La Universidad de Miami y Fulgencio Batista por CARLOS RIPOLL Una biblioteca es huella del pasado y testimonio del presente; así ayuda a entender lo sucedido y a escrutar el porvenir. La mayor o menor cantidad de recuerdos y testimonios útiles que reúne la biblioteca determina su importancia. La historia y la cultura no tienen prejuicios: recogen amables y ciegas cuanto digno de memoria les llega; la labor del bibliotecario es privarlas de ayunos y adiposidades. La Biblioteca de la Universidad de Miami se ha visto enriquecida con el archivo de Fulgencio Batista. En la historia de Cuba republicana Batista ocupa un largo espacio, y sus papeles y documentos, aunque ordenados por mano amiga pueden ser de mayor utilidad para el historiador. Hasta ahí, en merecida justicia, se debe congratular a la Universidad de Miami. El precio, sin embargo, que paga por la donación, es demasiado alto, aunque la suerte la ha hecho coincidir con un misterioso legado anónimo de un millón y medio de dólares. El homenaje y la reverencia que le hace a Batista la Biblioteca son una afrenta a los que en Cuba sufren la tiranía de Castro, y a los que en el exilio no logran olvidar el 10 de marzo de 1952, y sus consecuencias. Fidel Castro es un producto de Batista. Como los huracanes, los hombres públicos son también lo que dejan. Ninguno, hasta el día, ha dejado en Cuba, con lo de hoy, una herencia de dolor e infortunio mayor que la suya. Iba el país de tropiezo en tropiezo por la codicia cuando entró el delito con Batista en los cuarteles para asesinar la democracia. Toda nación tiene sus días de fiesta y sus días de luto. El 10 de marzo de 1952 es una mancha en nuestro calendario. La caridad lleva al perdón, y más al perdón del vencido, y a esta altura de la historia no es lo sensato ponerse a tirar piedras a los delitos viejos: hay que guardar la pedrea para lo que aún se puede remediar. Pero tampoco es digno que una institución de cultura maneje sin discreción ni recato ante sus víctimas la memoria del delincuente. La víctima tiene derecho al respeto: el que está de visita, del dueño de la casa. Y es una falta de respeto que la Universidad de Miami, escondida tras las cuarenta cajas de papeles que recibe, haya hecho un acto fastuoso, con reseña de prensa, en el que de manera implícita se ensalza a Batista como hombre público, lo que confirma la vitrina que ahora exhibe en la biblioteca sus retratos, como se ha hecho con figuras honorables de nuestra historia. Una sana institución de cultura no debe permitirse esos deslumbramientos, no vaya a ser que pasados los años, vencida la actual vergüenza de Cuba, le lleven sus amigos y deudos a la biblioteca de la Universidad de Miami otro carretón de papeles, que muy bien ha de estar que reciban dichosos, más aún si de nuevo coincide con el puñado de monedas de otro secreto donante, y se le haga al regalo de papeles una fiesta de la que salga otra vez el culpable como de un baño de rosas. Sobre el corazón cubano deben estar grabadas estas palabras: «Prohibido el rencor. Prohibido olvidar». El Nuevo Herald Sabado 2 de julio 2005
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