Buena Vista Castro Club


"Como ven en un país totalitario no basta hacer música, hay que comportarse, callar la boca, abandonar el piano a su suerte de comejenes y esperar la recompensa. A estas jineteras musicales les ha llegado ahora la hora.(...) Quienes no han oído los originales, tendrán que conformarse con sus copias."

Guillermo Cabrera Infante


He rastreado internet, he leído varios artículos sobre este fenómeno supuestamente "descubierto por los norteamericanos" (llamémoslo así en honor a su "descubridor" Ry Cooder), y he observado decenas de noticias en español, inglés, francés y alemán, sin que encontrara lo que buscaba. O para ser exacto, sin encontrar que el mundo que hoy disfruta esa música se preocupara en informarnos sobre la explotación del talento de un grupo de ancianos a los que la vida debería haber dejado en la abundancia (y no dándole a la pata para llegar a ser reconocidos al ocaso de sus vidas) hace ya algún tiempo. Pero no ha sido así y ahí están, todavía trabajando y como esclavos. Una pena, porque seguro estoy que lo hacen para dejarnos un legado de buena música y una hermosa imagen de cubanos.

Pero al asunto. Sólo en dos autores encontré la preocupación por la suerte y el lado humano ignorado en las desventuras de estos abuelos unidos por amor a nuestra música. La mayoría de los otros textos habla de esta "hazaña musical" como el rescate de una música olvidada (por un régimen que nunca estuvo interesado en la cultura), pero donde los salvadores eran el guitarrista Ry Cooder y un cineasta llamado Wim Wenders. La realidad, nos llega entonces gracias a Cabrera Infante desde Londres y dice que fue el exiliado Cachao quien llamó la atención en su favor, mientras el otro, Agustín Blázquez (digno cubano solitario en la complicada jungla de la world wide web 1), ha sido el único interesado en hablar de la mala paga a estos pobres en Buena Vista Social Club.

Está muy bien que estos músicos hayan ganado el Grammy y que Estados Unidos (el anfitrión por excelencia de muchos cubanos perseguidos) los haya sacado del cajón de los recuerdos2. Magnífico que Wenders haya colmado de compasión y respeto a estos abuelos3 en su film, pero es una desvergüenza que otros, como la televisión española (que aplaude el neocolonialismo en Cuba), haya corrido a entrevistar por horas y horas a los integrantes de este Club sólo porque lo promocionado por los norteamericanos les pareció desde entonces algo digno de filmar. Sinvergüenzas, agrego, porque habiendo desempolvado estos tesoros, Cachao no aparece mencionado por esa prensa como parte imprescindible de ese Club4, mientras que abusaban de la gentileza y la avanzada edad (93 años) de algunos como Compay Segundo, o hacían de Machín una estrella negra casi hispana.

Nadie, ni siquiera Ann Hornaday5 que le pasó muy cerca pero elusiva al tema, estuvo interesada en aclarar que la censura a los músicos de la tercera edad se debió a la apatía gubernamental de Castro contra todo lo que había sido exitoso en la época republicana. Todos sabemos, a excepción de los lectores obligados del Granma y el Trabajadores, que incluso el chachachá fue vinculado por Castro (y por asociación onomatopéyica) a aquel año fatal en que Batista dio el último de sus tres golpes6. Y es que así ha sido siempre cuando el comunista busca irradiar su odio: condenando todo lo que alegre al pueblo y acusándolo de subversivo cuando apenas generaba un poquito de buena diversión.

De la pobreza total a que los condenó el comunismo, a tener un trabajo y poder comprar un mueble donde sentar a una visita ya va un cambio, pero me pregunto si eso ha sido suficiente. Ry Cooder, quién reconoce (o al menos acepta) haber descubierto un filón de oro en estos músicos enterrados en vida por la desgracia política de Cuba7 (y quien llevaba años sin un buen éxito musical), dijo que el intercambio debía ser recíproco y que él no había ido a Cuba a robar talentos. Pero atacó con desprecio de marxista al "consumismo" del cubano empobrecido (¡el colmo!) y nos dejó ver que su bondad se limitaría a registrar un producto vendible por su compañía e inmortalizar así el sonido de esas voces e instrumentos8. ¡Bravo!

De persecusión de sinsontes al borde de la extinción puede calificarse está cacería acústica. Una mentira trás la otra va conformando un film en el que claramente la cerveza clara compra compromisos y descargas. La EGREM, el nuevo "pianobar" castrista, se convierte en un solar de citas donde ir a reír y a soñar, pero indudablemente, por el que también se va a llorar. Como si no se supiera, Ry Cooder se hace el sorprendido y crea una atmósfera de alarde e improvisación. Desde la casa hasta el estudio todo fue un engaño y los pobres viejos, embaucados por un mulato guevarista (vean el estilo de rasta y foto Korda que porta Juan de Marcos González), en la trampa de este chulo con zapatos de dos tonos se metieron.

Ry Cooder, quien más me recuerda a un simple busca putas por La Habana, ha sacado de estos viejos un buen provecho para su carrera de notas aburridas, pero a Cachao, apenas nos lo mienta. Guillermo Cabrera Infante (quien es sin dudas una autoridad en la historia de la música cubana de este siglo) dice que Israel (Cachao) López partió de las formas tradicionales del danzón para crear el mambo y revolucionar no sólo la música cubana sino también hasta nuestra forma de bailar. Que junto a Pérez Prado (pianista y arreglista), Cachao aprendió a ser maestro y ya no sólo de las generaciones que llegaron después hasta el exilio, sino de los viejos de este Club a los que él logró unir para descargar como en los buenos tiempos cuando se tocaba sobretodo por placer.

Rubén González (conocido antiguamente por foforito y cuyo piano se lo comió el comején sin el socorro de Armando Hart) es sin dudas el mejor intérprete de todos. Evidente seguidor de la escuela de Peruchín (maestro del piano infartado por el trabajo forzado al que lo condenó el régimen de Fidel 9) González es un pianista que, a falta del mejor, nos regala una agradable melodía. Pero su álbum en Suiza, en el que aparece un Son/Montuno con vestigios de Carlos Santana, es vendido al precio de 29.90 y ofrece al régimen de Castro 13 francos suizos por cada copia que se adquiera. Comprarlo es una terrible disyuntiva porque además, regalamos 15 francos a Ry Cooder (el explotador de estas manos prodigiosas) y casi 2 enteros al staff no cubano que les permite girar como trompos por el mundo.

Chucho Váldes, antiguo director de Irakere, también ha entrado en la comparsa. Sin embargo, la compra de su CD resulta tan inasequible por su precio como por su mala calidad. En él la melodía del piano alcanza a sonar con buena acústica mientras que una voz femenina (que se especializó en los 80 en cantar alabanzas al régimen) desafina en todos los géneros musicales que ahora quiere interpretar. Cantante premiada de una canción fidelista llamada "Viva el 26", Omara Portuondo quiere ahora cantar boleros (ella NO cantaba boleros). Sin embargo, suena como si le hubiesen rajado el bafle: ¡a podrido! Quien haya escuchado la versión "20 años" compuesta e interpretada por María Teresa Vera en el documental producido por Jana Bokova para la BBC, no puede menos que llorar cuando oye la pésima interpretación que nos ofrece esta desgañitada Mala Voz del Social Club.

Ibrahim Ferrer. ¿Quién es este que destruye la sonoridad de Los Zafiros? No lo sé, pero en todo caso, es alguien a quién yo no escuche jamás en Cuba desde que nací en el 61 y a hasta que partí en el 92. Sí que recuerdo a mi madre escuchando "Herido de Sombras" y "Nuestra Última Cita", pero justamente por eso, con cierta nostalgia la escuchaba yo hasta que llegó este afónico "tenor" ha destrozarla. ¿Cómo fue? No sé decirles como fue, pero la realidad es que este "talento" de Buena Gana en Social Club ha descompuesto 6 sones, 3 boleros (perdónalo Ernesto Duarte), una canción, y una guajira de Celia Romeru. Su voz, acabada totalmente por la hambruna, no fue ni siquiera bien mezclada. Parece un karaoke de fondo para que los amateurs canten sobre el instrumental (¿Dónde estás Miguel Matamoros?) y entonces, no me queda otro remedio que pensar que sí, que él canta sones por pura solidaridad.

Tan auténtico quiere hacer Ry Cooder este Buena Vista Social Clown (¿o debiera decir club, en el sentido de aporrear?) que en toda su campaña publicitaria ha ignorado al rey del son. No he leído una sola línea dedicada a la obra o la influencia de Ignacio Piñeiro y por ello, a este engendro le falta algo que lo haga resbalar. Échale salsita... para podérmelo tragar. Ya he dicho que en Cuba es una costumbre castrista ignorar a los buenos, a los que han partido, o a algunos que se han muerto (pero no a todos, porque a Guevara todavía le sacan buen dinero). Estos olvidos producen verdaderas mutaciones, porque en ninguno de los discos (a excepción del film) apareció la flauta de Ricardo Egües, o el sonido de Aragón. Tan original quizo Juan de Marcos el sonido de Buena Vista Foforito Club, que se olvidó insertar la flauta en piezas tan necesitadas de ella como cualquier chachachá de Jorrín, o las guarachas de Canchola.

¿Se imaginan los conocedores de la música de Ry Cooder una pieza en la que no aparezca su slide guitar? Pues lo mismo me ha ocurrido a mí al escuchar sones sin la voz de Celía Cruz, música de Lecuona desarreglada para el carnaval, boleros sin la firma de Guzmán o la voz de Barbarito Diez. Buena Vista Castro Club, que así debiera llamarse por ser a Castro (su manager indirecto) a quien va una buena parte de los beneficios, cuenta con una instrumentación excelente para oír en algún rincón de América y sentirse anglosajón. En esa copia, donde un improvisado arreglista cambió el ritmo por el contingente, hizo que los intérpretes acabaran con la poesía. ¿Cómo escuchar boleros fuera de su ámbito original? ¿Cómo bailar con esa música-romance lejos de La Habana? ¿Por qué pagar tanto y por tanta deficiencia para extrañar entonces todavía más?

Hace unos días, caminando por las calles de la capital de Suiza, un amigo vió a tres viejos acurrucados bajo de un portal. Eran, que dudas quedan, los de Buena Vista Castro Club a la espera de su propio recital. De oportunismo comercial divorciado de las cuentas cubanas del banco popular de ahorro debiéramos tildar esa inversión. Alguien ha dicho con cierta razón que esos viejos intérpretes se unieron por amor a la música, pero veo con tristeza que ese amor corre, en Buena Vista Castro Club, un grave peligro. Es ese que hace de las pasiones y la nostalgia la materia prima más propicia para degradar la verdadera historia. La historia de una música que no merece que le roben una sola nota, un legado (no una leyenda) que merece el mayor respeto, y una melodía creada no solamente para ser vendida sino también, para ser amada, compartida y sobretodo: muy bien interpretada.


FIN


Carlos Wotzkow

Bienne, Octubre 1999.

1.- Blázquez, Agustín (1999): Intolerance. In nocastro.com. 3 pp.

2.- Rad, Mina (1999): Buena Vista Social Club Evénement. Boomerang. In mondomix.

3.- Carman, Tim (1998): Buena Vista Social Club. Houston, Sidewalk.

4.- Fernández-Santos, Ángel (1999): Wim Wenders filma los conciertos de Ry Cooder con Compay Segundo. El País, España, jueves 18 de febrero. In Cubanet 3 pp.

5.- Hornaday, Ann (1999): Documentary captures once-censored sound. Sun Film Critic, Sun Spot, June 30 in Cubanet 2 pp.

6.- Cabrera Infante, Guillermo (1995): Delito por bailar el chachachá. Alfaguara. pp 95-97.

7.- Formentor, Mingus (1999): A un paso de la gloria. La Vanguardia Digital, España, 10 de junio. In Cubanet Internacional. 2 pp.

8.- O`Reilly, Finbarr (1999): A Cuba that was almost forgoten. National Post, Canada Tuesday, May 18 in Cubanews. 4 pp.

9.- Cabrera Infante, Guillermo (1998): Jineteras musicales. In Mea Cuba. Alfaguara. pp 470-471.


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