Antonio Maceo
para niños de todas las edades En el año del centenario de la muerte
del Lugarteniente General Antonio Maceo y Grajales
y del Mayor General José Maceo y Grajales


Hay hombres y mujeres buenos y hay hombres malos y mujeres malas. Los buenos parece como que nacen para hacer el bien, y quieren que el mundo sea mejor para todos, y sufren por la injusticias que se cometen con los demás, y se sacrifican por ellos, y cuando mueren, todos los lloran como si fueran seres queridos. Los malos, por el contrario, llega uno a creer que vienen al mundo nada más que para hacer daño, para sembrar el odio y la destrucción, y son egoístas y cruel, y todos se alegran cuando les llega la muerte, porque solamente así dejan de hacer mal.

Este pequeño libro trata de un hombre bueno, de un cubano que murió hace cien años luchando por la independencia de su patria y para establecer en ella un gobierno de justicia y libertad. Era Antonio Maceo, quien con sus acciones de guerra llegó a ser el militar más respetado de Cuba, y es hoy, después de José Martí y Carlos Manuel de Cespedes, otros dos hombres buenos nacidos en la isla, el más venerado de los cubanos.

Antonio Maceo nació en un pueblecito cerca de la ciudad de Santiago de Cuba en la provincia oriental de la isla, el día 14 de junio de 1845. Su padre, Marcos, agricultor, propietario y comerciante, y su madre, Mariana Grajales, habían nacido en Santiago de Cuba, y bautizaron al niño con el nombre de Antonio de la Caridad, en la misma iglesia en que recibió bautismo su padre. El segundo nombre se lo pusieron por la Virgen de la Caridad, que es la patrona de Cuba.

Antonio Maceo tuvo varios hermanos y hermanas que ayudaban a sus padres en las siembra de café, tabaco y plátanos que tenían en sus tierras, y en la cría de ganado. Como eran negros, aunque ninguno fue esclavo, no se les permitía a los niños más estudio que el de las primeras letras, pero Antonio se aprovechó del saber de amigos de la familia para aprender sobre la historia de su país y sobre los empeños en varias partes del mundo para acabar con la esclavitud.

La niñez de Antonio fue feliz. En el hogar reinaba la más sana armonía. Los hermanos se querían como amigos íntimos, y los padres sembraban con su ejemplo el culto a la honradez, al trabajo y a la justicia. Los que conocieron a Antonio de jovencito, cuando hacía viajes a la ciudad para vender los productos que cosechaba la familia, lo describían como simpático, inteligente, alegre, alto, fuerte y muy bien parecido.

Antes de cumplir los 20 años Antonio se enamoro de la que iba a ser su esposa, Maria Cabrales, con la que se casó poco después. Muy pronto tuvieron una hija , a la que bautizaron con el nombre de María de la Caridad: mitad del nombre de la madre, María, y mitad del nombre del padre, de la Caridad; y al año siguiente les nació un hijo, al que le pusieron José Antonio, la mitad del nombre por el padre y la otra mitad por el hermano que más quería Antonio, Jose, que llegaría a ser uno de los más valiosos generales de la Guerra de Independencia.

Ya en aqulleos días hacían preparativos los cubanos para librarse de la opresión de los españoles que gobernaban el país, y para declarar a Cuba una nación libre e independiente. Dirigían la conspiración ricos propietarios blancos de la región oriental, muchos de ellos masones, y el 10 de Octubre de 1868, dirigida por Carlos Manuel de Cespedes, empezó la insurrección. Dos meses después el gobierno de la República en Armas firmó un decreto ordenando la abolición de la esclavitud, y muchos negros se unieron a la rebelión contra España.

La familia Maceo supo del levantamiento, y enseguida se sumó a él. La madre, Mariana Grajales, reunio a sus hijos en la sala de la casa, y los hizo arrodillarse para que juraran por Cristo, y ante un crucifijo, libertar a Cuba o morir luchando por su patria.

Antonio montó su mejor caballo y se unió a las fuerzas cubanas como simple soldado, pero, por su valor muy pronto lo hicieron sargento. Como toda la familia apoyaba la causa de Cuba, el enemigo se presentó en sus propiedades y les quemó sus casa y pertenencias. Tiempo más tarde Antonio, subiendo de grados por méritos militares iba a llegar a teniente coronel. Habia aprendido el arte de la guerra del general Máximo Gómez, un dominicano que fue a Cuba para ayudar a los cubanos en su empeño de hacerse libres. Muy pronto, en distintas acciones de guerra, murieron un hermano de Antonio y el padre de la "tribu heroica" como se llamó a aquella familia que tantos patriotas dio a Cuba.

Poco después recibió Antonio la primera herida de las muchas que recibiría en el campo de batalla. Lo llevaron a curar a un improvisado hospital de sangre en el que trabajaban su madre, su esposa y otros de sus familiares, y, a pesar de ver herido a su hijo, y a pesar del dolor por el que pasaba debido a la reciente muerte de su esposo y de uno se sus hijos más queridos, Mariana Grajales se encaró con el menor de ellos, que allí estaba, y le dijo: "¡Y tú, empínate, que ya es tiempo de que pelees por tu patria!"

Aún en cama por su herida, Antonio y María tuvieron la pena de saber que sus dos pequeños hijos habían muerto por las privaciones de la guerra. Durante diez años continuaron los cubanos su lucha por la libertad, por eso se conoce esa guerra como la Guerra de los Diez Años, o la Guerra Grande. Maceo participó en 800 combates y tenía 22 cicatrices de heridad en el cuerpo. No lograron los cubanos la libertad por la que habían luchado con tanto valor. Firmaron un acuerdo con España por el cual ésta la haría algunas concesiones a los patriotas. Maceo, ya como Mayor General, se negó a rendirse, y junto a algunos de sus hombres hizo lo que se conoce en la historia como la Protesta de Baraguá, denunciando el pacto por el que terminaba la guerra, pero poco después se vio obligado a salir para el exilio con la esperanza de reiniciar otra insurrección armada para lograr la independencia de su patria.

El general Antonio, como ya lo llamaban todos los cubanos, inició su exilio en Jamaica, donde dejó a su madre y a su esposa, y de ahí se fue a Nueva York en busca de dinero para organizar una expedición que lo llevara a Cuba. No tuvo éxito y se vio obligado a establecerse con su mujer en la América Central, pero siguió conspirando, por lo que viajó entre 1881 y el comienzo de la nueva guerra de independencia, en 1895, por los centros principales en que se habían establecido los cubanos: Cayo Hueso, Santo Domingo, Panamá, New Orleans y Nueva York. En esta última ciudad conoció a José Martí, quien iba ser el encargado de preparar el nuevo levantamiento con el que se lograría por fin hacer la isla independiente.

En 1895 Maceo salió de Costa Rica con un grupo de cubanos, y desembarcaron en la provincia de Oriente. Ya se había iniciado la insurrección en el poblado de Baire. Poco después llegó a Cuba, también para sumarse a la guerra, el general Máximo Gómez, José Martí y un puñado de valientes. Esos tres eran los que iban a dirigir la campaña, Martí, Gómez y Maceo, y se reunieron para discutir lo que se debía hacer.

Luego se separaron, cada uno a cumplir lo que poco antes allí habían acordado, y José Martí fue muerto en combate en un lugar llamado Dos Ríos, el 19 de Mayo de ese año 1895.

En recuerdo de su valiente Protesta en Baraguá, cuando termino la Guerra de los Diez Años,Maceo se dispuso a invadir la isla desde ese mismo lugar, y salió con sus fuerzas hacia el Oeste.

De combate en combate fue atravesando toda la isla, derrotando al ejercito español que hacía e s f u e r z o s desesperados para detenerlo. En una carta a su querida esposa le escribe: "Para mí no se ha hecho la tranquilidad. Vivo a caballo corriendo en toda dirrección. Veinte y dos mil hombres forman diez y ocho regimientos que tengo sobre las armas".Al pasar por Camaguey, la provincia inmediata a la de Oriente, varias mujeres le entregaron a Antonio Maceo una gran bandera cubana para que la llevara hasta la provincia de Pinar del Río, el término de su gran campaña.

Y así él lo hizo, y a principios de 1896, en el pueblo de Mantua, que era donde debía terminar la invasión, Maceo plantó la bandera que le habían entrgado las camagueyanas. Los españoles estaban ya prácticamente derrotados. Pero aún una pena mayor tendría que sufrir el general Antonio: en un encuentro con el enemigo, murió en la provincia de Oriente, su hermano preferido, mayor general José Maceo y Grajales. "El león de Oriente".

Se acercaba el momento de la terminación de la guerra, y de lograr la independencia. Maceo regresó a la provincia de La Habana, por la que había pasado poco antes con la invasión. Y el día 7 de Diciembre, un lunes, a las dos de la tarde, mientras descansaba en una hamaca junto a sus soldados, en un lugar llamado San Pedro se oyeron disparos de fusil: era una columna española que había penetrado en el campamento de los cubanos. Maceo se vistió, montó a caballo y se dispuso a dirigir un ataque contra el enemigo en la misma forma en que lo había hecho tantas veces. Seguido de sus hombres ordenó una carga al machete, pero una bala lo hizo caer con la cara destrozada. Sus soldados trataron de reanimarlo, pero un minuto después estaba muerto. Varias familiares suyos ya habían caído en el campo de batalla. "Nosotros, los Maceo", siempre decia, "tenemos que morir por la patria". Por su valor y heroísmo, los cubanos lo llaman, con admiración y cariño, "El Titán de Bronce".

Maximo Gómez, como Jefe del Ejército Libertador, anunció a sus soldados la muerte de su Lugarteniente con estas palabras: "La patria llora la pérdida de uno de sus más esforzados defensores, Cuba llora al más glorioso de sus hijos, y el Ejercito al primero en la defensa de la patria".

El ilustre filósofo y maestro Enrique José Varona, quien ocupaba el puesto de Martí en la dirección del periódico Patria, de Nueva York, escribió a raíz de la tragedia occurrido en San Pedro: "Maceo tuvo la suerte de encarnar en vida una grande y noble idea, y ha tenido la suerte de seguir siendo después de su muerte, una de las grandes fuerzas que están en acción para realizar la obra emprendida".

Un año y medio después de la muerte de Maceo, los cubanos lograron el triunfo que tantos sacrificios les costó. Los Estados Unidos habían declarado la guerra a España, desembarcaron en la isla y, dirigidos por el Ejercito Libertador, hicieron que los españoles se rindieran. Maceo siempre se opuso a toda intervención extranjera. Más de tres años estuvieron los americanos en Cuba, y el 20 de Mayo de 1902, les entregaron a los cubanos el gobieron de la nación.

PENSAMIENTOS DE ANTONIO MACEO

(Tomados de sus cartas, proclamas y otros escritos)

  1. Los imperios fundados por la tiranía y sostenidos por la fuerza y el terror, deben caer con el estrépito de los cataclismos geológicos.
  2. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos.
  3. Protestaré con todas mis fuerzas y rechazaré indignado todo acto ilegal que pudiere intentarse vulnerando los sagrados fueros y derechos del pueblo cubano.
  4. No es una política de odios la mía, es una política de justicia en que la ira y la venganza ceden en favor de la tranquilidad y la razón, es decir, una política de amor…El lema que juzgo más elocuente para que luzca en la bandera de nuestra revolución, es Dios, Razón y Derecho.
  5. Una República organizada bajo sólidas bases de moralidad y justicia es el único gobierno que, garantizando todos los derechos del ciudadano, es a la vez su mejor salvaguardia…Inquebrantable respeto a la Ley y decidida preferencia por la forma republicana, he ahí concretado mi pensamiento político.
  6. Yo desearía para mi país un hombre que tenga la virtud de redemir al pueblo… sin haber tiranizado a sus redimidos… Nuestra aspiraciones son amplias, y en ellas caben todos los hombres, cualquiera que esa su modo de pensar y el juicio que formen de las cosas.
  7. El porvenir de Cuba le pertenece a un pueblo entero y no tenemos derecho a disponer de él en discordia con sus intereses político-sociales.
  8. Muévenos sobre todo el triunfo del derecho de todas las generaciones que se sucedan en el escenario de nuestra Cuba.
  9. Siempre estaré al lado del principio racional, aunque para ello necesite estar de frente con las condiciones del actual momento.
  10. Cuba no debe ni puede esperar soluciones extrañas; su porvenir está en hacerse reina absoluta de sus destinos y recoger a sus hijos proscritos por la tiranía de su opresor.
  11. Con la soberanía nacional obtendremos nuestra naturales derechos, la dignidad sosegada y la representación de pueblo libre e independiente.
  12. Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha.
  13. Lo único que yo aceptaría gustoso de mis enemigos fuera el sangriento patíbulo.
  14. Que difiramos en la forma no quiere decir que dejemos de trabajar en favor de la causa; por el contrario, debemos hacerlo buscando la unión, pues de las ideas compartidas en armonía resulta mejoramiento, contribuyendo a engrandecer la obra común.

ANTONIO MACEO

Escrito por José Martí en 1893 después de un viaje a Jamaica, donde visitó a la madre y a la esposa del general Maceo.


De la madre, más que del padre, viene el hijo, y es gran desdicha deber el cuerpo a gente floja; pero Maceo fue feliz, porque vino de león y de leona. Ya está muriéndose Mariana Grajales, la madre, la viejecita gloriosa en el extranjero, y todavia tiene manos de niña para acariciar a quien la habla de la patria. Levanta la cabeza arrugada, con un pañuelo que parece corona. Y uno no sabe por qué, pero se le besa la mano. A la cabecera de su nieto enfermo, habla la anciana de las peleas de sus hijos, de sus terrores, de sus alegrías. Acurrucada en un agujero de la tierra pasó horas mortales, mientras que a su alrededor se cruzaban sables y machetes. Vio erguirse a su hijo Antonio, sangrando del cuerpo entero, y con diez hombres desbandar a doscientos españoles. Y a los viajeros que en nombre de la causa de Cuba la van a ver a Jamaica, les sirve con sus manos y los acompaña hasta la puerta.

María Cabrales, la esposa de Maceo, quien es una nobilísima dama, ni en la muerte vería espantos, porque le vio ya la sombra a la muerte muchas veces. No hay más culta matrona que ella, ni hubo en la guerra mejor curandera. Dijo en una ocasión, cuando faltaban mujeres en el campo de batalla: "Y si ahora no va a haber mujeres. ¿quién cuidará de los heridos?" Con las manos abiertas se adelanta a quien la visita y le lleva esperanzas de su tierra. De negro va siempre vestida, pero es como si la bandera cubana la vistiese. ¡Fáciles son los héroes, con tales mujeres!

En Costa Rica vive ahora Antonio Maceo. De vez en cuando sonríe, y es que ve venir la guerra. Todo se puede hacer. Todo se hará a su hora. Y hay que poner atención a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. Firme es su pensamiento, como las líneas de su cráneo. Su palabra es de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste con la idea. No deja frase rota, ni usa voz impura, ni vacila cuando lo parece. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la rienda. Pero se pone un día el sol, y amanece al otro, y el primer fulgor de por la ventana sobre el guerrero que no durmío en toda la noche buscándole caminos a su patria para hacerla libre. Con el pensamiento la servirá, más aún que con el valor. En el general Maceo son naturales el vigor y la grandeza.


QUIEN ERA MACEO

Eugenio María de Hostos, el famoso escritor y maestro puertorriqueño que tanto hizo por la causa de la libertad de Cuba, conoció a Maceo en Santo Domingo. Al enterarse en 1896 de la muerte del cubano publicó este artículo en El Propagandista, de Caracas.

Ha estado siempre tan presente en los campos de batalla; entró tan pronto en la guerra; organizó con tal tino el ejercito de Oriente; secundo con tal brío a su gran jefe y gran amigo Máximo Gómez, en la pasmosa marcha de Oriente a Occidente; su entrada en Pinar del Río fue tan atrevida: su patente superioridad intelectual, como soldado en guerrilla y en batalla; su ímpetu en el combate; su vigilancia en el campamento; el brillo de sus virtudes de guerrero ha sido tan favorable, que la gloria militar del soldado ha eclispsado al ciudadano.

Pero Maceo, antes que todo y más que todo, fue un ciudadano. A sus cualidades de patriota ciudadano debió sus cualidades de guerrero; a su patriotismo, su vehemencia; a su civismo, su constancia; a su deseo de justicia, su clemencia; a su ansia de libertad, su entusiasmo; a su ardentísimo anhelo de igualdad, el popular ejercicio que hacía de su superioridad.

Antes de esta revolución, en que soló la gloria de Máximo Gómez ha competido con su fama, estuvo Maceo en otra revolución más larga que exigió de él esfuerzos mayores.

La familia de Maceo era una familia tipo. Eran ocho y ya no quedan sino los retoños; los ocho, según parece, han muerto por su patria. La madre que quedó sola al frente y al cuidado de sus hijos, es singularmente alabada y respetada de los que la conocieron: Martí, en una de las últimas páginas que escribió, habla de aquella madre que enseñaba a sus hijos a acostumbrarse a la idea de morir por su patria, y que les ponía por sí misma los arreos del combate, Martí habla de ella como de una matrona romana.

En aquel hogar de patriotas, de soldados, de ciudadanos y de héroes, el patriota por excelencia, el soldado más tenaz, el ciudadano más perfecto, el héroe más brillante, es el que acaba de caer al golpe de la fatalidad.

MACEO EN LA POESíA

La admiración de los cubanos por el general Antonio Maceo hizo que los poetas cantaran sus glorias. A continuación aparecen algunos ejemplos de composiciones poéticas dedicadas a él.


El combate de Mal Tiempo


En verdes campos de caña, Hijos de Cuba y de España.

De hermosura sorprendente, Estos últimos, con saña,

Se encontraron frente a frente Atacaron prontamente

Al ejército valiente Y al divisarlas huyeron

Que en titánica porfía Los voluntarios del Guayo

Resuelto se dirigía

A la invasión de Occidente. Avanza la hueste hispana

Con bayoneta calada,

Rompen el fuego Las Villas, Y cae en una emboscada

Que a la vanguardia marchaban, De la infantería cubana.

Y al combate se lanzaban Arde la caña cercana,

Desplegados en guerrillas. Huyen las fuerzas contrarias

Avanzan por las orillas Y mientras descargas varias

De aquellos cañaverales, Estremecen la pradera

Los valientes orientales, Le quitamos la bandera

Tan bravos como jinetes, Al batallón de Canarias.

Y esgrimiendo sus machetes

Descargan golpes mortales. Sus cajas de municiones

En medio de aquel tropal. Quitamos al enemigos,

Y veloz como el deseo, Que maltrecho y sin abrigo

Parte el general Maceo Corría en todas direcciones.

Montado en blanco corcel. Los valientes escuadrones,

Todos lo siguen a él Arrementen prontamente,

Y con entusiasmo ardiente,

Que al enemigo acomete, Guardando aquellos pertrechos,

Y entre las balas se mete Exclamaban satisfechos:

Como exhalación radiosa, ¡Vivan Las Villas y Oriente!

Mientras que con voz imperiosa

Manda cargar al machete. Esta acción que preludió

El éxito de Occidente,

Esas legiones de Oriente, A la fama independiente

Cuyas proezas bendigo, De gloria y honor cubrió.

Arrollan al enemigo, Frente a frente se venció

Que huía cobardemente. En aquellos verdes llanos

La retaguardia impaciente A los altivos hispanos

Partió veloz como el rayo, Que al fin el polvo mordieron

Y sin temor ni desmayo Con la carga que le dieron

Por la derecha siguieron En Mal Tiempo los cubanos.

 

Mal Tiempo, la altiva España,

Hace que el mundo se asombre,

Que su grandeza y su nombre

Se pierde en este campaña.

En el llano y la montaña

Desafiamos su insolencia,

Pues nos dicta la conciencia

Cumplir con nuestro deber,

Hasta llegar a obtener

De Cuba la independencia.


(1895; "Un vate en campaña" La nueva lira criolla, La Habana, 1903)

Himno A Maceo y a la invasión

Muera, muera el cobarde tirano,

Que prisión y castigos inventa;

Para el noble cubano que intenta

Por la patria ganar libertad.

¡Vive Cuba, y abajo el gobierno

Que en mi patria comete atropellos!

¡Dinamita y machete con ellos,

Cuba libre muy pronto será!

Cuba mía, despierta a tus hijos,

Y que colmen tu ardiente deseo;

Ha llegado el guerrero Maceo

Con diez mil bayameses aquí.

Orientales, cargad al machete,

Golpe fiero y veloz como el rayo;

Que no quede ni un solo cipayo

Descendiente del Cid y Colón.

¿Veis a aquel ciudadano que viene

Cobijado en cubana bandera?

Es guerrero que a Cuba venera

Y odia a muerte al cobarde opresor.

A la vista del noble caudillo

De las fuerzas cubanas de Oriente

Brota el grito patriota y ferviente

¡Cuba libre, o morir con honor!

Su retrato mi mente recuerda,

Caballero en corcel prodigioso

Y la enérgica voz del coloso

Hoy repite con fiel expresión.

Despertad, despertad, que ya es hora

De empuñar el machete en las manos:

Vengan, vengan aquí los cubanos

A ganar con honor libertad.

A la vista de noble bandera,

Blanca, azul, con estrella, y punzó;

Patriotismo cubano estalló

Desde Oriente cruzando a través

Dando vivas a Cuba y sus hijos

El cubano al contrario acomete;

Manejando el cortante machete

Que a su patria dará libertad.

(1896, "E.M.G.; La Nueva lira criolla, La Habana, 1903.

A Antonio Maceo (en el día de su cumpleaños)

Tú eres cubano, valiente, Entre la manigua espesa

Y patriota decidido, No puede contigo España

Que al ejército has vencido Y has hecho de ella pavesa

En guerrilla con tu gente. Quemando toda la caña.

De América es el deseo

Que sea Cuba independiente

Y que la vida le aumente

Dios a Antonio Maceo.


Que su próximo natal

Sea en nuestra Cuba cubana,

Para brindar en La Habana

Por su maachete oriental.


Salud, bravo compañero

Que eres más bravo que el sol,

y lo sabe el mundo entero

Y así tiembla el español.


14 de junio de 1896; "Un mambí macho," desde Santo Domingo

El machete [de Maceo]


Te recogió herrumbroso en el sendero

Membrudo brazo de ejemplar cubano;

Limpió to herrumbre el patriotismo sano,

Y brilló cual relámpago tu acero.


Blandiéndote el patriota altivo y fiero,

Trocóse en el horror del bando hispano,

Terrible el golpe, el filo soberano,

El antes dócil e industrioso apero.


Hoy, entre el batallar y la pelea,

Mientras la rabia sórdida arremete,

Surge a tu paso la inmortal idea;


Y es en vano si ciego la acomete

La tropa hispana en infernal ralea,

Porque vence terrífico el machete.

(1896, Enrique Hernandez Miyares)

Antonio Maceo

Vino de las montañas del indomable Oriente

Descendió a las llanuras del bravo Camaguey,

Y como alud que tala, cual bramador torrente

Cayó sobre las tropas de la española grey.

Erguido sobre el blanco bruto de piel luciente

Cruzó en pos de la gloria el suelo siboney,

Y en las Villas, Matanzas, La Habana y Occidente,

Derrotó a los heroicos defensores del rey.

Tenía el alma hecha para domar leones,

Invencible en Mal Tiempo, batió los escuadrones

Aguerridos y bravos de la inmortal nación.

Y cayó en Punta Barva, ungido por la gloria,

Y héroe que escribiera de América en la historia

El capítulo heroico, ¡La Invasión!

(1908, Juan Guerrra Núnez)

San Pedro

Al fin cayó el león; aquí la historia

Hubiera vuelto con cariño arredro:

Este fue su Tabor; este San Pedro

Le abrió las puertas de la misma gloria.

Aquí finalizó su ejecutoria,

La progresión gigante de su medro

Aquel titán de robustez de cedro,

Aquel rebelde de feliz memoria.

Y aquí, en el delirar de su agonía.

Se juzgó necesario todavía

Para las libertades y la guerra,

Sintióse derrotado por la suerte

Y clavó las espuelas en la tierra

¡Para cargar contra la misma muerte!

(1919, Rubén Martinez Villena)

Punta Brava

Punta Brava: cubanía La risa de una bandera.

Del ancho de tu apellido, Te conocí en el dolor

Te sé por el surco herido De una calle abandonada,

Que sembró tu rebeldía. Me llenaste la mirada

Vienes a mi poesía Con una niña de amor.

Hermana del zapateo, Me dijo tu alrededor

Lavada en aquel deseo Un libro de luz, escrito

De sol ávido de altura, Cuando la vena de un grito

Con que te regó la pura Se rompió en claveles rojos.

Sangre de Antonio Maceo. Y se apagaron los ojos

De Maceeo y de Panchito.

Pueblo para la conción

De un inventado sonido Maceo: bronce y crisol

En tu altar hecho latido Y yunque,todo en un hombre,

Arrodillo el corazon. Hizo símbolo tu nombre

Te siento en el almidón Frente al verdugo español.

Que plancha mi guayabera; Pero asesinado el sol

Y estas en esta quimera En cielo de tierra esclava.

De tocar el firmamento, Un fusil cruzó con lava

Que sabe decirle al viento

El Diciembre más ingrato, De la patria de su amor,

Cuba: corazón mulato, Aquel hombre tan valiente,

Se desangró en Punta Brava. Ya con la estrella en la frente,

Había escuchado el clamor,

(Francisco Riverón, El caimán Y se dijo: ‘Yo no creo

sonoro, La Habana, 1958) Que vivir más ya pudiera’,

Y abrazo a su bandera

Maceísmo A morir see fue Maceo.

"La libertad se conquista Hoy sufre otra tiranía

Con el filo del machete", El cubano allá en su tierra.

Pensaba el héroe jinete Y al futuro se le cierra

Con su armadura ya lista. La esperanza que traía.

Pasó a su vida revista, Habrá que ir al Cacahual

La vio digna, lo vio bella, Por el machete oriental

La besó y le dijo a ella, Que ayerr derrotó al tirano,

Generoso y decidido: A que lo empuñe el cubano

‘¡A ti ya naddaa te pido, Tras su bravo General.

Quiero en mi frente una

[estrella!’

(1996; "Un guajiro de Hialeah",

Miami, Florida)

INDICE

Antonio Maceo, nota sobre su vida………………………..1

Pensamientos de Maceo……………………………………17

Antonio Maceo, por José Martí……………………………19

Quién era Maceo, por Eugenio M. de Hostos……………..20

Maceo en la poesía

El combate de Mal Tiempo, por "Un vate en campaña…………….21

Himno a Maceo y a la invasión, por "EMG"………………………23

A Antonio Maceo (en el día de su cumpleaños), por "Un mambí macho…..24

El machete [de Maceo], por Enrique Hernández

Miyares………………………………………………………………..25

Antonio Maceo, por Juan Guerra Nuñez……………………………..25

San Pedro, por Rubén Martínez Villena………………………………26

Punta Brava, por Francisco Riverón…………………………………..27

Maceísmo, por "Un guajiro de Hialeah"………………………………28

Dibujo de la cubierta por Andrés, tomado de la revista Carteles, de diciembre de 1949(año 30, número 50).

En la cubierta posterior aparece uno de los sellos de correo de la serie dedicada a Antonio Maceo, en 1948, por el centenario de su natalicio. Representa la carga al machete encabezada por él mismo en la batalla de Peralejos, el 13 de Julio de 1895, en la que derrotó al jefe español Arsenío Martinez Campos.

FIN

Carlos Ripoll

tomado de su libro:

Antonio Maceo

para niños de todas las edades

Editorial Dos Rios


Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

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