La Internet y los amigos de Castro Va y hasta se dan cuenta, pero ellos prefieren hacerse los tarados. Una nueva epizootia amenaza a Cuba. Se trata de una lepra cuyo origen radica en que a Castro sólo lo acarician aquellos que someten toda su voluntad a su manera de decir las cosas. Por eso, el mundo libre se está llenando de castristas. Son gente que adora al dictador, pero que quisieran decírselo a su manera y Castro no les ha perdonado ni siquiera su extraña forma de sobar su pellejera. Sin embargo, tanto le aman, que prefieren saturase los pulmones de humo en México DF, o titiritar de frío por las calles de Estocolmo antes que quedarse en Cuba sin poderle demostrar públicamente su amor. Según los americanos el embargo está por acabarse. Eso dicen, y los buitres cubanos que pululan por el nuevo y el viejo mundo ya se aprestan al festín. El fin del embargo no es para ellos el fin de las penurias en Cuba, sino el fin del exilio moral en los Estados Unidos. Acabar con la moral de ese grupo militante dejaría las puertas abiertas a un nuevo despotismo. Ellos lo saben y por ello, con tal de demostrarle al amo que ellos estaban contra el embargo, ya estarán contactando a las organizaciones "pro-cubanas" para que le llenen de carne el buque por la popa. ¿Quién sabe? Con tanta homosexualidad política en Letrinoamérica y Europa, todo es posible. En México tenemos al excelentísimo Rafael Rojas, cuyos babeos castristas llegan a Madrid vía la revista Encuentro, mientras que en Suecia, Castro cuenta con Carlos Estefanía, que no publica nada que no se oponga al embargo y que extrañamente (pero sin dudas un sueño trasnochado) llama a su página "Cuba Nuestra". Juntos en la lucha a favor del régimen de La Habana, el primero tomó las riendas de "Encuentro" para convertiría en un apéndice de su feudo ideológico, mientras que el segundo a dado muestras de su maestría editorial, al publicar palabras que criticaban al fundador de la revista madrileña y luego, censurarlas cuando le llamaron a contar desde... ¿La Jiribilla? Pero no vayamos tan lejos, hasta en las calles de Miami se respira como nunca el amor por el castrismo. Una nueva página llamada "Adiós Cuba" acaba de salir al medio electrónico para decirnos que ya están hartos de tolerar la "moderación comunista" y por ende, se lanzan a la batalla de las ideas amenazando con inundar de spams y virus a cuanto lector les sugiera algunos cambios a su página roja. Para estos, una pionera (de uniforme completo) es el símbolo de Cuba y ellos la han escogido por nostalgia. Quizás sea la nostalgia por los gritos infantiles que ellos emitieron y que devolvieron a prisión al pequeño Elián. Creo, desgraciadamente, que el embargo está llegando a su fin, pero aún y en el caso de que esto ocurra, seguro estoy de sentirme un perdedor satisfecho en la batalla. Mi deseo es que el embargo acabe cuando acabe de respirar el monstruo que lo generó. Pero si no lo logro, y Rojas y Estefanía y los pioneros de Miami me ganan este pulso, también me sentiré feliz. La lista de castristas adoptivos, subnormales o enfermos terminales es tan larga como para sentirme contento de no ser nunca parte de esa masa. ¡Qué providencia esa de pensar con cabeza propia y sobretodo, qué bueno irme a la cama acompañado por la fragancia de mi esposa y no con el olor que emiten las bolsitas manoseadas de un chocho dictador. Si los cubanos de Miami se manifestarán a favor del embargo como lo han hecho los altermundistas opositores al ALCA, hace rato que estaríamos oyendo hablar de linchamientos gringos en la comunidad cubano-americana. ¿Cómo es posible que no les entendamos? Lo único que estos señores (y señoras) quieren, es que la Cuba del futuro no sea una Patria para todos. Pregúntenle sino a Norbertico Fuentes, que se las sabe todas y las que no se las informa su maravilloso Rolex. Ellos sólo anhelan una Cuba en la que la nueva forma de ver la tolerancia será un poquito más intolerante. Más que con Castro, tal vez por amor a Castro, o quizás, por nostalgia con toda esa inmundicia que tiene que ver con Castro. ¡Que Dios les perdone! Carlos Wotzkow Bienne, Noviembre 21, 2003
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