René González: ¿héroe o traidor?

Por Carlos Wotzkow


¡Ay de aquel que no tiene más medida que su capricho, ay del ignorante que pretende llevar el derecho consigo!

Stefan Zweig


Conozco el exilio, llevo ya 10 años en él y no me agrada. Es duro, extremadamente injusto y por ende cruel. Pero sé que la cárcel es aún peor y más cuando se padece de manera injusta. Estuve en Villa Marista por unos largos días y considero que llegué allí por imbécil como que también creo que me dejaron salir de allí gracias a otro. En otras palabras, caí preso por bocón, y sólo por considerarme un bocón me dejaron salir. La verdad sin embargo, todavía no ha llegado el momento como para contarla. Baste que les diga que fui detenido por la DGI en la pista del aeropuerto José Martí con un fusil en mis manos en 1987 y el día en que Fidel Castro iba a recibir a un presidente africano, o sea, un detalle totalmente carente de importancia.

Mi vinculación a la aviación se la debo a un veterano Comandante de la Revolución, pero mi deseo de hacerme piloto creo, se lo debo a mi carácter. Creo que soy amable al trato, ambicioso y sobretodo aventurero, y me parece además que esas son 3 características que definen a muchos pilotos, a muchos hombres con ideas, y a muchos para los cuales el cálculo de la muerte es, definitivamente, una probabilidad exclusiva del azar, el destino, o las circunstancias a las que nos exponemos. En esas circunstancias fue que conocí a René González. Primero como profesor de aerodinámica en las aulas del Saúl Delgado, y luego como instructor de pilotaje cuando él autorizó mi soleo y me dio la licencia como piloto deportivo en el Aeroclub Central de San Nicolás de Bari.

René, al que llegué a apreciar por sus cualidades personales, se parece en algo a mí por su carácter, aunque debo reconocer que era mucho más reservado, menos expresivo a la hora de admirar las cualidades de los demás, pero en ningún caso indiferente. Mis recuerdos entonces, se remiten al triste funeral de Eliseo (muerto durante la realización de una acrobacia en un Zlin 142), o a la prematura muerte de Mayté (el día en que su paracaídas T-4 no "quiso" abrirse). Ambas experiencias son suficientes ahora para que les diga que René es un hombre de sentimientos y vale ahora que lo adelante, incapaz de propiciar o desear la muerte de ningún otro piloto.

Si comparásemos a René González con los demás pilotos de San Nicolás, les puedo asegurar que los fidelistas de extrema izquierda lo dejaban pequeño. No era un hombre dado a la conversación política, pero sí un apasionado a despejar la más mínima duda de todo aquel que tuviera problemas con su vuelo. Una tarde varios pilotos me pidieron apretar el botón del micrófono y no soltarlo durante una prolongada barrena. Querían escuchar los gritos de nerviosismo del Papo (otro instructor) mientras yo retenía con fuerza el bastón del Blánik L-13 y este perdía altura a una velocidad considerable. "Suéltalo gavilán, suéltalo gavilán" - me gritaba - mientras todos reían a carcajadas abajo.

En la noche, en la que se analizaba mi temeraria conducta, varios de los pilotos instructores que me habían pedido hacer la broma contaron lo sucedido, pero sólo René, fue capaz de defender mi actitud delante del resto de los instructores que pedían mi expulsión inmediata. No fue una defensa al amigo (porque no lo éramos), sino una defensa en nombre de la justicia y por tanto, en contra de los irresponsables instructores que me habían utilizado para el chiste. Desde entonces, aprecié en René no ya su inteligencia, sino su sentido de la honradez, y su entusiasmo como piloto que quiere enseñar a los demás.

Gracias a René pude utilizar la aviación para realizar varios estudios ornitológicos sobre los bosques de la Ciénaga Occidental de Zapata. Volando con él, liberé desde los Wilgas (PZL-104) varios gavilanes que habían trabajado en el control de aves en pistas. Y junto a él, y otros pilotos de diferentes empresas, terminé un estudio sobre la aerobiofísica de las Auras Tiñosas y su aprovechamiento por parte de los pilotos en el vuelo a vela. Hasta aquí, algunos recuerdos que me permiten creer que conocí a René González, aunque luego viene su fuga (palabra que todavía no pongo entre comillas) a los Estados Unidos, y su rápida ascensión al altar de los desertores con cojones que todo periódico en Miami ayuda a fabricar.

El día que René González se escapa de Cuba había un frente frío entrando en La Habana, y rachas de viento de hasta 23m/s. Encargado de controlar los vuelos para garantizar los saltos de los paracaidistas a René lo mandan a la torre de control. Cerca del mediodía él detiene los vuelos porque la velocidad del viento había aumentado y se cruza con los pilotos que venían a almorzar y le dejaban el AN-2 con el combustible exacto para desertar. Hasta aquí lo que todo el mundo cree saber y a partir de aquí, sobre lo que al parecer realmente ocurrió: René González, se expone a riesgos indiscutibles en su huida y esto no es algo que un régimen desee para un espía.

Los contactos de la seguridad cubana con famosos desertores son frecuentes. Implican el deseo de castigar con sensacionalismo una traición con otra. En el caso que nos ocupa, no puedo asegurar que René González se llevara los micrófonos de la torre, pero es bien posible que así ocurriera si se tiene en cuenta que a partir de su despegue todas las comunicaciones se efectuaron desde la planta militar ubicada al lado de la enfermería. El histérico jefe militar gritaba que René González se había llevado el avión ejecutivo de Tamayo (si mal no recuerdo era el AN-2 604) y desde entonces, metieron a todo el personal de vuelo en el aula de los pilotos para un interrogatorio.

Si los datos que yo logro obtener después del ATC son reales o fingidos es algo que no puedo asegurar, pero todo apunta a que René González se escapa de Cuba de verdad y que los controladores de turno, al conocerle, lo ayudan en su escape. El primero que parece obstaculizar la labor del alterado militar en San Nicolás es el ATC de José Martí, quién le ordena identificarse deletreando su apellido y número de carnet de identidad, pero el segundo, es el que, según me cuentan, choca el camión con la planta eléctrica en la propia rampa de despegue e impide que los Migs de La Guardia salgan a tiempo. Y todo esto entre gritos de histeria de los pilotos en San Antonio que no paraban de gritar "energízame", "energízame."

Además, se habla de un ligero toque del ala izquierda del AN-2 con la pista. Sitúense en que el avión hace un giro de 90° antes de iniciar la carrera de despegue y que esto ocurre con el motor de 1000 hp. a toda potencia. La puerta queda abierta, pues el pretexto que le da René a los mecánicos para mover el avión es el de estar mal parqueado. Son ellos los que le quitan los calzos y atestiguan luego que el avión llevaba la puerta abierta y la escalerilla enganchada. Los pilotos que hasta esa hora habían utilizado el aparato aseguran que este no contaba con más de 380 litros en sus alas, y esto, como todos los pilotos de AN-2 saben, es una cantidad irrisoria si se tiene en cuenta el elevado consumo de combustible de ese motor soviético.

Es cierto, porque yo lo escuché, que algunos de los contactados por la planta supieron el nombre del que se había robado el avión y que esto no resulta un procedimiento adecuado si después se decide derribar ese aparato. Pero lo que no se puede asegurar todavía es si lo dejan escapar por conocerle, o para que cumpliera una misión. Sea como fuese, René llega a los Estados Unidos e inmediatamente se pone a trabajar. Por aquí están sus cartas en las que me habla de sus cursos de informática. Aquí, en algún lugar de mi casa debe estar esa correspondencia que no hace alarde de su fuga, pero sí, del tremendo trabajo que representa arreglar techos (cuando el huracán Andrews) para pagarse su licencia de piloto privado primero, y su certificado de instructor después.

Pero llega el fatídico derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate el 24 de febrero de 1996 y esa misma noche yo hablo con René González. He aquí más o menos cómo fue nuestra conversación:

- Coño René que susto, por un momento pensé que podías haber estado entre los muertos.

- Carlos, es tristísimo que esas cosas pasen porque eran gente chévere, pero es que se provoca demasiado y esta gente saben que Fidel es capaz de todo.

- Oye René y sábes quiénes fueron los pilotos de los Migs

- Si, los hermanos Pérez Pérez de San Antonio.

- Coño, ¡que hijos de puta! Oye, a ver si te cuidas, no vaya a ser que el próximo seas tu.

- No te preocupes, yo estoy volando poco ahora.

Según Basulto, en esa época ya René no volaba con Hermanos al Rescate, lo que demuestra que en esa conversación, ya René González se expresaba con reservas. En la madrugada del 12 de septiembre de 1998, el FBI detiene a René González, junto a otros agentes castristas y lo acusan formalmente como espía al servicio del régimen cubano. La primera reacción que experimento, es la de sentirme traicionado por un amigo. Un par de días después, envío un e-mail a Hermanos al Rescate y dejo saber el tema de mi última conversación con René. En el proceso judicial, René González desata una animosidad inexplicable contra José Basulto y esto, es justo todo lo contrario a lo que yo había oído de Basulto por el mismo René.

Basulto por su parte, me confiesa dolido que lo tenía por una persona inteligente y es ese el tema sobre el cual gira nuestra primera conversación. En las conversaciones en que Basulto y yo hablamos posteriormente, en ningún momento lo oigo expresarse despectivamente de René. Lo llama incluso "ese muchacho" y me confiesa que siente pena por él, por dejarse manipular de esa forma y tirar su futuro y el de su familia por la ventana. Sin embargo, René González, del que se publican sus declaraciones en la prensa, no parece el mismo de antes. Parece un hombre poseído por el odio, acusa al exilio de terrorista e incluso, llega a asegurar que no se arrepiente de lo que ha hecho.

Saco entonces de mis archivos El Nuevo Herald del martes 15 de septiembre de 1998 y leo: "De acuerdo con récords de computadoras obtenidos después de allanamientos realizados, a Manuel Viramontes alias "Giro" alias "Giraldo" le fue ordenado que dijera a René González, alias "Castor" alias "Iselin", que fuera "más agresivo", y que "se le dejara libre una vez que su esposa arribara a los Estados Unidos desde Cuba." ¿Qué quiere decir esto? Es una pregunta a responder por parte de aquellos agentes de la seguridad de Castro llegados a los Estados Unidos. Quizás el Sr. Cohen, al que Castro condena a vivir sin su amada familia, pueda sugerir algo al respecto.

Ayer, y por motivo de mis ideas sobre el envío de remesas a Cuba, recibo de un veterano combatiente de la Brigada 2506 los más insólitos insultos. Son palabras cargadas de un odio aún peor al de René, pero son insultos libres, hechos a conciencia y su ninguna presión de fondo. Es por ello que me vino a la mente René González y releo entonces su proceso. En la lectura de su último alegato, les confieso que percibo algo nuevo. Aparte de que René González continua confundiendo lo que es un terrorista, aparte de poder constatar de que acepta en su declaración haber trabajado para el principal terrorista de las Américas, y aparte de leer que lo volvería a hacer por considerarse un luchador en busca de "justicia", hay, en su declaración algo que me inquieta.

Lo primero que no llego a comprender son las diferencias entre González y Basulto. Al primero no lo considero un extremista, mientras que al segundo, convencido estoy de que no lo es. Cada vez que voy a Miami me gusta conversar con Bassulto porque lo considero un buen ejemplo de patriota. Pero además, porque aspiro algún día a volar junto con él. Sería un orgullo para cualquier piloto que ame al pueblo de Cuba volar con alguien que busca y ayuda a salvar a sus compatriotas moribundos. No he visto a otro político en Miami tan querido como Basulto y no entiendo, ni nunca entenderé, como un hombre con la inteligencia de René pudo aplicar el término de terrorista a una organización como Hermanos al Rescate.

Lo segundo que me alarma es que todos han leído que tanto Lincoln Díaz-Balart como Ileana Ros-Lethinen emprendieron gestiones para lograr la reunificación de René con su familia. Pero todos, y yo el primero por experiencia propia, sabe que ni Ros-Lethinen ni Díaz Balart tienen voto en ese entierro a no ser que sea el mismísimo Fidel el que les deje salir a nuestros seres queridos. Pues bien, cabe entonces en esta historia el chantaje y cobra para mi más fuerza desde el mismísimo momento en que el gobierno norteamericano expulsa para Cuba a su familia. Expulsión solicitada además por la embajada cubana en Washington. Y atención aquí, que no quiero decir que René González sea un santo, ni un ingenuo timorato, sino un inteligente ser humano al que el amor por la familia lo ha llevado conscientemente a la cárcel.

Baso mi afirmación en lo siguiente: (1) mi experiencia me dice, desde que lo conocí en 1983, que René es un hombre de principios, (2) este comportamiento se muestra invariable en sus conversaciones conmigo durante los años 1992-1994, su período de adaptación en el exilio (3), René busca en todo ese tiempo la manera de pasarse el tiempo trabajando para no volverse loco por la ausencia de su esposa e hija, (4) y sólo cambia de carácter un par de años antes del arribo de estas a los Estados Unidos. Evidentemente, en ese tiempo han pasado muchas cosas y una de ellas, pudiera haber sido el chantaje de los responsables de la Red Avispa a cambio de que Fidel lo deje reunificarse con su familia.

No es la primera vez que el régimen de Cuba presiona a la mujer de un desertor a colaborar con ellos, ni la primera vez que la seguridad cubana presiona al desertor para que pague sus anhelos con colaboración. Y si esto es conocido, sabido es también que estando su familia en Cuba, el reo en Estados Unidos debe comportarse como un intransigente comunista. No nos corresponde a nosotros juzgar aquí si su aptitud fue cobarde o valiente, sino correcta o incorrecta. Pero por encima de lo que nosotros opinemos ya existe una sentencia que lo juzga y entonces, como decía Martí: "Hay más gloria en sacar una espada del pecho de un herido, que en hundirle la espada hasta la empuñadura."

Con todo el exilio político en contra. Con la todopoderosa embajada cubana en los Estados Unidos realizando trámites para regresar a su familia a Cuba. Con los liberales de los Estados Unidos aplastando todo aquello que se oponga a Castro. Con el orgullo y la moral destrozados por haber traicionado a su propia patria y, ¿por qué no?, con la vergüenza de sentirse él mismo miembro de una banda de facinerosos que facilitaron la muerte de los 4 pilotos de Hermanos al Rescate, queda poco margen para el arrepentimiento. Por eso es, quizás, por lo que René González no se arrepiente en el alegato de su juicio. Me recuerda al padre de Elían González (loco por irse a vivir a los Estados Unidos), comportándose como un aguerrido comunista que adora que su hijo regrese al infierno conocido. ¡Nada más lejos de la realidad!

Los elementos y mensajes psicológicos que René González emite en su alegato demuestran 3 nuevas cosas: (1) A hecho uso magistral de la prosa hueca para justificar lo injustificable. Al hacerlo de esa manera, deja en cada párrafo un margen para justificar en un futuro sus actos, (2) Sacrifica a la figura de José Basulto porque ya sabe que Basulto no confía más en él, es un hecho. Pero no me da la impresión de que el odio es contra Basulto, sino más bien que lo utiliza como emblema volitivo y (3) Habla de su hija y del pueblo norteamericano como un padre que quisiera verla crecer dentro de esa misma sociedad que lo condena. Para justificar lo que digo, me baso en lo siguiente:

Primero, desde que René empieza a colaborar con la Red Avispa se separa y pierde el contacto con todos aquellos amigos que ha hecho. Se trata de gente no vinculada a la política, pero claramente opositores al régimen de Cuba y con las que rompe el contacto en 1994. No quiere mezclarlos, eso parece. Segundo, trae al mundo a su segunda hija en territorio norteamericano (con las ventajas obvias que esto implica) y lo hace, a pesar de que realiza actividades que lo pueden condenar a no verla nunca más. Tercero, intenta colaborar con el FBI como una puerta de escape, pero no lo logra. Cuarto, se mantiene en un silencio sepulcral y sin hacer declaraciones en el centro de detención hasta tanto comprueba que sus hijos ya no están a salvo. Entonces opta por el castrismo y por salvarlos.

Me molesta ver como del árbol caído muchos hacen leña. Sea quien sea eso es miserable. Me indigna escuchar a algunos vejetes pilotos de Miami que lo califican como un desorganizado aviador, cuando en realidad ellos mismos saben que no es verdad. Me encabrona que se abran las puertas para personajes como Alcibiades Hidalgo o Norberto Fuentes y que se cierren los oídos para espías como René González. Y fíjense que no hablo de los otros espías, sino del que menos colaboró con la Red Avispa, el que menos datos obtuvo en contra de los Estados Unidos, el que menos condena recibió y el que para nada acepta entrar en el juego de la heroicidad. Me parece que en esta historia hay algo que no ha sido bien contado.

Si estoy equivocado, tampoco lo lamento (pues soy de los que también respeta al enemigo), pero prefiero mil veces equivocarme a formar parte de un tribunal que se cierra a otra posibilidad. Tengo cinco hijas hembras, pero sólo dos viven conmigo. A las otras tres las extraño sin que yo pueda describirles cuánto. Sin embargo, todas mis niñas viven aquí en Suiza y crecen en libertad. Gracias a Dios, ninguna padece la tortura de vivir en Cuba. Y les cuento, sólo una persona en el exilio me ayudó a sacarlas y no vive precisamente en Miami.

Por favor, libérense de los prejuicios y piensen lo siguiente. El sátrapa pone la imagen de René González por todo el país y esto para su mayor desgracia. Estoy seguro que este hombre no se considera un héroe, pero sí un buen padre. Entonces, es terriblemente triste que esas niñas no sepan los verdaderos motivos por los cuales su padre se ha convertido en un diseño para camisetas. Es horripilante que esa mujer (acusada de espía, pero sin ninguna acción cumplida) tenga que explicar lo inexplicable a sus retoños. Mentir al hijo propio por salvar su pellejo y el del padre debe ser considerado una tortura.

Por ello respondo la pregunta: ¿héroe o traidor? Ni lo uno ni lo otro, porque detrás de la historia de René González hay un drama verdaderamente humano y familiar. Porque nadie tiene derecho a ignorar la historia de Virata en "Los ojos del hermano eterno". Las generaciones fundadoras de Miami muchas veces no aceptan que les digamos que en nuestra Patria, e incluso en las Fuerzas Armadas de Cuba, hay miles de hombres y militares de honor. Yo los conozco, a muchos incluso les debo mis datos. No es evitando cualquier tema que podremos librarnos de la injusticia. Si no somos sinceros, ni un solo momento podremos vernos libres de ella. Martí decía que "La política, como el cuerpo, tiene si bilis, que ayuda a la digestión, pero a la que no se ha de permitir que invada el cuerpo".


Carlos Wotzkow
Bienne, Octubre 2002


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