La bandera de los cubanos
Donde se canta aparatosamente al valor se sufre en realidad de abundante cobardía. En Cuba, y entre los cubanos más condecorados por su revolución, el coraje se amplifica a menudo para ocultar a un pendejo miserable. El cobarde innato tiene tanta necesidad de ser valiente que su hombría se pregona por doquier. Tomemos sus hazañas como indicador y veamos cuanto baila en ellas su ajustado y machista pantalón. Como que los cubanos que viven en Cuba apenas se enteran de lo que en su propia isla pasa, hay a tal efecto un organismo que por ellos clama escándalo, o enciende velas, según el Líder se lo ordene. Por ello, pero dependiendo del bando que vierta su sangre, será en el cementerio de Colón, o el Cacahual, donde limpien o despejen sus deteriorados monumentos. En nuestra historia siempre ha sido muy fácil establecer de que parte se encontraba la bandera limpia y por tanto, se sabe que la mierda del castrismo manchó en más de una ocasión a nuestra hermosa insignia nacional. Girón es uno de los primeros ejemplos que yo pueda recordar. Los que llegaron a liberarnos fueron traicionados, luego apresados, torturados, y finalmente, impunemente asesinados. Como perdieron, se les cubrió en Cuba de mierda. Pero... ¿cuántos cubanos que murieron en aquel entonces por la causa "justa", de haber sobrevivido (como tantos otros), no estarían hoy en el lado norte del estrecho? ¿Dónde estaría el piloto Silva Taboada si una ráfaga de balas no hubiese acabado con su corta vida? ¿Cómo juzgar a esas aparentemente idénticas banderas? ¿Cuál de las dos fue entonces la que se manchó de mierda? Enrique Morejón estudió conmigo en la escuela. Era, por qué no decirlo, el negro más aplicado que yo haya conocido y un hijo, sin lugar a dudas, ejemplar. Hombre sincero y buen estudiante, Morejón fue uno de mis amigos hasta que un día lo llamaron (u obligaron) a pelear en Angola. Y allá fue aquel gigante que era el que más amaba la paz en todo el vecindario. Grande, corpulento y responsable, Morejón era uno de los tipos más nobles de Altahabana. Un ser que no se metía con nadie y "un pan" que, combatiendo al mercenario, como mercenario lo mataron. Valga entonces denunciar al que lo hizo que no fue sudafricano, ni mucho menos angolano. A Morejón lo mató un cubano, o para ser exacto, una aberración política cubana. Y regresó, si acaso así puede llamársele al regreso que Enriquito tuvo, dentro de un osario de madera de la más barata y a la que ocultaba una bandera. ¡Que mierda! Mario Yañes, médico ortopédico, fue el vecino más opuesto y combativo a la violencia que yo haya conocido. Pero Yañes llegó a ser un hombre que sufrió por ser cubano. Los actos de repudio le trajeron mil problemas vinculados a su profesión. Fueron cientos los pacientes a los que una escayola tuvo que cubrír su cuerpo, y lo vi palidecer en uno de aquellos linchamientos en el que gritaba que dejaran de matar por la bandera. Cómo no iba a ser de esa manera el que Yañes se nos fuera, asistido sólo por su esposa, de un terrible infarto. Hombre sin odios, a Yañes no lo mató el rencor, ni la impotencia, ni la desesperación. A él, fueron las injusticias ejecutadas en nombre de la independencia las que le inundaron de inmundicia el corazón. Alejado espiritualmente de toda la mediocridad, qué dudas queda entonces de que fuera el abuso sostenido del castrismo el que lo matara. ¡Que pena! Ángel Prieto Méndez, piloto de Cubana de Aviación, es alguien al que los esbirros del MININT desearían enterrar en el más cruel de los olvidos. Ángel murió en una prisión castrista asesinado por verdugos y en la más terrible soledad. Padre de dos niños, cumplía diez años de prisión por pedir en forma cívica nuestra libertad. Sin embargo, los que en aquella isla se protegen los cojones utilizando nuestro escudo patrio, en veneno transformaron poco a poco su comida. Al cabo de 45 meses, y en vistas de que su cuerpo resistía las toxinas del sancocho, hasta la visita de sus hijos le negaron. Hombre equilibrado y de principios, Prieto piloteó sobre el estrés hasta que no pudo más. Amnesty International relata que no le dieron atención, pero en realidad, lo que no había en Cuba para un buen patriota era tan siquiera un poco de perdón. ¡Que infamia! Según los años pasan, la sangre se derrama en Cuba sobre la perpetua mierda que produce un único partido. Es sólo por él, y por el largo tiempo transcurrido, que nuestra sangre y nuestra mierda (la hombría del asesinado y la cobardía del verdugo) pueden llegar a parecer exactas. La primera lleva 40 años tiñendo con sus sueños un triángulo; mientras que la segunda, cada día ensucia más el blanco de su estrella. De lejos, cualquier bandera cubana parece venerable, pero no es así. La bandera que cubría a Enrique, aquella por la que sufrió Mario, o la que defienden aquellos que dejaron morir a Ángel, nunca ha ondeado por la paz. Cada cubano engañado, injuriado, o ultrajado, es sólo el pretexto de un sistema criminal que va camino de convertir a Cuba en un inmenso campo santo. Si pudiéramos contar con los testimonios de todos los cubanos que han muerto por la libertad, insospechables serían las cifras de esa infamia camuflada de internacionalismo, heroísmo y solidaridad. FIN Carlos Wotzkow Bienne, Noviembre 1999
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