CASTRO Y ETA ESPAÑOL QUE NO LEE, CABEZON QUE NO APRENDE

por Carlos Wotzkow


"¿Tu verdad? no, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guardatela."


Antonio Machado

Hace aproximadamente unos dos años acabó con mi paciencia un titular y una noticia en Radio Televisión Española. Desde entonces, dediqué una parte de mi tiempo a mostrarle a los cubanos de que eran capaces algunos españoles y su prensa con tal de desprestigiar al exilio cubano y desviar así la atención sobre la ayuda directa e indirecta que ellos le prestaban al régimen de Fidel Castro. Desde entonces repito, empecé una serie de artículos, tan irónicos como agresivos, que pretendían lograr el equilibrio y poner un freno al comentario insidioso, a la comparación mezquina, y al orgullo pomposo y desmedido de esos españoles respecto a nosotros, los cubanos. Hoy, sino fuera por la solidaridad abierta que el gobierno de Castro ha dado a ETA en Panamá, no creo que esos comentarios hubiesen disminuido.

Durante todo este tiempo, debo aclararlo, recibí la crítica constructiva de no pocos amigos españoles y cubanos que, estando de acuerdo conmigo no coincidían en mi forma de plantear los hechos. De igual forma, recibí el elogio de una buena parte del exilio y de gente desconocida a la que de poder contactar agradecería su valioso estímulo. Sin embargo, para desánimo de unos y alegría de los otros, yo no pude cambiar mi estilo a la hora de atacar a esa prensa podrida que miente a la sociedad española, y que está llena de personajes inflados y de imbéciles que se creen caballeros de armadura y aventura, cuando en realidad no resultaban más que símbolos del servilismo más arcaico que uno pudiese imaginar.

Hace aproximadamente dos años alerté, en una de mis primeras críticas, que dialogar y negociar con Fidel Castro equivalía a ponerse la soga al cuello y hoy, las relaciones que Fidel impone a España es la prueba de lo que antes afirmé. Sol Meliá, Tabacalera S.A. y otras 73 empresas españolas (excluyendo las vascas que gozan en Cuba de una protección más que económica, ideológica) comenzaron a trabajar al servicio de un dogma en el que ellas jamás hubieran podido desarrollarse. Esas empresas, y todos sus hombres de negocios apañados en Europa por su visión del libre mercado, empezaron pronto en Cuba a sustentar el esclavismo extraterritorial (mañana dirán que no lo sabían), comenzaron a secundar el antiimperialismo socialista (luego nos jurarán que estaban mal informados), y finalmente se pusieron de parte del tirano a desprestigiar a un exilio que llevaba ya 4 décadas oponiéndose moral y físicamente a negociar con un tirano de sabida ideología terrorista.

En todo este tiempo no hubo un sólo español que, sin caer en las estupideces típicas (defensa por la Fiesta Nacional, o acicate a favor de la cizaña entre cubanos) lograra convencerme de mi error de enfoque. Y mira que los hubo insultantes, como también abundaron los que, sin saber como uno piensa y sin paciencia para leer lo que uno ha escrito, o quién ha dicho lo que yo había escrito, resultaban doblemente atorrantes. Como era de esperarse, hubo de todo un poco en esta polémica levantada en torno a la política española respecto a Cuba y no faltó el que me aceptara que la madre patria era una puta que se acostaba con el asesino de sus hijos, pero a la que había que respetar por ser su madre. Pensé entonces en esos tres periodistas españoles encarcelados en las mazmorras de Cuba y me dije... ¡que pena!

Soy consciente de que en mi lucha por contrarrestar a la mala prensa española, o en mi afán por desenmascarar la política oportunista de José María Aznar, o en mi deseo de hacer conocer a todos los cubanos cómo es que hablan de nosotros algunos medios informativos en España, muchas veces generalicé. Por ese error, cometido bajo los influjos de una pasión desinhibida por Cuba, pido a todos mil perdones. Pido perdón a mis amigos españoles (ecólogos la mayoría, pero nunca ecologistas), pido perdón a periódicos como La Razón (leído en Suiza sólo gracias a internet), pido perdón a todos los cubanos que de una forma u otra han progresado en España (a pesar de los pesares y algunos españoles), y pido perdón a todo el que se haya sentido aludido o molestado con un tema tan repetido como improductivo.

Por otra parte, sobran palabras para demostrar que tengo amigos en España. Tuve bellísimos amores españoles y tengo familia linda y abundante entre los bosques y los acantilados asturianos. Pero mis amigos, mis amantes, o mis familiares jamás han llorado con el "Cantar del Mio Cid", ni nunca han estado de acuerdo con esa tendencia que tienen sus hombres de negocio a destruir naturaleza por un fajo de billetes. Mis amigos detestan tanto como yo la destrucción de Cayo Coco, el fin de la entomofauna cubana con tal de no sentir la picadura de un mosquito, o el trabajo "voluntario" al que someten a miles de adolescentes en Cuba para que Tabacalera reciba más ganancias con sus ventas de cigarros. En otras palabras, mis amigos españoles consideran tan asesino a Fidel Castro como a Franco, ni más ni menos.

Por suerte, la historia y el día a día de estas extrañas relaciones hispano-cubanas me va dando la razón y los malos españoles van cayendo en el ridículo. Ya se les apareció un arrogante Juantorena y les gritó allí mismo, en su propio patio, que si buscaban pelea la iban a encontrar. Con lo que se demostró una vez más que hasta un rey español puede ser un bufón de Castro si no aprende a negociar con semejantes despropósitos congénitos del sistema totalitario. Los que a mediados de 1999 decían que ya estaban reconquistando Cuba hoy se dan cuenta que han caído prisioneros. Que Fidel Castro los chantajeó una y otra vez hasta convertirlos en "siseñol". "El consejo – decía Quevedo – bueno es, pero creo que de las medicinas es la que menos gusta." Y ahí están los inversionistas españoles en Cuba para demostrárnoslo con otra frase de ese mismo ilustre que les advertía en 1623: "Reclamar deudas a un ingrato, es solicitar peligro para el bienhechor."

He dedicado un año a esto y no he cobrado un céntimo por defender a Cuba. Pena si lo hubiese hecho. He dedicado una buena parte de mi tiempo a defender al exilio cubano y no han sido pocos los que me han acusado de atacarlo. Pena si lo hubiese hecho. Pero ocurre que la economía y la política han de andar unidas y ya es hora que yo deje a un lado el tema. "Cubriendo y Descubriendo" es el libro prueba de todos mis desvelos y el origen, según mis detractores, de todas mis vilezas y veneno. Que cada cual lo juzgue como quiera que a lo que a mí respecta vale más una alerta a tiempo que una alarma eterna no escuchada.

Cuando los medios de difusión españoles no daban a vasto para cubrir las noticias del pequeño Elían González, esa misma prensa española sólo sacaba a colación el caso de una familia española desunida por el odio de Fidel Castro. De la familia de José Cohen y de otros 53 casos similares, tal vez por ser un apellido de origen judío, o tratarse de ciudadanos cubanos, nadie se ocupó. Cuando la Comisión Europea daba acuse de recibo y prometía investigar los argumentos de la carta enviada por el Profesor Pita Santos a favor de los cubanos retenidos en Barajas, la televisión española nos pintaba como humana su política de inmigración. Nada, que es como para reírse (si no estuvieran en juego la vida de esos compatriotas) el ver como reaccionan esos medios de difusión dirigidos por Ferrari.

Doy gracias a los dos grupos de lectores por tomarse el tiempo de leer aunque fuera mis arengas huecas, pero me retiro del tema de los españoles, no ya por resultarme demasiado aburrido (que lo es), sino porque quien dedica demasiado tiempo a tales miserias termina complaciéndose con ellas. Dejémosles entonces disfrutando a Cuba, dejémosle repartirse el botín que les ha vendido Castro, pero no olvidemos ni un segundo a quien ha sido nuestro principal destinatario. No nos olvidemos de la juventud cubana cuyo bienestar no podrá conseguirse únicamente con un crecimiento económico. No es sólo por eso por lo que ha empezado esta pelea, puesto que no se aspira a que el cubano apenas tenga más, sino a que sea más.

Anteayer Castro rechazó condenar el terrorismo de ETA y ayer mismo así lo quiso reafirmar. Entonces lo repito: no se trata aquí de extraer una declaración, una promesa, o una firma de Castro, que ya todos sabemos para que vale; sino de vetar sus palabras hasta por decreto. Ya vimos hacia dónde corren los etarras a pedir asilo cada vez que tienen problemas con la policía (a la embajada de Cuba en Madrid), ya vimos dónde es que gozan de mayor impunidad y dónde tienen una oficina abierta (en La Habana), y ya poco falta para que los inversionistas en la isla le paguen a Castro el mantenérselos tranquilos. Mientras tanto, las víctimas del terrorismo siguen sin saber porque José María Aznar les da el pésame y acaricia la mejilla con la misma mano que le da la mano al mismo que ordenó el cruel asesinato.

Desde que Cuba se negó a condenar a ETA, "El País", que poco le importaba la suerte de los ciudadanos españoles en Cuba, ha empezado a condenar a Castro. Ahora se sabe que hay tres periodistas españoles presos en Cuba por tratar de publicar la verdad. Ahora se sabe que esas ovejas negras de la democracia española no estaban en plan para acercarlas a cumplir su condena en casa. ¿No es acaso una vergüenza esta desvergüenza de los medios informativos de la dictablanda de José María Aznar? Desde que Castro votó por ETA en la cumbre iberoamericana la prensa castrista de España le vira la cara, o le saca en cara "Los 500 millones de la Begún"... o mejor dicho, los 500 millones de mentiras y traiciones contra sus inversionistas, sus mejores contribuyentes. Y si hay algo más que se me olvide, entre tantos y tantos pecados señoriales, que me ilustre ahora el Cid, o Rocinante.

Para finalizar valga que lo repita una vez más. Ningún trato distinguido hacia el régimen de La Habana, ni ninguna bufonería ibérica, favorecerá una transición pacífica a la democracia. De todos esos gestos, de todas esas deferencias, de toda esa servidumbre expresada en zetas, el dictador sacará tema para la sorna, para el oportunismo y para la crítica anticolonialista cada vez que le venga en gana. Fidel, que ironía, quizás invitó a Cuba al rey que un día él mismo ordenó matar. Y todos ustedes reaccionarán, es que eres demasiado temerario Carlos, y hay cosas que no debieras afirmar. Pero la historia terrorista de Fidel Castro es tan larga y tan sofisticada que hoy por hoy es poco lo que se pudiera descartar. Mis amigos españoles ya lo saben y por ello, complacido estoy. Hay un viejo Odù Yoruba que reza: "Si no sabes nadar, trata de no caer al río" y en cuanto a Cuba se refiere mucho peor, pues los que no están secos estarán muy bien contaminados.


Carlos Wotzkow

gundlachi@hotmail.com
Bienne, Noviembre 2000

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