¡Torture en su bañera a un delfín cubano! Por Carlos wotzkow Castro autoriza, sus dólares pagan y los ecologistas miran para otro lado.El problema de la exportación desde Cuba de Delfines Pico de Botella (Tursiops truncatus) no es nada nuevo. Lo que ocurre es que nadie, ni siquiera la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas (CITES), quieren hablar de ello. Cuando alguna ilegalidad se hace evidente, o cuando alguna violación de las convenciones internacionales apunta hacia Cuba, la mayoría de los ecologistas, las organizaciones no gubernamentales y hasta la ONU viran la cara. ¿Cómo defender las ideas del socialismo a través del instrumento ecologista y a la vez criticar al país modelo de todos esos eco-guerrilleros? ¿No es acaso Cuba el ejemplo de gobierno centralizado que la ONU quiere imponer en todo el mundo poquito a poco y sin que nos demos cuenta? Una de las primeras campañas contra la captura y explotación de los delfines cubanos la empezó en Suiza una organización llamada “Grupo de Trabajo para la Proteción a los Mamíferos Marinos (ASMS). En 1998, la Sra. Nöelle Delaquis redactó una valiente carta en protesta por las condiciones en que mantenían en Suiza a varios delfines capturados en los mares de Cuba, y que estaban siendo explotados en varios delfinarios sin la adecuada atención a la ley de protección vigente en este país (1). Luego, la carta fue distribuida por varias agencias de viajes con el objetivo dañar la imagen turística cubana. Pese al esfuerzo desplegado aquel año para salvar a esos bellísimos cetáceos, varios de ellos murieron en cautiverio y con su muerte, terminó la historia. Sólo el libro Natumaleza Cubana se hizo eco del incidente, pero como parte de una denuncia que también alertaba sobre las frecuentes matanzas (con ametralladoras) de esos mamíferos al sur de nuestro archipiélago (2). Después, la ASMS y la propia Sra. Delaquis, al igual que otras tantas organizaciones ecologistas del mundo, dieron la espalda al problema cubano y nadie, ni siquiera CITES, se quiso interesar, ni mucho menos preguntar al régimen de Cuba por los detalles de tan sucio y cruel negocio. Una vez que los Estados Unidos deciden prohibir las capturas de delfines con fines lucrativos, el gobierno cubano, depredador del medio ambiente como no lo hay, asume el control del negocio mundial. Desde entonces, el país caribeño al que todas las organizaciones ambientalistas del mundo felicitan y premian, deviene el principal exportador mundial de delfines seguido por Rusia y Turquía. Resulta llamativo que mientras la autoridad de CITES y de Greenpeace en México se dedican a criticar agresivamente a Japón y a Chile por sus capturas, esas mismas entidades no digan nada sobre el negocio de mamíferos marinos que Cuba, España y México están consolidando. Desde 1989, cuando yo entraba casi a diario al Acuario Nacional para llenar los tanques de buceo con los que realizaba las colectas del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), Celia Guevara ya era conocida por inocular el virus del SIDA a los Tiburones Gata (Ginglymostoma cirratum) y a los delfines de aquel centro. Durante horas, tanto los tiburones como los delfines, eran sujetados por varias personas a pleno sol, y martirizados sobre una meseta de concreto cercana al borde del estanque mientras la “eminente veterinaria” extraía sus muestras de sangre en busca del anticuerpo anhelado. Según palabras de una asistente, estos animales le permitirían a Cuba descubrir una vacuna contra el HIV antes que los norteamericanos. Es raro que el propio Acuario Nacional de Cuba reporte en su página de Internet la liberación de sólo dos de las decenas de delfines que allí mantuvieron en cautividad (3). Pero no debería extrañarnos si ahora comentamos el destino de todos los que allí murieron por culpa del maltrato que esa instalación les infligía. Según los buzos con los que compartí tertulia en varias ocasiones, la orden del Director Dario Guitart era la de sacar mar afuera los cadáveres de cualquier animal muerto antes que la instalación abriera sus puertas al público. Otras veces, enviaban al Dpto. de taxidermia del MNHN especímenes raros que allí morían, pero y con la etiqueta de “colactado muerto en la costa norte de La Habana”. ¿Cuántos delfines infectados con el virus del HIV habrán sido liberados por ese acuario cubano entre los individuos de las poblaciones sanas del Caribe? ¿Cómo andará la salud de esos grupos salvajes de delfines que hayan aceptado como nuevos miembros a los delfines enfermos con ese virus? ¿Cuántos delfines habitan realmente en las aguas cubanas como para que el gobierno de Cuba los dé por abundantes y se permita el lujo de exportarlos? ¿Por qué la National Geografic Magzine y el libro Deep Cuba (que tan bien hablan de la conservación en Cuba) no hablan de estas barbaridades? ¿Será que a los ecologistas extranjeros que van a Cuba no les interesa criticar la política ambiental de Castro a fin de no perder sus privilegios? Yo no tengo una respuesta adecuada para la mayoría de esas preguntas, en cambio, puedo asegurarles que los delfines que yo vi en el Acuario nacional de La Habana tenían amplias áreas de sus cuerpos rojizas y claramente afectadas por micosis. Al menos uno de ellos mostraba grandes escaras en su zona ventral y otros (hacinados en una piscina artificial improvisada en el diente de perro de la costa) mostraban enormes cicatrices provocadas por las peleas con sus congéneres. Es ampliamente conocido que el gobierno de Fidel Castro no se anda con contemplaciones a la hora de ganarse unos dólares con la venta de nuestro patrimonio natural. La prueba es que hasta los delfines que Guinea Bissau quería vender a Portugal fueron rápidamente ofrecidos por Cuba sin que la Sociedad para la Conservación de las Ballenas y los Delfines (WDCS) tuviera tiempo a reaccionar (4). En 1999, se denunció a través de decenas de páginas de la Internet (5), la incesante captura de delfines cubanos con destino a Europa. España ya era por aquel entonces el principal cliente de Cuba después de México, y seguida de cerca por Francia, Alemania, e incluso Malta (6). Mientras Inglaterra prohibía utilizar a los delfines para el entretenimiento humano dentro de su territorio, los españoles los incrementaban. Si uno visita cualquiera de los delfinarios en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca, Alicante y Tenerife daba ganas de llorar, pero no sólo por las condiciones de precariedad en que sobrevivían esas criaturas, sino por el fuerte olor a substancias químicas que tenía que adicionar al agua para estabilizar malamente su calidad. De los 6 acuarios que actualmente explotan a más de 50 delfines en la península ibérica, 29 fueron extraídos de su medio natural y la inmensa mayoría son cubanos. De ellos, el de “Octopus” en la Playa de las Américas (Tenerife), contaba con 4 ejemplares cubanos explotados en condiciones verdaderamente deplorables (5). Otro lamentable ejemplo español en la trata de delfines fue el de los 4 ejemplares cubanos que este país exportó desde Cadaqués (prov. de Girona) hacia Costa Rica. Si la vida de un delfín es de unos 30 años, ténganse en cuenta que estos animales ni siquiera sobrepasaron la sexta parte de su expectativa de vida, pues todos fueron capturados en Cuba en 1993 y todos murieron antes de 1998. (7) México por su parte, tampoco hace nada por impedir que este negocio prolifere. El reciente caso de los delfines importados de las Islas Salomón es la prueba de que Cancún y Cuba tienen una política ambiental muy similar. A pesar del mandato del Presidente Fox para detener este tráfico, Raúl Arriaga (Subsecretario de Gestión para la protección Ambiental de la Semarnat) y Jorge Soberón (autoridad científica de CITES en México) aparecían en las noticias como los más interesados en que esto no trascendiera (8). Valga decir que el artículo 8.7 de la letra legal vigente para Punta Nizuc dice: “queda prohibido... la introducción de especies exóticas.” (9). En marzo 1999 llegaron a Acapulco (México) 4 delfines cubanos. Para entonces, Cuba recibía un mínimo de 50’000 dólares por cada delfín capturado. Pero el tráfico de estos mamíferos era parte del negocio que el estado cubano mantenía con el conocido narcotraficante y ex-gobernador de Quintana Roo. Como se sabe, el Sr. Mario Villanueva, jefe del Cartel de Juárez (actualmente protegido por Castro en Cuba) había mudado sus oficinas a Cancún y el mexicano Joaquín Codwell, también se mudó a Cuba para iniciar junto a las autoridades ambientales de la isla una empresa exportadora de delfines. (10) Desde entonces, la parte cubana recibe 20’000 dólares por cada animal si estos salen vía México, o 50’000 si la empresa los vende directamente a empresas o personas que así se lo encarguen. De esta forma, y sólo para el estado de México, Cuba exportó 8 delfines en 1994, 7 en 1995, 4 en 1996, y 13 en el año 1997. Sin embargo, a estos 32 ejemplares exportados hay que sumar también un número indeterminado que fueron a parar a Chile, los 4 importados por “Paradise” en 1999 y otros 10 que luego México re-exportó hacia Perú. Según los autores de este informe (10), la gran inexactitud en los datos que cuantifican los delfines cubanos exportados puede deberse a la información tan imprecisa que facilitan las personas involucradas. La mayoría de las exportaciones de delfines que México realiza son en realidad re-exportaciones de cetáceos capturados por Cuba. Debido a que en nuestro país no existen normas que regulen el mantenimiento de delfines en cautiverio, ni miembros de ONG’s dispuestos a denunciar al gobierno, ni interés para los ambientalistas que en el mundo libre protestan por cualquier espectáculo itinerante con delfines, Cuba goza de una total impunidad a la hora de explotar este recurso marino. Vale aclarar que Cuba le paga a un buzo empleado por el estado el equivalente a 15 dólares al mes por capturar delfines, mientras que puede llegar a recibir hasta 100’000 dólares en Europa por uno ya entrenado. Uno de los casos más sonados en la crueldad que sufren los delfines cubanos es el caso de “Meñique”, un ejemplar que Cuba exportó por la vía de México hacia Chile. Lucia Newman, la conocida manipuladora de noticias empleada por Ted Turner, no dudo un minuto en hacerle propaganda a la hija del Che Guevara y al acuario que tantos delfines cubanos había torturado en experimentos biomédicos. Sin embargo, el artículo que la CNN lanzaba en 1997 como la verdadera historia de Free Willy (11), nunca tuvo una segunda parte en la cadena de noticias norteamericana. Meñique murió al año de llegar a Cuba y la CNN nunca dijo que había sido Cuba el país que primero lo condenó al cautiverio (en 1995) y que 3 años más tarde lo dejó morir. (12). Una de las cosas en la que al parecer todos los amantes de la naturaleza coincidimos es en el maltrato que reciben estos delfines por parte de los llamados “especialistas” y médicos veterinarios. La siniestra veterinaria cubana no es un caso único y el veterinario Victor Rivero Vergara (de Chile) ni siquiera poseía los conocimientos necesarios para tratar a los delfines cubanos que tuvo bajo su cuidado (10). Lo mismo ocurre todavía con los veterinarios alemanes, o con los del Parque Asterix en París (13). A finales del 2001 se instalaron en el Parque Nacional de Punta del Este (República Dominicana), un grupo de “científicos” cubanos, mexicanos y españoles que llamaron pronto la atención por su ostentación y vida alegre. Pagaban a los pescadores locales grandes sumas de dinero (hasta 2000 pesos) por la captura de delfines que ellos querían investigar. Pero cuando los pobladores se dieron cuenta, ya no había más delfines en el Canal de la Mona, ni se divisaban desde el peñón del Parque. En apenas dos meses, los enviados cubanos, mexicanos y españoles ahuyentaron a las poblaciones de cetáceos cercanas a las localidades de Bayahíbe, Saona, Miches y Chavón y ninguna de las organizaciones ecologistas del país vecino pudo impedirlo. (14) En Agosto del 2002, los habitantes cercanos a ese Parque Natural creían que los mamíferos marinos habían desaparecido de Punta del Este por las molestias causadas por los “investigadores”. Pero pronto se supo que España y un súbdito inglés estaban detrás de este oscuro negocio. Si bien es cierto que el delfín no es una especie en peligro de extinción en el Caribe, también es justo decir que eso no autoriza a Cuba, México o España a explotar un recurso dentro de las aguas nacionales de otro país y mermar con ello el atractivo turístico y el uso racional y sostenible que por ejemplo, República Dominicana, hace de esta especie (15). Debiera constituir una vergüenza para todos los ecologistas del mundo que Cuba hostigue, capture, y extermine con redes, armas de fuego, y explosivos a cualquier mamífero marino que se acerque a sus costas. ¿Cómo es posible que la ONU, que no deja de premiar al régimen cubano por su supuesta protección del medio ambiente, no les haya hecho una simple observación? ¿Cómo es posible que Richard O’Barry, quien está cansado de correr detrás de la hija del Che Guevara no se haya decidido a informar al mundo de que en Cuba los delfines son extremadamente mal atendidos? Mientras Noruega, Austria, Polonia, Israel (e incluso el Brasil de Lula da Silva) cierran sus delfinarios, la Cuba de Castro los triplica. Tal parece que la suerte de los delfines y el pueblo de Cuba guarda cierta analogía. De otra manera, ¿cómo explicarnos que nadie proteste en el mundo al ver a los delfines cubanos saltando y haciendo payasadas en público y a cambio de un miserable pescado muerto? ¿No es acaso lo mismo cuando vemos a todo un pueblo salir las calles de La Habana a protestar a cambio de una libra de picadillo de soja al mes? ¿Por qué el mundo civilizado rechaza este tipo de teatro mal pagado dentro de sus fronteras, mientras lo acepta fuera de ellas? ¿Por qué la ONU no aplica a los delfines cubanos el artículo 4 de la Declaración Universal de los Derechos del Animal que esa organización creó? Este artículo de la ONU dice que “un animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a: (1) Vivir libre en su propio medio ambiente natural... y a reproducirse. (2) Toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria a este derecho. Según las competencias establecidas, CITES debe, por principio, creer en las declaraciones que le envían los estados firmantes de dicha convención. Pero en vista de esta y otras tantas irregularidades cubanas (entre las que debe incluirse por supuesto el caso de la Tortuga Carey), ¿cuál es el sentido de seguir creyendo en Cuba? ¿Hasta dónde puede una entidad como CITES acomodar su credo? ¿Cuál es el sentido de tener a Cuba dentro de un convenio, si de hecho siempre está violándolo? Amigos en varias dependencias científicas cubanas del Ministerio de la Industria Pesquera (MIP), Corporación Gaviota y el mismísimo Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) me han confirmado que al capturar a los delfines es frecuente verles matarse a cabezazos contra la embarcación que les ha atrapado. Me han hablado de delfines que se han cortado con su propia boca un pedazo de su cola a fin de liberarse del lazo que los sujetaba. Los del Acuario Nacional, a los que el gobierno de Cuba paga una miseria por capturar intensivamente esta especie, me han asegurado que tienen trabajo de sobra porque más de la mitad de los delfines que llegan vivos a su destino se mantienen unos días en estado boyante y luego mueren. Gracias a las regulaciones y a las autoridades norteamericanas que todavía velan porque las restricciones comerciales con Cuba se cumplan, es que nos enteramos ahora de que el Sr. O’Barry estaba corriendo por Cuba para salvar la imagen del Che Guevara de los desmanes emprendidos por su hija. (16) Sólo por eso es que sabemos también, que los ingleses (que se vanaglorian de no tener delfinarios en el Reino Unido) son los que más promueven ese sucio negocio en el mar Caribe. Significativo que la autoridad del CITES en Cuba no haya abierto su boca y esto, a pesar de que nuestro país sea el que más delfines exporta (unos 86 que se conozcan, entre 1986 y 1999) y maltrata en todo el mundo. Todavía recuerdo como si fuera hoy cuando la Sra. Nöelle Delaquis me dijo en 1998 que una autoridad en delfines de los Estados Unidos le había asegurado que en La Habana se construiría el mayor delfinario del mundo con fines de rehabilitación. Desde entonces, la otrora comprometida ASMS no ha vuelto a señalar a Cuba. ¿Será el lobby ecologista norteamericano el que hace que Cuba sea intocable? Y si así fuera, ¿me podrían dar la dirección de ese centro cubano que libera delfines en la naturaleza? Por aquel entonces yo pensaba que hasta la Sra Delaquis se había creído la historia del ilustre gringo. Pero la realidad demuestra que el ecologismo mundial está infectado por el virus de la izquierda. Un virus que hace ciegos incluso, hasta a la gente más bondadosa. Cuba viola la ley internacional desde el momento en que los delfines pico de botella están en la lista del apéndice II del CITES y de la cual nuestro país es signatario. En vista de que más del 70 % que los delfines que Cuba ha exportado han muerto en condiciones miserables, y que CITES demanda estricta regulación a fin de evitar una utilización incompatible con su supervivencia, es obvio que el gobierno de Castro viola las leyes que el mismo se compromete a cumplir en el ámbito internacional. Además, la legislación que implementa CITES en Europa, establece claramente la prohibición de importación de delfines cuyo objetivo primario sea el comercial. Resulta indignante que para el Sr. O’Barry lo más importante sea salvar la imagen del Che y su traviesa hija. Cuba contribuye a violar las leyes europeas desde el momento en que exporta una especie comprendida en el Anexo A del Consejo de Regulación 338/97 de la UE, y donde se prohibe todo tipo de comercio con delfines dentro de Europa. CITES y la UE establecen que: “el comercio será permitido... sólo cuando se haya demostrado que no será en detrimento de la supervivencia de la especie.” Si bien es cierto que Cuba puede afirmar que la población de delfines no corre riesgo con estas exportaciones, también es una obligación moral de CITES y de Europa exigir a Cuba los resultados de un estudio de dinámica poblacional que, evidentemente, jamás ha realizado. Cuba viola la ley regional en el Caribe desde el momento en que esta especie de delfín está en la lista del apéndice II del Tratado de Areas y Vida Silvestre Especialmente Protegidas (SPAW) y de la cual el gobierno de Castro es signatario. Desde 1986 a 1999 Cuba ha exportado al menos 86 delfines y el WDCS asegura tener razones para creer que ese mercado de individuos capturados directamente de su medio natural ha continuado a pesar de que el protocolo del SPAW entró en vigor en el año 2000 (17). Lo contradictorio aquí es que cuando me dirigí a estas organizaciones en busca de actualización para combatir el problema desde su raíz (o sea, atacando la política cubana) todas las conversaciones se enfriaron. Cuba viola sus propias leyes de conservación de la naturaleza. El “CITMA tiene como deber (entre muchas otras cosas) garantizar el desarrollo sostenible del turismo” (18). Es la primera vez en la historia de Cuba que un ministerio encargado de preservar la naturaleza tenga entre sus deberes y obligaciones garantizar que la explotación de sus recursos naturales no ponga en peligro a los intereses económicos del estado. Parece absurdo, pero un análisis de las “licencias ambientales” otorgadas en Cuba desde que salió la nueva ley (19) ha sido justamente dar autorización a todas las empresas extranjeras a instalarse en áreas que antes se denominaban como “protegidas” y ahora “áreas protegidas de múltiple uso”. Más claro, ni las transparentes aguas del Caribe. FIN Referencias1.- Foundation for the Aminal in Law 2001. Dolphinariums in Europe from the aminal protection law viewpoint taking the legal situation in Switzerland in particular into acount. Zurich, Switzerland. Dec. 19th. 32 pp. 2.- Wotzkow, Carlos 1998. Natumaleza Cubana Ediciones Universal, Miami. USA 294 pp. 3.- Acuario Nacional de Cuba. ¿Quiénes somos? www.acuarionacional.cu. 3pp. 4.- Born Free Foundation 2001. Aplications to import wild caught dolphins to Portugal are in breach of International Regulations. Animal welfare and conservationist organizations demand refusal of import permissions. www.bornfree.org.uk. 2 pp. 5.- Wotzkow, Carlos 1999. “Nueva ley del medio ambiente, ecosistemas cubanos, e inversores extranjeros. Fundación Argentina de Ecología Científica. 7 pp. 6.- WDCS 2003. Malta imports dolphins from Cuba. The Malta Independent Daily Website. Sept. 13. 2 pp. 7.- WDCS 2003. Spain. Whale and Dolphin Conservation Society. 6 pp. 8.- Margaux Dodds 2003. Urgent Press Release: 4 Dolphins already dead in Solomon Islands Capture. Marine Connection Caring for Dolphins and Whales. 3 pp. 9.- Greenpeace Mexico 2003. Autoridad ambiental fue informada de las irregularidades y aún así importó los delfines. Boletín 354. 2 pp. 10.- Castello, Hugo, Yolanda Alaniz y Cecilia Vega 2000. Delfinarios y Programas de nado con delfines en México. Un informe crítico. Documento en PDF. 34 pp. 11.- Newman, Lucia 1997 Free Willy was a movie, Meñique is real. CNN Interactive, Abril 16, 1997. 12.- Wildlife Rescue of Dade County 1998. Meñique. J. D. Van der Toorn. Cetacean releases. 6 pp. 13.- Marchal, Julien 1997. Dolphins in Asterix Park, Paris, France. Captivity Conditions in Parc Asterix. www.daunphinlibre.be. 3pp. 14.- D’Leon, Nexcy 2001. Delfines pico de botella se fueron de las aguas del Parque del Este. Listin Diario. Edición Digital. 3pp. 15.- Bonelly de Claventi, Ideliza y Ivelisse de Porcella 2001. Frente al uso de delfines en cautiverio en el Parque Acuático, Cofresí, Puerto Plata. Medioambiente. Perspectiva Ciudadana, Noviembre 2001. 4 pp. 16.- Jordan, Sandra 2002. “US joins fight for dolphin freedom”. Guardian Unlimited February 24, 5 pp. 17.- Born Free Foundation No permission for dolphin capture. www.bornfree.org.uk. 2 pp. 18.- Google 2003. En este buscador de la Internet aparecen, bajo las palabras de “Cuba” + “Delfines”, más de 100 anuncios de espectáculos con delfines en Cuba. Estos son promovidos por varias agencias de viajes de Cuba, Alemania, Francia, España, Inglaterra y México. 19.- Asamblea del Poder Popular 1997. Ley N° 81 del Medio Ambiente. Gaceta Oficial de la República de Cuba. Extraordinaria. Viernes 11 de julio de 1997. Año XCV, pp 47-68. Carlos Wotzkow Bienne, Suiza
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