Patria versus Libertad

Por Carlos Wotzkow

Apenas puedo creer que todavía haya políticos (políticos cubanos y venezolanos del exilio, quiero decir) que tengan propensión a los pronósticos acerca de referéndums en países controlados por caudillos y en elecciones supervisadas por liberales norteamericanos. Cuando leo semejantes fantasías, apuestas, o frases de “dalo por seguro” me entran ganas de terciar ideas fundamentadas en el tiempo a manera de recordatorio perenne. No se puede lograr la libertad si nos disfrazamos de tolerantes y jugamos a la democracia contra un ejército de tramposos. La moral amigos míos, no hay quien la compre en estos años. Es un producto erosionado hasta en aquellos que creen hacer bien a la Cuba, o a la Venezuela de mañana.

Puede que conocer las escasas posibilidades de ganarle un referéndum a Hugo Chávez redujera la decepción que muchos sienten hoy, pero una comprensión abstracta de lo que tanta gente ha descrito como “masa”, hubiera producido alivio frente a la pena de perder para siempre una ilusión añorada. Así pues, como Cuba, una Venezuela se ha perdido para siempre. La Venezuela ingenua, la que jamás llegó a pensar en los trucos electrónicos de la izquierda liberal norteamericana. Esa que a todas luces se debate ahora por una elección John F. Kerry y contra la cual no vale para nada la libertad ajena. Venezuela sufre, incluidos obreros y magnates, la necesidad de unos terceros egoístas y aterrados de estabilizar el crudo a como sea.

Las dos naciones más desafortunadas del continente americano (ambas afortunadas y con los conocimientos adecuados hace lustros) han perdido su libertad en la más penosa de las circunstancias. Pero los hombres que tradicionalmente han defendido el derecho a la autodeterminación en estos tiempos, han optado una y otra vez por el disfraz de camaleón y todos, sin excepciones en Miami, Caracas o la Habana, se han transformado de la noche a la mañana en los predicadores favoritos de un entreguismo democrático a ultranza. En lo que me toca, como cubano, baste demostrárselos con el ejemplo de la extinta FNCA. En lo que me afecta, como amigo de los venezolanos, sólo los invito a que sean ustedes los que pongan nombres.

Puedo suponer la amargura que embarga a todos los venezolanos que deseaban librarse del tirano por las buenas. Pero no podía imaginarlos sin percibir la hipocresía (o al menos la falsa esperanza) que les brindaba Jimmy Carter. Con referencia al punto de vista de la fe en la democracia, estas trampas son siempre dolorosas. Dejan a cualquiera perplejo. Pero no atino a pensar cómo fue que no lo veían claramente los políticos. Vivimos en un mundo de trampas. Los tramposos nos las han sembrado en el exilio y lo más maravilloso es que todavía los hay que ven indicios de benevolencia a nuestro alrededor. Es como si nadie se atreviera a reconocer la miseria humana del que lo apabulla.

Hoy no ocurre nada en el Caribe que no pase antes por Miami, o se resuelva de manera bruta. Allí, donde están los salvadores, donde hay gente honesta, donde todos hablan en libertad, también habitan los chacales, los oportunistas, los que siempre escuchan. No hay política caribeña que no sea hoy día planeada en Miami y los detalles, la mayoría de las veces malos, faltos de escrúpulos, preñados de interés, muchas veces se dejan al cuidado de la casualidad. “Democracia - ya lo dice el dicho, - son tres lobos y una oveja discutiendo sobre lo que se comerá en la cena”. Los que en Venezuela tuvieron la suficiente claridad para presentir lo que les venía encima ya no están en el país. Los otros, los que todavía tienen fe, son los miembros de una clase media que verán desaparecer como desapareció en Cuba.

Mis convicciones sobre el abandono de principios entre nuestros políticos serán poco a poco demostradas. Llevó 12 años incubando estas ideas y han tenido un crecimiento lento pero arraigado. Descubrir la verdadera madera de muchos de los políticos cubanos que hoy viven en el exilio a costa de Cuba cayó sobre mi ingenuidad como si fuera un huracán que le arrancaba los cimientos. Políticos en las más altas esferas del poder en los Estados Unidos... ¿para qué? Estaciones de radio y televisión para llevar a los cubanos las noticias... ¿cubanos? ¿de dónde? Grupos políticos, comisiones de apoyo, derechos humanos... Eh, eh, no me hagan reír. Creo que si hubiera vivido en este siglo hasta Martí se mofaría de mí.

¿Qué gano con haberme despojado de todo tipo de ilusión respecto al sano futuro de mi patria? ¿Quieren mi respuesta? ¡La verdad! Por cruda o triste que esta sea, es cien veces mejor reconocerla públicamente que callarla por sus beneficios! Analicen ustedes esta idea porque si yo tuviera que perder una y otra vez a mi país, a mi familia, o el contacto con mis raíces, aún así no mentiría. Desconfíen de todos, de los políticos “buenos” y de los “malos” y busquen la libertad de manera individual. Cuando un país de analfabetos es invadido por el comunismo no lo salva nadie. Ni siquiera quienes mejor saben contrariarlo. Al fin y al cabo, lo que le interesa a los políticos es vivir bien aunque sea a costa del mal.

Wall Street está de fiesta y la Casa Blanca también. El pensamiento democrático que los ha llevado a este atolladero no es el mismo que los podrá sacar de él. Una Fundación como la Cubano Americana está hoy del lado liberal. Con eso se los digo todo. Y si esto es posible allí en Miami, qué no pasará allá en Caracas. No sean tontos, no se dejen matar.


Carlos Wotzkow
Bienne, Agosto 17, 2004

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