Cuba y el CITES: nuestra fauna en la subastaby Carlos Wotzkow
CITES está amenazada. La Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas está en peligro de desaparecer, entre otras traiciones, por culpa de la ambición de Cuba. No se trata de una demanda racional, sino nada más y nada menos que de vender a Japón las 6,5 toneladas de conchas de carey que ya tienen almacenadas y obtener el permiso para capturar 500 ejemplares más cada año. Desde que el gobierno cubano firmó el tratado en Abril 20 de 1990, la isla no ha cesado de exportar su fauna de manera incontrolada y amparándose en las numerosas lagunas legales de las que adolece dicho instrumento internacional. Por suerte, Cuba ha perdido esta vez la cruzada, pero estuvo cerca de ganarla gracias al apoyo de 66 países que destruyen en la misma medida que el nuestro. Veamos entonces, algunos de los datos que se deben denunciar. La primera de las especies afectadas desde la creación del CITES, pero sacrificadas en Cuba en grado superlativo dada la crisis económica que afectaba a la isla en aquellos años, fue el cocodrilo endémico cubano. Un reptil al que los especialistas de la Ciénaga de Zapata nunca pudieron evaluar sus poblaciones naturales, y el cual se exporta hoy como si se tratara de animales criados en cautividad en el ya conocido, pequeño, y abandonado, criadero del embarcadero de La Boca, al sur de Matanzas. Una de las estrategias de las que se ha valido el régimen cubano para conseguir los permisos de exportación ha sido la de capturar individuos libres y mantenerlos en cautiverio hasta que la mutación de sus "espinas" caudales cicatrizaran, y de manera tal que su piel llevara la marca que garantizaba su crecimiento en cautividad. El otro método bien conocido por aquellos que trabajamos en el sector científico, ha sido la exportación de pieles confiscadas en Cuba y provenientes de Sudamérica mediante la edición de nuevos documentos que los acreditan como Cocodrilos babilla, una especie introducida en Isla de Pinos. Para sorpresa de los amantes de la naturaleza, Cuba es hoy día el principal país exportador de delfines en el mundo. De la cuota de 15 delfines al año que CITES autorizó, el gobierno de la isla ha hecho caso omiso y prácticamente triplica esa cantidad. Suiza, por ejemplo, tuvo que protestar ante la exportación de estos mamíferos marinos, pues la agencia cubana que se encarga de venderlos, no se interesaba tan siquiera en las condiciones de cautividad en la que iban a ser mantenidas estas bellísimas criaturas1. Con los cateyes, los arácnidos, las mariposas y un sinnúmero de especies pequeñas, pero también amenazadas, la situación es peor. Las aduanas cubanas están alertadas de no confiscar especies que puedan molestar a los turistas que las han comprado, pues esto traería un efecto desastroso al turismo de masas que el régimen de La Habana necesita. De esta forma, conozco de la exportación de grandes lotes de cotorras cubanas vía la República Checa a las que sus traficantes declararon criadas en cautividad, pero sin que nadie pudiera mostrar esos centros de cría a las autoridades europeas que las confiscaron2. En el caso de las tortugas marinas la cruzada más que obtusa es impenitente. Mis amistades en la isla no cesan de enviarme datos que dejarían a cualquier ecologista lívido por indignación. Además de conocerse que Cuba exportó un inmenso lote de conchas de Carey confiscadas en La Habana y procedentes de Costa Rica, lo que constituye una violación fragante y harto denunciada por la Convención2, la flota cubana de pesca, y en especial, los barcos con base en Batabanó, han sido instruidos de capturar esta especie de tortuga en la época de su reproducción. El efecto devastador de uno de estos barcos llamado "Ferrocemento 94", lo pude apreciar yo en 1981. En apenas una temporada de cría este pesquero capturó con sus redes de deriva unas 232 tortugas marinas. Sin embargo, no todos estos individuos tenían la talla comercial, ni eran ejemplares extraídos de la plataforma insular cubana. Por el contrario, eran individuos recién liberados de los criaderos de las islas Caimán, con una media de 40 cm de longitud, y a los que se les daba muerte para enviarlos más tarde a taxidermia. La prueba más demoledora que yo pueda aportar aquí la conforma entonces un juvenil de carey de 30 cm marcado con el número KY 2185 de Gran Caimán y capturado por Carlos Fundora Martínez al sur de Cayo Tablones, y una tortuga verde de 31,5 cm marcada con el número KY 4943 procedente del mismo origen y colectada a 10 km al sur de las Tunas de Zaza por Octavio Pérez Oropeza. Dos ejemplares pequeños a los que Cuba sacrificó indiferente del país que con tanto esmero los crió. En Cayo Largo del Sur, las sesiones de playeo (captura que se realiza a pie de aquellos individuos que ascienden a la playa para depositar sus huevos) fueron, durante los años 1975 – 1982, una tarea en la que incluso invitaban a participar a los turistas de vacaciones en aquel islote. La protesta de algunos biólogos extranjeros, o de algunos amantes de la naturaleza fue lo que decretó su exclusión en esa actividad, pero no un alto a su colecta nocturna. Sin que nadie pusiera límites, y eso lo viví yo, en Cayo Largo se capturaban entre 5 y 6 tortugas verdes, 1 o 2 careyes, y algún que otro tinglado o caguama en cada noche de playeo. Ahora vuelve a sonar la alarma en Nairobi, Kenya, pero la desastrosa política ambiental del gobierno cubano no va a ser detenida por una simple moción de censura, o por una prohibición emanada de dicha reunión. Cuba, diga lo que le diga ese organismo, seguirá violando al CITES porque sabe, y esto es vox populi en los pasillos de esa organización afincada en Ginebra, que es mejor tener a Cuba dentro violando, que dejarla fuera y sin control. Si a alguien le parece desmedido lo que he dicho, que vaya entonces y exija las entradas ilegales de fauna cubana en España. Sólo con analizar el número o el tipo de las especies involucradas, y el silencio de ambos estados al respecto, se establece que hay complicidad. Entre Abril de 1994 y Diciembre de 1995, España importó desde Cuba un número no determinado de cotorras, reptiles, búhos, placas y tortugas marinas completas disecadas, pieles de cocodrilos y aguántense, no vaya a ser que se me caigan: ¡colmillos de elefantes!3 Sí, como lo han leído, colmillos de elefantes, extraídos de Angola durante la guerra, o confiscados a los generales que cayeron en desgracia como el caso del General Ochoa. Cuba es hoy día un exportador de marfil y España, su principal socio comercial en este tráfico ilegal, paga esta preferencia con silencio. Desde Vietnam hasta Sudáfrica, todos los estados a los que pedí colaboración para ver hasta dónde llegaba el comercio de las especies cubanas me brindaron su apoyo, pero España, el principal cómplice de Cuba en burlarse de esta convención internacional, respondió con dos grotescas evasivas. Un buen día sabremos hasta dónde llega la colaboración, incluso de CITES, para no dejar de existir como organización. De momento valga que diga que en el mercado negro de la fauna hay quien habla hasta de permitirlo para no caer mal. Este es el caso de Nicholas Mrosovsky, el experto británico en tortugas marinas que ahora se muestra favorable a Cuba4, y a quien el gobierno de esa isla dejaría sin visa de entrada sino ataca la posición de los Estados Unidos de vetar semejante explotación a un recurso tan escaso. FIN Carlos Wozkow Bienne Abril 2000 * Carta evasiva del CITES (Genève) al autor de este trabajo 1.- Wotzkow, Carlos (1998): El mar en venta: el negocio de la naturaleza. En Natumaleza Cubana. Ediciones Universal, Miami pp 227-232. 2.- CITES (1994): Review of alleged infractions and other problems of implementation of the Convention. Doc. 9. 22. Ninth Meeting of the Conference of the Parties, Fort Lauderdale, USA, 7 to 18 Nov. 1994., 101 pp 3.- CITES (1997): Review of alleged infractions and other problems of implementation of the Convention. Doc. 10. 28. Tenth Meeting of the Conference of the Parties, Harare, Zimbabwe, 9 to 20 June. 1997., 70 pp.
4.- Nuttall, Nick (2000): Rare species trade ban under threat. The Times
Tuesday, April 11, 2000. p 4 M.
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