Radio y TV Martí o el descrédito de un exilio "...transmitiendo para Cuba” Radio y TV Martí es la agencia de noticias que más descrédito otorga al exilio cubano en los Estados Unidos. Como idea es buena, pero como resultado, es uno de los más nefastos instrumentos que corroen la credibilidad de todos aquellos que quisieran informar al pueblo cubano sobre lo que ocurre en el mundo. Son muchos los cubanos que coincidimos en que Castro tendría sus días contados si a Cuba llegara sin trabas la información. Pero parece que hay razones para pensar que desde el clintonato los oportunistas que controlan la OCB hacen todo lo que está a su alcance para limitar su efectividad. A esto se une poco a poco la venta de varios medios de comunicación cubanos a las cadenas mexicanas que operan en la Florida, por lo que muy pronto estaremos oyendo hablar de espaldas secas y espaldas mojadas, o de modelos climatizados para las balsas bolivarianas. ¿Se imaginan ustedes lo interesante que sería para el pueblo de Cuba ver el “huéleme-el-chorizo” que el exilio cubano forma por cualquier cosa y muchas veces sin ningún motivo? A decir, las opiniones de algunos periodistas que amenazan con nuevos exilios por motivo de frustración sexual, o las noticias que publica regularmente el Miami Herald para aliviar la imagen de dictador Fidel Castro (No sólo es RR, también AA). Si ahora mismo Radio y TV Martí pudiera escucharse y verse en Cuba sin limitaciones, ¿qué pensarían los cubanos? Aquel que haya tenido la desgracia de poder ver su programación a través de la Internet de seguro la catalogaría de “entretenimiento para los tercermundistas”. Desde la pujona “Oficina del Jefe”, hasta las “Telenoticias” (que parecen editadas en la CNN), todo en TV Martí es un desastre. ¿Cuán interesante sería para nuestro pueblo ver que el “culipandeo” político no es un atributo exclusivo de John F. Kerry (candidato a la presidencia de los Estados Unidos), sino un comportamiento de la mayoría de los políticos más encumbrados del exilio cubano? ¿Qué importante por ejemplo, ver que en el exilio cubano en México, España, o los Estados Unidos, todo el mundo se proclama defensor de los presos al tiempo que nadie hace presión para que Radio y TV Martí informe a la isla de los abusos que Castro comete contra su propio pueblo? Vamos, que sí tan solo un 10 % de las denuncias que se hacen por Internet a favor de la libertad de estos compatriotas llegaran a los hogares de los admiradores de Castro, otra sería la opinión en la nación. A veces me pregunto si no sería más ético incluir en esas denuncias la inoperatividad de Radio y TV Martí. ¿Puede alguna de esas organizaciones anticastristas decirme por qué no atacan a esa vaca sagrada? Y digo más. Si Radio y TV Martí se dedicara a transmitir las noticias que verdaderamente tienen un interés para el cubano común, va y hasta pudiera influenciar la opinión en vías a una futura democratización pacífica de Cuba. En el peor de los casos, otro sería el balance entre el costo y el beneficio que conlleva mantener a este monstruo antieconómico en el aire. Por ejemplo, sería maravilloso que todos los que conocen a Eloy Gutiérrez Menoyo y a Oswaldo Payá pudieran opinar sobre ellos. Sería imperativo (y además lógico) que en Cuba se supiera lo egocéntricos que son estos señores. Importante que todos vieran el babeo y las ambigüedades que los caracteriza como “disidentes” y defensores a ultranza de Cambio Cubano y el Proyecto Varela: sus toboganes hacia el poder. Por el contrario, el que se guíe únicamente por las noticias que ellos emiten, pudiera pensar que se trata de verdaderos opositores de Castro. Que bueno sería que Radio y TV Martí señalaran a todos los oportunistas del exilio por su nombre. Que dijeran que el señor X, que ayer daba una conferencia a favor del embargo en la fundación tal, al otro día respaldaba a un politiquero que se ha opuesto siempre al mismo. Que interesante resultaría, por ejemplo, que se supiera que aquellos que en Miami dicen que no los motiva “ningún interés personal por el poder político” en la Cuba postcastrista, en México, afirman que su misión es la de llegar a la cumbre del gobierno en una Cuba democrática “para terminar la obra de la revolución”. ¡Que bueno que todos esos personajes quedaran al descubierto junto a los tontos del exilio que los apoyan incondicionalmente! Al menos reduciríamos la desorientación política de tantos veletas. Sin embargo para evitarlo, contamos con Radio y TV Martí. ¡Dios nos libre de esa próxima república! TV Martí, en vez de hacerse eco constante a los problemas más preocupantes del momento (y me viene a la mente, por ejemplo, la inestimable labor de Ernesto Betancourt contra la actividad económica ilegal de Castro y sus turbios negocios con la banca suiza) malgasta el dinero transmitiendo películas de Humphrey Bogart transmitidas en Cuba hasta la saciedad desde hace más de cuatro décadas. ¿Quién los asesora? ¿Cómo es posible que el nombre de Michael Moore suene hoy día más que el de tantos productores cubanos? Ni siquiera se preocupan por airear los maravillosos y bien informados documentales de Agustín Blázquez, Orlando Jiménez Leal, o Mari-Rodríguez Ichaso (por sólo mencionar algunos) y que son, en definitiva, los testimonios a los que el cubano en la isla no tiene acceso. Imagínense ustedes “Casa Blanca” en vez de “Covering Cuba 3: Elián”, “8A”, o “Marcadas por el Paraíso”. Da pena escuchar a través del ordenador la voz de gente como Huber Matos y la de otros tantos patriotas que se prestan para dar su sabia opinión a una agencia que no las transmite a sus destinatarios naturales. Da pena digo, porque es como tomarle el pelo a estos ancianos por el insano gusto de burlarse de ellos. Da tristeza ver a una digna cubana como Alina Fernández entrevistando a un cara-e-palo como Alcibiades Hidalgo en un programa llamado “Los hijos de la revolución”. Hidalgo, un mentiroso que apenas llegar al exilio nos tomó por tontos al anunciarse como balsero, dedicó los pocos minutos que le otorgó TV Martí para justificar a Castro “dado el contexto geopolítico que le tocó vivir y en el que tuvo que defender a su revolución” (la cita no es exacta). ¿Y qué me dicen de las entrevistas a los mejores analistas del exilio y su derroche de buenas ideas que nadie en Cuba escucha? Que no queden dudas. Es el mismísimo exilio y su pasividad ante la abulia política lo que hace de Radio y TV Martí un instrumento inestimable para Castro. Una inoperatividad que desacredita su role de oposición al régimen. Ni Lincoln Díaz Barlart, ni Ileana Ros-Lethinen, ni la Fundación Nacional Cubano Americana de los “liberales” (entre comillas para llevarlos bien) Joe García y Mas Jr., ni las decenas de partidos políticos cubanos en los Estados Unidos hacen la más mínima presión para que el mensaje de esa agencia de noticias (que consume millones en sueldos y emisiones fantasmas) llegue a Cuba. Sí Radio y TV Martí se viera o escuchara en toda la isla y sin limitaciones, hace rato el comunismo en Cuba no existiera. Pero al parecer, el objetivo es justamente protegerlo. Sin Castro no habría Radio y TV Martí y, triste pero cierto, se les acabaría a muchos el negocio. Es un fenómeno contradictorio pero evidente. Si las agencias de Radio y TV Martí transmitieran para Cuba la realidad de nuestro acontecer, el descontento en la isla sería inmenso. El cubano de adentro se daría cuenta de que está verdaderamente solo, que el gobierno y el exilio están llenos de politiqueros oportunistas, de gente que dicen que se comen el mundo por su libertad sin hacer nada. De conferencistas cubanólogos que cobran verdaderas fortunas para denunciar nada. De exiliados “intransigentes” a la hora de no afectar (ni tan siquiera molestar) a Castro. Ahora mismo, y para culminar con esta espina que me duele, algunos en Radio y TV Martí están cambiándole el culero a Venezuela, como si los cubanos tuviéramos algo que aportar o que enseñar, o como si el culero propio no estuviera ya premiado.
Carlos Wotzkow
P.D. Hace un año me negué a participar en todo tipo de actividad anticastrista que fuera cubierta por Radio y TV Martí. Hoy, para apretar un poco más la tuerca, me niego a apoyar a ningún grupo del exilio que no exija antes al gobierno de los Estados Unidos, o a los políticos con poder en la Florida, que se ponga fin al oportunismo de todos los asalariados de la OCB (Office of Cuba Broadcasting). Si alguno de esos excelentísimos líderes en el exilio menosprecia mi modesto apoyo, me estará dando con su arrogancia la razón.
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