EL HIMNO DE LOS CUBANOS

"Niño, estoy tratando de explicarte que ser un hombre no significa llevar una cola delante. Significa ser una persona. El corazón y el cerebro no tienen sexo y tampoco la conducta. Te pediré tan solo que explotes bien el milagro de haber nacido y que no cedas nunca a la cobardía, que es una bestia que está siempre al acecho. Nos muerde a todos y son pocos los que no se dejan despedazar por ella en nombre de la prudencia, la conveniencia y a veces de la sensatez."

Oriana Fallaci

A él, ese emigrante enemigo eterno del miedo y la mediocridad popular.

Cada vez que veo esas grandes concentraciones en Cuba, país y pueblo que conozco, me pregunto si en los demás países notarán lo que yo noto. No pasa de ser un motivo de pena y sorpresa el que haya tanta gente imbécil y ridícula en mi patria y que yo, enemigo de todo tipo de concentración popular, allí haya crecido. La primera gran manifestación que yo recuerde tuvo que ver con un avión cubano al que algún loco enajenado puso una bomba para acabar con la vida de decenas de cubanos que quizás hoy coincidirían con él en su lucha (no en sus métodos) contra el comunismo. Una buena parte de los allí presentes han olvidado ya porque gritaban, otros han querido olvidar que allí estuvieron y el resto, está en la otra orilla manifestándose a favor del dictador que los mandó a remar.

Ese cubano, volvía a las calles una y otra vez empujado no por una obligación moral, ni por una coacción política irresistible, sino por la falta de seguridad que le entraña el no seguir como un cordero a ciertos grupos de su sociedad. Así vimos caras de odio y escuchamos voces roncas en la 5ta avenida de La Habana durante los incidentes de la embajada del Perú, como mismo las vimos similares (si acaso no eran las mismas), rojas y desgañitadas protestando contra todo el que se iba de Cuba con coraje y determinación, e intentando demostrar un fervor que nadie (ni siquiera ellos) se podía ya creer. Y claro, a quien vi perdiendo el tiempo miserablemente en Cuba, jamás lo vi holgazaneando sin ganar un dólar para alimentar a su familia en esa pujante ciudad de Miami, ni en ningún sitio en la Florida.

La confianza en la democracia y la economía de mercado es algo en lo que todos creen a partir del momento en que empiezan a disfrutarlo. Esto es así, aun y cuando el himno y el discurso del cubano continúen siendo los mismos cánticos aburridos y falsos en aras de exaltar su solidaridad. Miren sino estos ejemplos. El ruinoso bastión de la moral socialista, ampliamente difundido como una suerte de puritanismo proletario, ejerce la persecución de todos aquellos que rechazan el igualitarismo a ultranza. En Cuba, lo importante para el cubano de hoy es denunciar aquello que le molesta (en este caso la moral de la responsabilidad y el trabajo) para reemplazarlo por aquello que el castrismo le inculcó mejor: el goce improductivo logrado gracias al dinero ajeno.

A Suiza llegan hoy cubanos de esta estirpe. Son los que apenas salen de Cuba y ya preguntan cuándo pueden regresar. Son los que vienen a pedir asilo político aprovechando la coyuntura inhumana del castrismo, pero sin que a ellos le moleste esa barba en lo más mínimo. Son los que durante el proceso de asilo te ubican en tu sitio: a mí la política me importa un pito, yo vine aquí para bailar, comer bien y pavonear. Son los que se casan y renuncian al asilo para poder viajar a Cuba y representar en ella a los reyes magos. Son los que van a La Habana cargados de regalos (que les compró la esposa suiza que trabaja) para que allá todos vean lo exitosos que han sido en el capitalismo. Y son, que dudas quedan, los mejores ayudantes indirectos del castrismo. Gente a la que no les interesa ni Cuba ni los cubanos, y para quienes la libertad individual engendra sólo un egoísmo cargado de nacionalismo oportunista.

Es ese el himno del cubano. Un himno cargado de alarde que oculta el estado de tutela en que se encuentra. Y entonces, cuando va a la manifestación para reclamar sangre por el regreso inmediato del niño Elian, deja ver lo que en realidad él es: un guiñapo que no se atreve a usar su razón sin la ayuda de una guía externa. El hombre nuevo que formó el asesino de Guevara funciona así: hay que aprovecharse de la ingenuidad de nuestros anfitriones, hay que utilizar su dinero y buscarlo como sea para combatir a sus instituciones, para rechazar la tradición, la lengua y el concepto de familia, para cuestionar el estado de derecho que los ha hecho ricos moral, económica y espiritualmente, y para intentar poner en jaque a esa sociedad abierta que él no entiende porque todavía le falta mucho para aprender a respetar y ser humilde.

Para esos cubanos que hoy exporta Castro, el himno ya ha sido programado. La única forma de cambiar una sociedad no puede ser cambiar su forma de mirarla, ni tiene porque implicar una renuncia de nuestros valores éticos y morales. La única manera para que esos cubanos se sientan bien en el exilio es uniéndose a aquellos que allí lo quisieran transformar todo. Y la única manera de obtener una visa de entrada en Cuba para visitar a mamá y a papá es apoyando a los que allí ya cumplen órdenes de barrer a las instituciones más tradicionales para crear una opinión social solidaria con la dictadura del proletariado. El exilio ha pasado a ser hoy un sitio muy contaminado, pero por fortuna, todavía hay aquí muchos que con experiencia nos alertan a dónde conducen semejantes engendros fidelistas.


FIN


Carlos Wotzkow
Bienne, Enero del 2000


Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

www.amigospais-guaracabuya.org