La familia de los cubanos"The basic question here, as it was in my case, remains: Should parents have the right to choose for their children a future in which the posibility of freedom is foreclosed? In my case, the federal courts ultimately held that parenthal rights are not absolute and that children are entitled to the same protection from persecution as adults."Walter Polovchak A todos los niños asesinados, maltratados o privados injustamente de sus padres. A la familia cubana: la institución que Castro ha querido siempre destruir. Todos los cubanos sabemos cuanto a luchado Fidel Castro por acabar con ese refugio impenetrable que representa la familia a su política de cizaña y odio. La explicación a esa guerra nos la da su propio caso. Hijo del adulterio entre un gallego esclavista y su sirvienta, Castro es medio hermano por parte de padre de Lydia y Pedro Emilio (el loco), hermano casi seguro de Ramón, y hermano por parte de madre, pero de desconocido padre, de Raúl. Padre él mismo de unos cuantos hijos reconocidos (sólo si eran varones), hay algo extraño que en la vida de Fidel que lo ha llevado a despreciar siempre a la mujer. A su madre, a sus hermanas, y a su propia hija, les negó el entierro digno, el habla, y hasta el apoyo paternal, pero aquellas mujeres con las que se acostó, o a todas las que él creyó haber hecho madres, el machango les prohibió existir y nadie sabe nada de ellas. ¿Vivirán, o las habrá matado... el parto? En la década del 60, Fidel separó a miles de familias para mandar a sus hijos (aun niños) a alfabetizar. El plan, que sustituía un proyecto católico que ya daba magníficos resultados (el 70% de los analfabetos estaban en camino a dejar de serlo), trajo consigo innumerables abusos de adolescentes que, en pago a su papel de educadoras, regresaron a casa embarazadas y sin apoyo estatal que les facilitara enfrentar su situación de madres solteras. En los 70, la militarización de la sociedad obligó a miles de madres cubanas a mandar hacia la libertad a sus hijos varones sin que hubiesen llegado a alcanzar la pubertad. Con ello, se salvaron en Cuba miles de vidas que serían muy pronto reclutadas para hacer la guerra. La Operación Peter Pan (1960-62), cuyo estímulo directo resultó ser el comunismo, es algo que Alarcón no quiso recordar al hablar en CNN del derecho elemental de la familia. Ese derecho, ya de por sí cruel porque la Cuba de Castro no es una sociedad de derechos sino de obligaciones, apela a la justicia norteamericana para que esta ordene que el niño Elian González sea educado en un régimen de odio. Sí, en el odio que hace que algunos padres camuflen su cobardía deseando públicamente el infierno y el sacrificio eterno para el hijo propio. Y entonces, esa familia cubana tan maltratada por la dictadura de Fidel, quieren convertirla ahora en un arma política de presión: muerta la escoria (la madre), el futuro de su hijo pertenece por entero al socialismo y su papá, así ha dicho (en Cuba) que lo quiere. Pero ¿y los derechos de los niños asesinados en el remolcador 13 de marzo?, ¿y los derechos de mis hijas Emmylou y Jessica a las que Castro retuvo como rehenes durante 3 años para que no pudieran reunificarse con su padre? ¿Cuál es el amor a la familia de los huérfanos que el castrismo a dejado en el camino? ¿Estarán acaso contentos los niños cubanos cuyos padres murieron exportando el comunismo en Africa o Sudamérica? ¿De que derecho familiar habla Alarcón? Alina Fernández no ha sido tan siquiera reconocida por su padre y ahora este sátrapa se las da de padre lastimado y protector. ¿No será acaso que para tener derecho a los beneficios de la patria potestad hay que ser primero macho (o sea, un soldado potencial) y luego miembro del Partido Comunista en Cuba? Y si el padre lo quiere tanto y él adora tanto al padre (como se dice delante de los uniformados), ¿por qué no dejan salir de Cuba al papá para que vaya a buscarlo? ¿Por qué Fidel no quiere dejar que Juan Miguel González toque suelo americano y reclame allí enérgicamente a su hijo y lo acompañe luego de regreso hasta su casa de Cárdenas? ¿No será que tienen miedo que sea el padre el que pida protección al hijo? Temen con razón. Vil es que usen a esa criatura para defender un derecho miles de veces ignorado. La dictadura de Castro no puede abogar por defender un derecho que ha estado violando durante 40 años: el derecho de la reunificación familiar. De aberración humana ha de calificarse el que Castro utilice a ese niño como bandera de guerra cuando sus guardacostas los dejaron zozobrar en un mar completamente inhóspito. Nadie mejor que Castro sabe de qué y de quién escapaba esa madre con su hijo. Nadie mejor que la Asamblea Nacional de Cuba para saber que su presidente miente. ¿Cuál fue la preocupación del sátrapa cuando los niños de aquel remolcador dejaron de existir? Una: defender el derecho de los trabajadores portuarios a asesinar decenas de cubanos por haberles robado un barco que, por añadidura, ellos mismos hundieron. ¡Infame! Carmen Gómez era una niña que no había cumplido todavía 10 años cuando por aspirar unirse a su familia en Puerto Rico la humillaron en la escuela. Ella, como otros tantos niños cubanos, también tuvo un padre egoísta que prefirió la maltrataran antes que dejarla salir de Cuba. Para ella y su familia el simple deseo de reunificarse significó varios años de burla y de choteo. Y así, les destrozaron el jardín y pintaron las paredes de su casa con consignas sin lograr que sus ideas o sus sueños claudicaran. Y los mantuvieron bajo una verdadera tortura psicológica (sin derecho a la educación y en prisión social domiciliaria) durante 15 largos años. Pero ella, adulta ya, consiguió por fin dejar atrás aquel infierno. Sin embargo, Carmen no ha sido la única hembra ni Elian el único varón por los que sus madres lo arriesgaron todo. Esos casos son legión en nuestra patria y es por ellos que cualquier padre, y no un cobarde miserable genéticamente emparentado, debería ya reaccionar. Si el sentido común no se engalana de ética y valor para enfrentar la infamia de esa dictadura; si los que saben la verdad la callan por temor a malograr un viaje, si los cubanos honestos del exilio no acaban de asumir su derecho a expresar una opinión, pronto habrá que demandar, según como están tratando a los cubanos, más dinero para las sociedades protectoras de animales. ¿Ha pensado usted cuánto vale la vida de un niño en Cuba? ¿Sabe usted que el aborto en nuestra isla ha alcanzado la categoría de materia prima para la industria de la biotecnología? Y si Elian González se hubiese ahogado, ¿cuántas cree usted que serían la protestas contra Castro al haberlos insitado a escapar por tener hambre? Entonces, si es esto lo que sufre un pueblo entero, ¿por qué obligar a Elian a poner su vida en peligro otra vez como balsero? FIN Carlos Wotzkow Bienne, Diciembre de 1990
|