PINOCHET EN LA CUMBRE DE LA HABANA
Pánico es uno de los términos que se pudiera utilizar cuando se habla del caso Pinochet en presencia de Fidel Castro. Ni siquiera su incondicional Mario Benedetti, que en 1991 escribió que aquella isla exportaba vida2, ha podido esquivar la pregunta y se ha visto obligado a pedir al tirano (frente a las cámaras de la televisión española y algún que otro exiliado grabando su entrevista) que deje de matar. Por supuesto que mientras lo decía llenaba de cuñas inoportunas su declaración, pero la realidad es que el "norte revuelto y brutal" que tanto él odia (los Estados Unidos de América) fue lo único que tuvo a mano para compararlo con su adorado dictador. Así las cosas, no se sabe bien si Benedetti ya está chocho (por comparar la pena de muerte dictada a un asesino con la que Castro decreta contra sus opositores políticos), o delira por la decepción de ver que la "firme intransigencia revolucionaria y antiimperialista" se hizo añicos frente al dólar. En cualquiera de los casos, siempre será así: cuando el barco hace agua, las ratas lo abandonan. Quiéranlo o no Aznar y Castro, lo cierto es que Pinochet los ha acompañado por todos los pasillos de la cumbre de La Habana. Esta maravilla es posible (me refiero solamente al hecho de que alguien sin estar presente pueda robar protagonismo a Fidel) gracias al desafuero ibérico por América. Carlos Castresana, de la Unión Progresista de Fiscales, explicó en la televisión (a una semana de la cumbre) los motivos por los cuales Fidel Castro no era incriminado por España. Según "el progresista", Castro es un dictador que viola los derechos humanos incluso de algunos españoles, pero no como para que haya que juzgarlo. Esa excusa, que va desde lo infame a lo grotesco, basa sus argumentos en que no existe un organismo internacional que acuse a Castro de crímenes contra la humanidad (¿amnesia, o cataratas con miopía?), o de violaciones a los derechos humanos dignos de inculpar. O sea, dignos de ser enjuiciados por una magistratura políticamente comprometida con sus inversionistas en la isla. El juez Baltasar Garzón, quien hace unos años se metió a coquetear con la política de Felipe González, es un socialista declarado. Su justicia por tanto, parece estar acorde con la línea de cualquier partido que defienda a la "dictadura del proletariado". Y para probárnoslo, ni siquiera los etarras protegidos por Fidel serán en Cuba molestados. Como ya lo ha dicho el señor Castresana y sus amigos, "allá no hay nada que impugnar, todo lo malo que padece Cuba es por culpa de los norteamericanos" y la prueba, ¿quién lo duda?, no tiene relación con en el uso que hace Sol-Meliá de los hoteles y terrenos robados a sus verdaderos dueños. Ese oportunismo apoyado por el régimen totalitario es "una mentira norteamericana" contra la cual el Ministro Matutes (¿con intereses en Sol-Meliá?) siempre estará dispuesto a protestar. Pero Matutes, quien aseguró a Chile que él no podía meterse en los asuntos de la justicia relacionados con el caso Pinochet, dijo después que apelaría cualquier sentencia del Reino Unido si esta no era favorable a su deseada extradición a España. ¿Doble estándar, o una carta en la manga? Ante todo, debo expresar mi inmensa satisfacción al ver que en eso algunos españoles se abstienen de meterse en un asunto al que los cubanos (o un tribunal verdaderamente internacional) deben dar entera solución. Aun y cuando Fidel Castro se infartara de forma inesperada (¡Que Dios me oiga!), juzgarlo sería algo que correspondería en primer lugar a los cubanos. Ya se ha visto lo mal que ha quedado Argentina y Chile al confiar en la promesa ibérica, y ya tenemos suficientes motivos para poner a su justicia en dudas cuando vemos de lo que es capaz un español en su relación con Cuba3. Inconforme con el papel de Fiscal contra el sanguinario Pinochet, Baltasar Garzón ignora ahora a la justicia de Argentina (que todavía sigue juzgando a sus militares) para demostrarle a los "inditos" que él, el más sabio inquisidor de la madre patria, no acatará jamás su veredicto. Triste es el hecho de que en realidad hay muchas víctimas y que ellas han sido utilizadas como nadie para "legitimar" esa intromisión. No me queda ni una duda de que los que han perdido a un familiar, los que han sufrido la tortura, o los que aun no han hallado el sitio de una sepultura, deben recibir una indemnización moral y jurídica. Pero no me parece digno que la logren como están pidiendo: por odio y a cualquier precio. En este caso, incluso una condena a cadena perpetua dictada por la fiscalía española contra el más sanguinario de los asesinos resultaría en mi opinión una humillante desvergüenza. ¿Cómo aceptar que sean los jueces de España (Metropoli sanguinaria y esclavista durante 400 años) los que pongan orden en nuestra casa? ¿Cómo permitir que el odio acumulado por algunas de las víctimas hipoteque tan siquiera una pizca de nuestra frágil soberanía? ¿Cómo no darse cuenta que España sólo busca aprovecharse de las circunstancias para enemistar a todo el mundo y mandar en nuestro continente? ¿Cómo ignorar que España, por su revancha centenaria y pendenciera contra los Estados Unidos (a causa de la pérdida de sus últimas colonias), está utilizando a Hispanoamérica para exacerbar su odio contra ese vecino natural? Los que desde 1976 disfrutan de una democracia sin imposiciones extranjeras; aquellos que juzgaron y perdonaron a Francisco Franco sin que nadie protestara; los que indultaron a un caudillo que había asesinado a miles de sus compatriotas y a cientos de hispanoamericanos durante la guerra civil y en los campos de concentración españoles, son los que hoy nos quieren imponer su manipulada ley. Muchos países de América, que bien pudieran haber protestado por esa decisión (dado el número de combatientes que murieron por las bombas o las mazmorras del Franquismo), por respeto a la soberanía y a la dignidad de España no lo hicieron. España, que en Europa sigue siendo el único país que grita cada día cualquier tiro que se escapa en las Américas, lo hace sin denunciar que su gobierno deja asesinar a sus mujeres sin ninguna protección. Los crímenes domésticos son algo por lo cual España se ganaría un único primer lugar en el mundo occidental. Ellos son el pan de cada día en la península. Matar de un escopetazo, asesinar a navajadas, o aporrearle la cabeza a garrotazos a una esposa (como si esta fuese una presa, un animal, o su esclava), parece que les resulta más humano a lo que ocurre en nuestro continente. La prensa española denuncia los tiroteos norteamericanos (terribles sin lugar a dudas), pero no fustiga de igual forma lo que hacen sus fascistas en Canarias contra niños inmigrantes4. Cada paso en la política internacional que ejecuta España respecto a hispanoamérica tiene un denominador común: atacar a los Estados Unidos para ganarse a su entreguista izquierda. O sea, a la izquierda que habla español en toda Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. La revolución cubana, totalmente desprestigiada, debe ceder paso a su madrastra (España) y el gobierno de José María Aznar así quiere que suceda. Además, si quiere más dinero de la Comunidad Europea para ganar con él las elecciones, tiene que recuperar de nuevo al nuevo continente. "No queremos que se afecten las relaciones con Chile," – dicen, - "no deseamos que se lastimen las relaciones con Argentina"; "no estamos a favor de la guerrilla sino por el fin de los secuestros y la droga en Colombia"; "todo lo que deseamos es el éxito de la cumbre de La Habana." Y por eso es justamente que repugnan, porque inculpan desde España sólo a Pinochet, y luego ríen cuando se hacen una foto junto a Castro. Si el Reino Unido no extradita a Pinochet como el juez Garzón se lo ha exigido, "el estado español recurrirá." Si los Estados Unidos no vuelven a hacer el juicio contra un español condenado a muerte en el estado de la Florida, "el estado español recurrirá." Si la justicia norteamericana dice que la cadena hotelera Sol-Meliá debe indemnizar a los verdaderos dueños de las propiedades que utiliza en Cuba, "el estado español recurrirá." El estado español recurrirá, incluso contra el rey, si este no va a Cuba a defender los intereses de sus mimados inversores. España, es hoy día el único país de Europa donde la diplomacia está al servicio exclusivo de su clase empresarial. España, que gasta y despilfarra el dinero de espaldas a los intereses de su ciudadanía, confunde el orgullo ciudadano con su discutible autonomía. Y mientras los alardes van y vienen nuestro pueblo empobrecido sufre. La cumbre de La Habana ha sido entonces el colofón a su arbitrariedad. En su carrera a ciegas hacia la cumbre iberoamericana los españoles han olvidado un refrán: "el que mucho abarca poco aprieta." Creyendo ser los organizadores del evento, Fidel Castro los ha usado de instrumento. Los viajes, las gestiones diplomáticas, las negociaciones, y todo lo que ha permitido esa cita de La Habana se pagó, por no decir que con fondos europeos, con los ahorros del contribuyente español. José María Aznar, quien por la tele quiere parecer astuto (no olvidemos nunca las respuestas "intelectuales" que creyó dar en su rueda de prensa), como recadero de Fidel apenas se ganó un puesto. No sólo logró que los Reyes de España aceptaran viajar hacia "ese abismo" (de cumbre realmente tuvo muy poco), sino que aceptó que el dictador determinara su programa, controlara sus visitas, y lo manipulara a su barbuda gana. El contacto con los cuatro disidentes a los que no metieron presos (originalmente iban a ser cinco5) a levantado las sospechas. Por muy respetable y aceptable que sea la opinión de los asistentes, sólo acudieron a la embajada española los que condenaban el bloqueo. Los otros, de cuya opinión no hemos tenido noticias, fueron detenidos (ya desde que las declaraciones se gestaron en Honduras) y quién sabe si hasta por una petición expresa de algún español. En definitiva, eran ellos los más interesados en que esta cumbre le saliera bien. Por ello, desde esquivar preguntas hasta el consabido abrazo, el jefe del gobierno español puso énfasis en lo importante: complacer a Castro en todo para que sus inversores no sufran su rabieta, y para que el caso Pinochet, junto a las presiones del exilio, no lo hicieran ir seguido al baño. No importa que en la práctica sea a los Estados Unidos a quienes los españoles piden siempre ayuda para superar cualquier conflicto. No importa que sea a ellos donde sus ciudadanos más inteligentes (pero sin futuro posible en la península) acuden en busca del progreso y fama. No importa que toda España sepa que hasta para tratarse un mal de muelas es allí a donde todos los que pueden van. Estados Unidos es autárquico y ya por eso, tienen en España mil razones para odiarlo. Como que los españoles no han sido capaces de inventar tan siquiera una aspirina, nunca sufren de dolores de cabeza. O mejor dicho, como que los malos norteamericanos producen y venden aspirinas, los españoles han preferido padecer eternamente sus dolores de cabeza afirmando a todo el mundo que no les duele nada. Lo importante no es la realidad, sino vivir de la apariencia. España lleva nueve años diciéndole al mundo que Fidel Castro tiene que cambiar, pero el que se adapta a todo lo que dice Castro es José María Aznar. España lleva nueve cumbres firmando un despropósito, pero los beneficiados hasta ahora siguen siendo los temibles "contingentes de acción rápida". Ya ganan los policías cubanos más salario que un buen médico y ya amenazan con tecnología star* a los malos con Madrid. Lejos de mantener una postura ética y moral frente al abuso y las violaciones de los derechos humanos en la isla, el estado español lo acepta todo por seguir en Cuba. Lejos de aprovechar la bonanza económica y crear más empleo en España, el estado invierte en lo que no produce y arriesga con el diablo todo ese capital. El día en que Fidel no pague su deuda, o el día que los cubanos se nieguen a pagar las deudas que ese régimen contrajo, ya será muy tarde para la lamentación. Augusto Pinochet, de momento en Londres, ha pasado por La Habana. Por supuesto que su persona no estará ni por asomo en nuestra capital, pero sí estará su caso recordando otra infamia. El caso Pinochet, irónicamente, está demostrando cuan injusto puede llegar a ser un gobierno que se niega a inculparlo junto con su amigo. Sí, su amigo ¿o es que acaso no lo es quien más pide su liberación? Pues ese amigo es entonces el tirano Castro. Baltasar (el juez, no el rey mago) sabe que su papel de Quijote solitario es muy hermoso, pero no práctico. Por eso Aznar, que ya le ha dado un día bello (para que lo aplaudieran de derecha a izquierda), va a tramitar el caso desde ahora a su estilo. Su gobierno, en definitiva, no se beneficia molestando a los chilenos, sino como ya lo hace en Cuba, enriqueciéndose con el dolor de los sufren. Antes de acabar, quisiera dejar claro 3 aspectos. No por su signo político Pinochet debe ser perdonado. No por haber combatido al comunismo se merece siempre una ovación. No por haber sido detenido fuera de Chile su procesamiento pierde fuerza. Considero que por ser un dictador y un asesino debe sin excusas ser juzgado, entre otras cosas, porque al comunismo no se lo debe combatir con la tortura, ni con las desapariciones, ni con la impunidad. Esos son sus métodos. Sin embargo, creo que fuera de los intereses de ciertos grupos sociales es que a un dictador se lo puede juzgar sin interferencia o chantaje de índole político y ya por eso, es a la España de José María Aznar a la que se hace necesario dar hoy un buen consejo. Procuren poco a poco ir curando esa hemiplejia que les estimula incriminar sólo a la derecha y traten, por respeto a la justicia, hacernos olvidar semejante ambigüedad moral. FIN Carlos Wotzkow Bienne, Noviembre 1999 1.- Vargas Llosa, M. (1999): El caso Pinochet. El País Digital. Debates. 4 pp. 2.- Benedetti, M. (1991): La isla que exporta vida. Brecha. Opinión. Montevideo, Marzo 1, 1991 pp. 6-7. 3.- Wotzkow, C. (1999): Radio y Televisión Española: nuevo instrumento político de Fidel Castro para América y Europa. Guaracabuya. Revista Oficial de la Sociedad Amigos del País. 9 pp. 4.- Cantero, M. (1999): En libertad los detenidos por el ataque al centro de acogida de Fuerteventura. El País. España. La situación de los inmigrantes. Noviembre 12, 1999 p. 26. 5.- Ibarz, J. (1999): Aznar recibirá en la embajada española y cinco destacados disidentes cubanos. La Vanguardia. Internacional. Noviembre 11, 1999 p. 11. * Nota: "Star" es el nombre de la pistola reglamentaria de la policía española. Fuentes cercanas al autor aseguran haber visto recientemente esta marca de arma en manos de la policía castrista.
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