EL RENCOR HIPOCRITA DE LOS FRANCESES

Por Carlos Wotzkow


“Fidel Castro appartient ainsi à cette lignée de héros latino-américains qui se définissent avant tout par leur opposition aux Etats-Unis”

Le Monde


¿Se acuerdan de aquellos 2000 soldaditos que el Presidente Jacques Chirac dijo mandaría a apoyar a los norteamericanos e ingleses en Afganistán? O mejor, ¿recuerdan la cara de muñeco solemne que ponía Monsieur le President mientras lo anunciaba junto a su inseparable sombra comunista llamada Lionel Jospin? Pues sonrían, a los 58 (creo que dos se rajaron en el último momento por tener los pies planos) soldados transportados a una de las áreas de menor riesgo se unirán ahora otros 40 dentro del marco de la potente ofensiva Gala contra el terrorismo. Debe ser por ello que los afganos han empezado a rendirse por doquier, pues tal vez crean que Asterix y Obelix están entre ellos y entonces, imagínense 98 soldados con sus características.

“Pobres franceses, tan cerca de Ala y tan lejos de los americanos”. Este apócrifo es el que sirve para la ocasión al darnos cuenta que hablamos de una casta de hipócritas que al norte del mundo musulmán bien pudiera resultar una especie de cómplice del terrorismo islámico.

Su política respecto a Cuba, que es el otro tema que me interesa, navega también en un mar de posturas contradictorias, mezcladas de envidia y fascinación por el poder que ostenta el dictador de Cuba. En París, el anticubanismo, que más valdría llamar “pro-castrismo”, tiene raíces muy viejas, una larga historia y Dios lo quiera, un corto porvenir.

La apatía con que el gobierno francés respondió a los atentados del 11 de septiembre ha sido definitivamente apoyada por la prensa de ese país, y tan pronto las primeras bombas empezaron a desordenar los turbantes de los talibanes, el anquilosado resentimiento de la “gauche-caviar” francesa se ha hecho sentir en todos los frentes de la imprenta. De ahí que “la política de la Unión Europea respecto a Cuba no vaya a cambiar”, pues para genios como Jospin, ello quiere decir que no va a cambiar... a favor de los cubanos, o como lo diría Chirac: que si lo hace, sería en detrimento de estos.

Durante los últimos 10 años en los que he escuchado hablar a Francia, esta ha venido reclamando a los Estados Unidos el fin del bloqueo económico impuesto a Cuba. Para la prensa de este emirato árabe europeo, se trata de una medida que lastima al pueblo cubano. Ello es así, a pesar de que Castro cuenta con todo el apoyo francés para obtener más préstamos (como se ha demostrado en todas las negociaciones con el Club de París), es admitido en todo tipo de foro económico sin que se le exija nada a cambio, y es un interlocutor confiable de cara a su política internacional en el norte africano y al sur del Río Grande. En otras palabras, los cubanos les importan un comino, y los franceses la tienen cada día más difícil para probar que tienen en cuenta las penurias que padece nuestro pueblo.

Esto es una historia tan vieja como hipócrita, pero que me viene a la mente ahora con las ofertas de granos que ha hecho Estados Unidos a Cuba para palear las pérdidas ocasionadas por el huracán Michele. Francia, la potencia anti-bloqueo a Cuba, se ha sentido afectada por la violación de ese bloqueo. Resulta que desde hace años este país se beneficiaba del trueque de azúcar por granos (al más burdo estilo soviético) con Cuba, y el hecho de que los americanos le vendan granos a Fidel les lastima ahora su negocio. Valdría preguntarse entonces: ¿Por qué tanta propaganda castrista en contra del embargo? ¿Por qué este estado defensor de los cubanos bloqueados se revela de pronto en contra de esta venta circunstancial y netamente de emergencia?

Las razones que lo explican puede que haga reír a algunos, pero revelan el cinismo francés. La envidia que siente esta extinta metrópoli por el desarrollo de los Estados Unidos se nutre de las protestas que hace su prensa por las injusticias que sólo notan fuera de sus fronteras. Según los más destacados políticos galos Estados Unidos compra a bajo precio la materia prima en Sudamérica para luego venderle los productos elaborados a un costo elevado. Pero no hace falta ser un leninista francés para constatar que la desigualdad comercial de Francia con África es aún peor, y que Cuba, en este caso también explotada como si fuera un país de analfabetos, se proclama su aliado al repudiar un supuesto oportunismo del competidor norteamericano como si ella no fuera también víctima.

Desde los disturbios de mayo 1968 en las calles de París, Guevara, Gadafi, Castro, Hussein, Marcos y ahora Bin Laden, son sin duda iconos titulares a defender en la República Francesa. Poco importa el asesino real que está detrás de cada uno de estos terroristas si los franceses ven en ellos un amor a la humanidad singularmente dogmático. Es eso lo que fascina al pueblo francés: “c`est le courage de l`homme qui sèst dressé contre les puissants en general, et les Etats-Unis en particulier”, como lo afirma un corresponsal de Le Monde sin que la vergüenza le invada tan siquiera el alma. Entonces, ¿qué hacer contra estos mitos que se revitalizan de una envidia tan grotesca como popular?

Apenas pasó un mes de los atentados de septiembre y la opinión pública francesa pasó de la emoción a la maldad. De esta forma, los Estados Unidos perdieron el estatuto de víctimas para recobrar en la prensa el papel de victimarios. Le Monde, como uno de los más serviles rotativos marxistas fue el primero en publicar las ideas de Eduardo Galeano (el burgues uruguayo cuya casa parece un palacio a las afueras de Montevideo) y Gabriel García Márquez (el millonario colombo-mexico-cubano de La Habana), de manera que la Operación Condor y la United Fruit Co. llegó a los ojos de los franceses para ocultar la ejecución de mujeres, o la amputación de los brazos y las piernas de los prisioneros de los talibanes en Afganistán.

Otro de los héroes noticiosos en Francia fue Hugo Chávez, quien menospreció la frase de George Bush cuando afirmaba “aquellos que no estén de nuestro lado [en la lucha contra el terrorismo] están contra nosotros”. Saber que es esta la verdadera política exterior de Francia y ver a Chirac y a Jospin ir de la mano a la iglesia a rezar por las víctimas de New York y Washington es, cuando menos, patético. Me los imagino a ambos leyendo un “Padre Nuestro” después de haber desayunado con el periódico “Liberación”, o ese titular en el que Hugo Chávez declaraba a Irak como un país modelo a seguir en el país venezolano.

Irónico resulta luego que el sindicalista francés, que tanto odia a los americanos, haya votado a favor de la construcción del EuroDisney, o envíe sin pudor a sus hijos a estudiar en Harvard. Más de 100 años de prebendas recibidas de los norteamericanos (entre ellas la de recobrar la libertad del nazismo) no se borran de un día para el otro y ello, a pesar de la apatía, el despecho, y la frustración que sienten estos sépticos por el desarrollo de los Estados Unidos. Y no ya por la potencia militar que ese país es, sino por todos y cada uno de los países de la América, mejor dotados en recursos naturales, mejor ubicados geográficamente respecto a esta locomotora económica mundial, y mejor preparados que esos vecinos árabes que como colonia sangrienta y hostil Francia ha heredado.

Mientras tanto, la protesta continua en Francia entre la huelga de los policías del sur y la de los controladores que han hecho del espacio aéreo europeo un caos similar al de su política interior. Huelgas, huelguitas o huelgotas, como si fuese lo único que son capaces de producir y coordinar. Entonces, para colmo de envidias, debe ser terrible para esa Francia de hoy, tan marxista como arcaica, que dos de los héroes más grandes que ha tenido la América del Sur hayan sido también admiradores del Norte. O que ambos, ya fuera Bolivar o Martí, hayan sido los más grandes detractores de su política expansionista y defensores de un sueño que sólo los Estados Unidos parece haber logrado: la libertad real y el derecho a ser feliz.


FIN


Carlos Wotzkow
Bienne, Diciembre 2001


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