos muchos afiliados por el partido demócrata) a jugar un rol en la defensa nacional. Es un hecho el que en la actualidad muchos de ellos vean en Bush a un Mesías que quiere llevar la libertad y la democracia al mundo. Y no quedan dudas que el respecto a las libertades y a integridad de la nación es otra de las prioridades del pueblo norteamericano.

¡Pobres franceses! No se percatan de que el pueblo norteamericano, extremadamente concentrado en el desarrollo y bienestar de su familia (de ahí su tolerancia y fortaleza moral y religiosa), es capaz de salir a pelear donde sea porque, entre otras cosas, se reconoce también como un pueblo mesiánico. Más de 200 años de historia avalan esta afirmación y ni siquiera John Kerry se aleja un milímetro de Bush en tal sentido. Por ende, hay que votar por Bush. Hay que votar a favor de un líder decidido a contrarrestar la flojera de Francia. La decadencia moral y de principios que se experimenta en la Francia, la España y la Alemania de estos días es el caldo de cultivo más oportuno con que cuentan las hordas islámicas de Europa.

Hay que equilibrar de cierta manera al mundo e impedir que las mujeres sigan siendo denigradas en toda Europa. Ni Chirac, ni Zapatero, ni Schroeder hacen lo necesario para fortalecer el respeto y dignidad a las mujeres europeas. Alemania es el principal promotor de la trata de blancas en la “Nueva Europa”. España es quien menos atención presta (a pesar de la propaganda socialista de RTVE) a los crímenes domésticos, y Francia, estimula el alcoholismo y la marginación femenina hasta alcanzar casi un 30 % en su población adulta. No hay otro país europeo donde las mujeres se sientan menos atendidas, o desprotegidas que en Francia (datos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Lyon).

Aunque a algunos les parezca absurdo, la historia del Islam es también una guerra despiadada entre los sexos. El día que el mundo occidental se decida a respetar y ha defender la plena libertad de la mujer en todo el planeta habrá empezado a derrotar al Islam. El islamismo extremo no es más que el desmedido interés de ciertos hombres por humillar y someter al sexo femenino. Sólo así, creen, podrían ocultar sus míseros complejos masculinos. Parece que la población masculina de Francia pasa por los mismos problemas y los fundamentalistas no quieren dejar pasar esa oportunidad. ¿No es verdad Tariq Ramadam?


FIN


Carlos Wotzkow
Bienne, Septiembre 11, 2004

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