AL BUEN VINO LO LLAMAN PAN Y AL PEOR DE LOS MENDRUGOS, VINO

por Carlos Wotzkow


No hay inferior ni superior ante Dios. El que sirve y sacrifica su voluntad sin preguntar, echa de sí la culpa en las manos de Dios. Pero el que yergue su voluntad y pretende evitar las cosas hostiles con su sabiduría, cae en tentación y es culpable."

Stefan Zweig


Suena el teléfono y veo, en la pantalla digitalizada que me previene del que llama, que se trata de un teléfono móvil de Madrid. Pienso en un buen amigo y le respondo "dime gallego, que tal la paella", pero una voz ronca similar a la de un fumador colegiado me saca del equívoco: "a ti, que tanta porquería escribes sobre España, te deberían volar la cabeza los de ETA. Y es que en España, a mis artículos los clasifican como "difamatorios", aún y cuando sus efectos resultan entre la gente común bastante positivos. En los Estados Unidos, los "liberales" aliados tradicionalmente a los progresistas de la recua de Bill Clinton, los llamarían artículos de extrema derecha, pero resulta que esa gente no habla más que un sólo idioma y entonces, me juzgan por ellos los castristas como autor "lleno de odio".

En Cuba (y entre los cubanos) la "prosa caliente" expresada en miles de ensayosquenadietepidió tiene un historial impresionante, pero en España, y por razones que no logro comprender (pero sin dudas perversas) eso de escribir lo que ellos exportan por la vía de su propia conducta se encuentra condenado al vituperio. De ahí que mis razonamientos sean pura "tergiversación" de la realidad española, o una insolente "simplificación" de la complejidad ibérica, o "la distorsión que busca hacerse notar", o simples "ganas de joder", etc.

No niego que algunos de mis artículos pudieran ser clasificados de petardos provocadores, pero no es menos cierto que los interesados en calificar mis textos no van, sólo por tener razón, a extinguirme el género. Y por qué debiera ser así, me pregunto, si el idealismo marxista, al fin y al cabo, no ha licenciado al terrorismo como método para alcanzar sus objetivos. Yo siento que hay motivos para deplorar la cobardía política española por dos razones fundamentales. En primer lugar, la tergiversación de las realidades impone al pueblo una aplastante carga emocional cuando todavía nadie ha querido calificar los hechos de forma concisa. En segundo lugar, ello denigra la inteligencia de millones de ciudadanos ávidos de escuchar la verdad sin ningún tipo de condescendencia.

La prueba (monstruosa por añadidura) es ese demócrata español que me molesta en mi propia casa, que está seguramente hasta las narices de ETA, pero que quisiera que fuera ella quien realizara otro trabajito más. Es vergonzoso que quien tanto daño le hace a España no sea nunca puesto en la mirilla de la justicia de ese país. Pero además, que lo clasifiquen de "político" junto a Muammar el-Gaddafi, Saddam Hussein y otros tantos asesinos, a la vez que negocian con él todo tipo tejemaneje para que, aún defendiendo abiertamente a ETA, ello no se haga público en el país que tanto luto le debe a esa banda criminal. ¡Que Dios los coja confesados!, o un poquito menos estúpidos al momento de morir.

Si los escritores adoptaran como norma ese término medio de mediocridad e incomprensión que tanto abunda en la prensa y en la política española, no sólo despreciaríamos a esa clase que gusta de llamarse "democrática española", sino que también le negaríamos su inteligencia y valga que lo aclare, un legado que no es en ningún sentido falso. Me han hecho partícipe (a través de los e-mails que me envían gente mucho más seria que yo) que todavía quedan en aquella península algunos intelectuales que se esfuerzan por incrementar el nivel de comprensión del pueblo. Y yo juro que se los creo, pero coño, ¡que publiquen pronto!

Dicho esto, siento que ya es hora de que comencemos a llamar a las cosas por su nombre. Las reglas para lograrlo son sencillas: nada de compromisos con el poder, nada de tolerar sus pequeñas o grandes ambigüedades o todo aquello que ellas tratan de ignorar. Eliminemos ese vocabulario puesto en moda que permite no sacrificar jamás nuestras ideas. Si seguimos lo anterior, el primer paso es el de relacionarnos con la opinión pública y ser vigorosos al momento de identificar quiénes son y quiénes no inflexibles a la hora de reconocer nuestro linaje político y la imagen ideológica de persuasión que utilizamos. El segundo paso, consiste en reconocer esa inflexibilidad como intolerancia (el lado obscuro del comunismo, que no deja de tener su dosis de hermandad con el fascismo) y clasificarla acorde a su historia y no en dependencia de ciertos intereses.

Es sorprendente buena la literatura socialista generada por Habermas*, pero me considero un biólogo liberal más unido al Rawls** europeo, tan ferviente como impenitente, y alejado del término liberal de los norteamericanos como mismo están los socialistas alemanes distanciados del término equitativo de Pol Pot. Los motivos que me hacen vomitar frente al socialismo marxista leninista son diversos, pero el primero es que yo nunca he servido como simulador. Sería un fiasco embarazoso en el gremio de los "proxenetas de la pobreza"*** como lo es su líder, el uruguayo Eduardo Galeano. Así las cosas, amo primariamente a la naturaleza por sus enigmas y luego a los hombres según sean capaces de resolverlos correctamente, ponerlos a su servicio sin perder tiempo, y reconocer que Dios les ayudó en algún que otro detalle.

Considero que hay que destacar el éxito de esa batalla de 80 años contra el comunismo (desde la revolución de Octubre) hasta la magnífica consumación de nuestro mayor triunfo político extendido por el efecto dominó desde la caída del muro de Berlín. Sin embargo, he de destacar nuestros fracasos puntuales: el estado lastimoso en el que se encuentra nuestra patria y la moral de nuestro pueblo, que es capaz de salir a las calles a gritar contra una ley que les ha salvado a muchos de sus padres, hijos y hermanos (La ley de ajuste cubano), y la perpetua desunión de nuestro exilio (vituperado también por casi todo el mundo) porque se une sólo cuando hay temas menos inmediatos a los que hacer frente y hace así el ridículo cuando menos falta hace.

He escrito de casi todo lo que me interesa y ahora, sin saber su utilidad (y los biólogos liberales debiéramos ser utilitarios en todo momento), y sin encontrar el momento adecuado (pues gracias a Dios no soy un perfecto español), llevo ya varios meses hablando del daño que ETA le causa a Cuba. Y es curioso, porque soy uno de los que cree que lo mejor de España radica en sus nacionalismos (el vasco incluido) y no en el "cartelito democrático" (o el vasallaje democrático ante la monarquía de Borbón, para decirlo de otra forma) seguido por socialistas y populares (contingencia frente a designio en la historia de la vida), y que no resulta un tema (y ni siquiera una falacia) interesante sobre el que escribir.

Cada vez que relego a un segundo plano a los españoles estos me miran como si yo fuera un pedante, cuando en realidad no soy más que un hombre que utiliza la coherencia para integrar temas dispares y de gamas no siempre válidas para sacar algún partido. Por ejemplo, la bala que en 1987 no pude meter en la cabeza de Fidel Castro cuando acudía al aeropuerto José Martí a recibir a Dos Santos, y que me llevó por azar a las mazmorras de Villa Marista, ha sido el vehículo que he utilizado para saber que cada año que paso escribiendo en el exilio yo he ganado más que él. La verdadera razón de vivir, y esto es algo que sólo puede pensarse fuera de un país como Cuba, es la extensión que guarda el término "libertad". Ese estado tan maravilloso nos da una fuerza que ningún arsenal puede limitar y el día que los terroristas comunistas del país vasco así lo entiendan, entonces comprenderán lo inútil que ha sido su macabra campaña de exterminio.

Por otra parte, es una pena que la última víctima de ETA en Cataluña haya tenido como despedida un discurso tan absurdo. Nada me une a ese hombre, luego entonces, nada me hace sentir pena por él. Pero en cambio, pena daba su colega de trabajo (quizás una socialista, o tal vez una afiliada con Izquierda Unida), tildando a los asesinos de "fascistas". Me imaginé a Fidel Castro riéndose de oreja a oreja de Jaime Mayor Oreja. La mala costumbre impide al ciudadano español el catalogar correctamente a los esbirros y lo políticamente correcto (en la mayoría de los casos una postura fétida e hipócrita ante la moral y la ética) impide a sus dirigentes llamar a ETA terroristas de izquierda, comunistas asesinos, y otros tantos calificativos más apropiados en virtud de la verdad. Y ustedes me dirán: sí, pero es que con ETA no se acaba con sólo cambiar el nombre. Y entonces yo diré: sí pero con la historia clínica en la mano y el agente patógeno previamente identificado se enfrenta uno más rápido a la infección.

El exilio cubano no ha podido acabar con Castro, y yo dudo que seamos capaces de causar un daño permanente a sus creyentes por el mundo. Pero en cambio, sí que podemos desligarnos de ellos y entonces, esa parte de la sociedad cubana que formamos puede emitir cien suspiros de alivio en cada victoria de conciencia que ganamos. El día que José María Aznar reconozca públicamente que ETA es un movimiento de izquierda verá que hay más compromisos establecidos entre la banda terrorista e "Izquierda Unida" que entre esta y el "Partido Nacionalista Vasco". El día en que la sociedad española sea informada de que en Cuba ETA es entrenada, equipada y protegida, el pueblo le devolverá por la fuerza la vergüenza que han perdido algunos inversores.

El día en que estas dos simples ideas sean discutidas por el Parlamento Europeo comenzará para el régimen de Castro un bloqueo al estilo sudafricano. O sea, un embargo sostenido y respetado por la base moral de esas sociedades en contra del terrorismo. El día en que comprendamos que el terrorismo humano no es frágil en su propia escala de tiempo (porque esta es idéntica a la nuestra) y nos demos cuenta que los lastimosos no serán nunca buenos administradores a mediano o a largo plazo, ese día aprenderemos cómo salvarnos a nosotros mismos de nuestra propia temeridad humana.

Al extremismo comunista no puede combatírsele con arengas bolcheviques y manifestaciones similares a las de Francia en mayo del 68. Hartos estamos de oír hablar de la ética social de la democracia y de propuestas y de pactos y de diálogos y de estrategias comunes que sólo toman la abstracta majestad del mismo imperativo categórico marxista. Se necesita algo más simple y práctico, se necesita una versión más útil y moderna de aplicar los principios morales: se necesita del egoísmo puro y de esa doctrina que emana del egoísmo imponiendo la estabilidad a partir del respeto mutuo. Si pretendemos tratar a los etarras como nos tratamos a nosotros mismos, nadie logrará aplacar su sed de dejarnos sufrir el miedo y vivir a duras penas.

Que los españoles no quieran creer lo que les dice un cubano por complejos e intereses creados es algo comprensible, pero que se invierta tanto dinero en Cuba y que se sigan manteniendo las mejores relaciones con aquel Estado terrorista, sólo para no perder el dinero allí invertido, es algo más mugriento que económico. El ciudadano español debiera ser informado de todo esto. El ciudadano español debiera llamar pan al pan y al vino vino. El ciudadano español debe saber que Aznar, que Matutes, que Rodrigo Rato, que Mayor Oreja, y que toda esa camarilla "popular" lo sabe todo, pero nada dicen. El ciudadano español debiera exigirle coherencia a su gobierno y que no se coquetee más con Castro. El ciudadano español debe exigir que se le llamen terroristas de izquierda a los miembros de ETA y que si a Pinochet y a Somoza les pega el calificativo de dictadores, que a Castro no lo protejan entre bastidores.

El ciudadano español debe dejar la imbecilidad de salir a las calles hasta tanto no hayan descubierto a quién van a denunciar y contra quienes van a protestar. El ciudadano español debe dejarse de payasadas y reconocer que el pueblo español no existe, que quien verdaderamente existe es el pueblo catalán, el pueblo vasco, el pueblo asturiano, el gallego, el andaluz y así, todos los pueblos que conforman España y todos tan válidos e importantes como el mejor. El pueblo español, ese eufemismo creado por la lengua académica española, o por personajes al estilo del Cid, debe dejar de sorprenderse con mi cinismo si algún día quiere tener cierto reconocimiento verdaderamente popular.

De nada vale enseñarle a un pueblo que los norteamericanos devuelven a los haitianos, si no se les dice que ellos también hacen los mismo y de forma más violenta con los negros africanos. De nada vale que digan que "en Cuba se perdió más" si esa pérdida no incluye todavía el respeto que se merecen los cubanos. Esa dicotomía de pacotilla parece a primera vista favorable a España. Sacraliza lo español como algo puro y ajeno a las grandes porquerías de la vida. Exalta a lo español para descubrir la verdad a toda costa en lo español, mientras que las instituciones sociales y biológicas quedan relegadas al plano de adivinanzas. Por eso sus héroes, en los malos tiempos, son verdaderos mártires del terrorismo, o, en los tiempos mejores, se irritan como lo hace Aznar: contra un mal al que dan la espalda en Cuba y al que les ha dado por llamar fascismo.

El día en que la fama, el honor, el orgullo y la preeminencia ibérica sean basura frente al afecto y la solidaridad entre las distintas comunidades autónomas, ese día, ETA se extinguirá. De lo contrario son muchos los que faltan por asesinar y muchos serán mis momentos de pena, no ya por el muerto, al que no me une nada, sino por su colega de trabajo que ya habrá blasfemado durante su discurso muchas veces sin llegar a entender, el pobre, quien es el que lo ha privado de su amigo. Desde hace varios meses hay en Cuba tres periodistas españoles presos por los cuales Aznar no mueve ni una ficha. Ayer cayeron dos políticos checos en las manos de la inquisición cubana, pero Aznar, que tanto le gusta defender a Europa en ese parlamento, de la locura de su adorado líder máximo no dijo nada. Pues bien, llame usted al terrorismo como quiera, calle ante la barbarie tanto como guste, y acuse a sus contrarios con mentiras y difamación. Ya habrá quien un día le corrija el verbo y les recuerde el acto cuando menos se lo espere.


Carlos Wotzkow
gundlachi@hotmail.com

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Bienne, Enero 2001

Citas

* Habermas, Jürgen (1998): Facticidad y Validez. Sobre el derecho y el estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso. Editorial Trotta. 689 pp.

** Habernas, J. y J. Rawls (1996): Debate sobre el liberalismo político. Paidós. Pensamiento Contemporáneo 45. 181 pp.

*** El término "Proxeneta de la Pobreza" ha sido tomado de un título de mí colega y compatriota Marcelo Fernández-Zayas.

Revista Electrónica Guaracabuya. Diciembre 2000
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