El rey rechaza el trono mientras sus bufones alardean

«Creo que es un absurdo cómo Aznar encara las relaciones con Cuba. España se ha convertido en el principal soporte del castrismo. Cada cumbre ha sido utilizada por Castro para darle promoción a su desgobierno y en cada cumbre, España ha vuelto a apoyar a Castro en todo para arrancarle un compromiso que nunca obtiene, o mejor dicho, que sí logra, pero que Castro nunca cumple.»

Carlos Wotzkow1


El Rey de España, que por sencillo (no por rey) cae bien a todo el mundo, ha sido la figura más sobria de esta cumbre. Sin embargo, no puedo ocultar la pena que sentí al verlo darle la mano al tirano Castro, entre otras cosas, porque sé que Juan Carlos es un hombre que ama a la libertad y a los pueblos libres. Por eso, verle obligado a sonreír junto al dictador me dolió y sobretodo, por las situaciones tan engorrosas en las que lo puso José María Aznar. El exilio cubano (quizás el más difamado de todos los exilios hasta ahora conocidos) había preparado una edición especial que sin duda alguna impidió la manipulación castrista con motivo de su visita, pero más tarde quedó claro que el protagonista (el rey) no se valía por sí solo.

Después de saludar al bufón cubano que lo esperaba en la escalerilla del avión (me refiero a Castro claro está), lo primero que hizo el rey en Cuba fue rechazar (con una excusa elegante) un trono que no le pertenece y al que Castro había sacudido el polvo con esmerado servilismo. Sin embargo, esta actitud digna y solidaria del rey respecto a Cuba contrastaba con la que exhibía Aznar que lo primero que hizo fue ir a visitar una vieja y recobrada propiedad inmobiliaria (la casa de su abuelo). Una mansión previamente desalojada y reparada como pago de su "lleva y trae" a favor de la cumbre de La Habana. A su entrada y con una cara que desmentía sus palabras, afirmó que deseaba la libertad y la prosperidad de los cubanos, pero los susurraba, como si le doliera la lengua por lamer un clavo ardiendo, o como si lo hubiese poseído el espíritu de alguna negra ultrajada en la casona a sus espaldas.

Mientras tanto, las mujeres españolas, mucho más corajudas y solidarias que sus hombres, iban por La Habana demostrado a los cubanos que no todos sonreían las payasadas del barbudo verdeolivo. La Reina Sofía y Ana Botella, con su visita a un paladar, despreciaron con ello la langosta termidor del gastado protocolo. Pero además, fueron en persona a comprobar que el dinero destinado a la iglesia de Santa María del Rosario no lo hubieran desviado a las obras del Partido. Con esta actuación, ambas demostraron al cubano que las diferencias, por evidentes que sean, no justifican la desigualdad. El resto, y me refiero ahora a los admiradores de Fidel (desde el pelotero Chávez, hasta pacifista de Pastrana) revoloteaban entre confundidos (el de Colombia) y comprometidos (el de Venezuela) alrededor de las constantes impertinecias (los españoles lo llaman rupturas de protocolo) del cara-e-coco de Fidel".

Durante la cena de apertura sucedió otro tanto. A la derecha de "mancha-e-plátano" (así también le dicen en su frustración los cubanos al tirano porque no se cae) se sentó la reina para alejar a su marido de todo aquello que Castro le quisiera suplicar, mientras que a la izquierda, Ana Botella defendía al suyo del idilio que sostiene con Fidel. Sin embargo, de pastoreo de ganado ha de clasificarse el "contacto" de los reyes y de los cubanos. Aquella mulata que deliberadamente dijo que los sentía como reyes suyos, ha sido apenas una nota discordante de esa supuesta pero calculada espontaneidad. O sea, una muestra que demuestra que el cubano que le dio la mano al rey estaba autorizado de antemano.

El día de la apertura, una presentadora de TVE Internacional informó a los televidentes que Eusebio Leal (antiguo religioso y ahora religioso defensor del comunismo en Cuba) era el salvador de La Habana; que sus obras de restauración y su ahínco en salvaguardar el patrimonio histórico de la ciudad eran lo que había hecho posible su preservación. Pero... ¿sabría esta pobre mujer lo que comentaba? ¿Sabría ella algo de la recogida de mendigos en los días previos a la cumbre? ¿No vio acaso como un pordiosero caminaba sobre aquellos adoquines centenarios (lo registré en vídeo) de la Plaza de la Catedral con la suela del zapato desprendida? ¿De qué vale salvar el patrimonio cuando hay todo un pueblo que no lo puede disfrutar? ¿Es acaso el patrimonio de Cuba algo que pertenezca en exclusiva a los turistas? ¿Sería uno de los "resultados positivos" de Matutes3 la ocultación a la vista real (de los reyes) de toda la miseria real (de los pobres) de Cuba?

La respuesta a todas estas molestísimas preguntas es posible de agrupar en una sola. El rey, quien cada día que pasaba se veía más escarmentado, visitó La Habana a la que Eusebio Leal no destinó todo el dinero que le había otorgado la UNESCO, se hizo fotos de familia con Fidel, recogió sus regalitos (ya sean las fotografías de sus padres, o algún que otro prisionero de conciencia en perspectiva) y tuvo que mostrarse a las generaciones futuras (no importa ya quién sea el que escriba el pie de foto o el artículo) como el único monarca español que, mal aconsejado por un bufón al frente de su propio gobierno, tuvo que pagar con ese viaje una deuda a los amantes de su monarquía4. Yo, que he visto como el rey mantiene siempre su postura, creo que ha perdido en este viaje un poco de carisma.

Mientras todo esto ocurría, los secuaces del MININT afirmaban a la prensa tener a 15 disidentes encarcelados (por intentar sabotear la cumbre dijeron ellos) en el mismo instante en que Matutes aseguraba que: "las libertades de movimiento por La Habana estaban y estarían bien garantizadas." ¿Para quién? Sea cierto o tan sólo una especulación, la realidad es que los únicos autorizados a visitar la cede diplomática española y entrevistarse con José María Aznar fueron aquellos que, previa declaración y participación en el encuentro, criticaron al embargo norteamericano. ¿Quién habrá solicitado a Fidel encarcelar a los que apoyaran al embargo? ¿No sería José María Aznar? Al fin y al cabo él usó al embargo de magnífica coartada para justificar su apoyo a Cuba y su controvertido inmovilismo desde Chile2.

Para la televisión española al servicio del Partido Popular, la cumbre iberoamericana podría resumirse así: El rey ha dicho que sólo una auténtica democracia puede permitir a los países iberoamericanos enfrentar con éxito el siglo XXI, pero - afirmaban al instante los amigos del PP, - "después que acabe el embargo norteamericano y cesen las leyes extraterritoriales contra Cuba". ¿No habrían querido decir contra Sol Meliá, o, en otro sentido contra Chile? Fidel, a quien permitieron gritar su mensaje contra los norteamericanos (tal parece que era una cumbre antinorteamericana) en todos los telediarios, afirmaba con júbilo ante el derrotado Aznar que las cumbres habían probado a lo largo de 8 años que él no era el "Ave Fenix" que cierto caballerito pretendía demostrar.

De esta forma recibían los españoles la información sobre la cumbre y así de rápido se pasaba página a la disidencia sin causar ningún problema a Fidel. En la conferencia de prensa que dio Aznar a los periodistas en La Habana, Carlos Alberto Montaner vino a resultar a veces un estorbo y el exilio, "si te he reconocido alguna vez, hoy apenas ni me acuerdo." Como si no existiera, como si no hubiera desarrollado cientos de campañas a favor de un cambio en Cuba, como si nadie hubiera enfrentado y denunciado la tarea colonizadora de este "Hernán Aznar" y "Josép Pizarro". La cumbre, como afirmó el bufón ibérico desde aquel palacio, fue todo un éxito del que todos salieron contentos. Gracias a ello él tendría un año para descansar de las críticas a la extraterritorialidad de sus leyes y de las aventuras (desventuras dirían argentinos y chilenos) de su juez Garzón.

Acabada la cumbre una dama se reía. La deuda, a la que yo he querido otorgar el sexo femenino, va en camino de dar al traste con tanta hipocresía. Los españoles que hoy despilfarran su bonanza económica y el erario europeo están al mismo tiempo manipulando la información a su propia población. El llamado (a través de todos los medios de comunicación) para invertir en Cuba equivale, en términos de mercado, a meter a un pigmeo en camisa de once varas. Están creando en todos los sentidos una interdependencia negativa de la cual no les será muy fácil escapar. Por un lado están incentivando a toda costa su presencia (con muchas empresas que ya se han declarado no rentables) y por el otro, ya han sobrepasado los mil millones de dólares que Fidel Castro jamás devolverá. Ojalá lo tengan claro y lo adviertan con bastante tiempo, porque después, no sé a qué diablos se los cobrarán.

Me vinieron a la mente una y otra vez durante su entrevista con la prensa las imágenes de Aznar deseando libertad a los cubanos al tiempo que las brigadas de Acción Rápida y los Contingentes de Fidel sacaban a la fuerza a un disidente que herido, había pedido socorro en una casa aledaña al parque de Dolores. ¡Que paralelismo! Veía en vídeo como el Sr. Matutes afirmaba que la cumbre garantizaría total libertad de movimiento, pero leía una noticia en la que un periodista de la CNN (norteamericano y por tanto enemigo de España y de la cumbre, supongo) era golpeado en la cabeza con un martillo5. Pensaba en toda esta demagogia y cicatería ibérica y lamentaba la suerte de mi pueblo utilizado, desinformado y esclavizado por estos supuestos defensores de la democracia y la economía de mercado. No hay peor rey que el que no quiere ver y entonces, con tanta traición en su palacio, sólo espero que a Juan Carlos lo visite alguna vez un magnífico oculista.


FIN


Carlos Wotzkow
Bienne, Noviembre 1999


1.- Wotzkow, C. (1999): Aznar y Cuba. La Razón digit@l-Cartas al Director. Noviembre 11, 1999

2.- Miguez, A. (1999): Aznar y Castro, la extraña pareja. España y Cuba normalizan relaciones. El Periódico de Aragón Noviembre 7, 1999.

3.- Rivero, J. I. (1999): La Cumbre. Diario Las Américas. Edición Noviembre 11, 1999.

4.- Alcazar, M. (1999): Y el rey entra, por fin, en La Habana. El Periódico, España. Noviembre 8, 1999.

5.- Snow, A (1999): Castro irritado con las versiones de los disturbios. El Nuevo Herald, Noviembre 12, 1999.

Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

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