La agonía de un Tirano

por Carlos J. Bringuier


Es muy difícil comprender cómo puede sentirse un hombre que por 47 años ha detentado un poder sin límites sobre millones de personas y que ahora, cuando se aproxima su hora final se ve en un estado tan deplorable que se abstiene de presentaciones en público para no perder el respeto de sus seguidores.

El dilema del Tirano Fidel Castro Ruz es comprensible. Por un lado, acostumbrado a la servidumbre pueril de sus castrados, quisiera seguir siendo el de antes. Por otro lado, vencido por el Dios Cronos que está en los poros y por la malévola enfermedad que lo aqueja, se ve imposibilitado de presentar una figura que se asemeje a la de antaño.

Cuando se ve en el espejo ve un rostro cagalistroso, unos ojos endemoniados y hundidos que ya no inspiran temor sino fetidez moribunda. El Tirano que tanto supo usar su histrionismo artístico para impresionar a su audiencia se ve convertido en un guiñapo humano.

Ve con estupor como sus familiares allegados comienzan a disputarse la herencia que creen corresponderles sin percatarse que ese dinero ha sido robado a la Nación Cubana. No tiene un Dios a quien rezarle. A Jesús lo fusiló cuando confiscó los lugares sagrados, cuando confiscó a su antiguo Colegio de Belén y lo convirtió en Escuela Militar, cuando expulsó a aquellos dignos sacerdotes en el vapor "Covadonga".

No tiene el valor que tuvieron otros de sus seguidores para colocar la bala en el directo y poner punto final a su estancia en la sala de espera.

Cuando hace un inventario mental de sus logros, aciertos y fallos ve que su afán desmedido de poder ha convertido a Cuba en una isla de jineteras, migajeros y castrados en un estado de miseria por debajo de Haití.

Por su mente pasan los recuerdos de los asesinados por su propia mano y de los asesinados por su propia orden. Ni a esta altura de su vida le importan las vidas de los más de UN MILLON de cubanos que han muerto fuera de Cuba por su tiranía. Lo único que le ha importado a él es su vida y ésta se le va escapando poco a poco.

Dios lo ha castigado con esta muerte a largo plazo para que tenga tiempo de acostumbrarse al olor del azufre donde permanecerá durante la eternidad.

Los castrados de la cúpula que lo siguen creen que pueden "resolver" su propia herencia con la piñata que les ha repartido pero él sabe que después de él: la hecatombe.

Por eso en mis rezos siempre le he pedido a Dios que la muerte del Tirano sea lenta como lo está siendo. Aunque el infierno lo espere con las puertas abiertas es bueno que pague en tierra por parte del daño que hizo. Y por eso es su cara de amargura y sus ojos de loco endemoniado. Pudo vencer a muchos hombres, pudo invadir a muchos pueblos, pudo derramar sangre por varios continentes, pudo asesinar a Presidentes, pero Dios lo ha vencido.

Si no fuera quien es, su presente pudiera ser considerado triste. Existirán castrados que se compadezcan de él pero Dios le ha puesto fin a su soberbia y lo ha reducido a la piltrafa humana que es hoy.

Y eso es lo que ve el Tirano en el espejo cuando se mira: la agonía. La agonía de un ser despreciable que no creyó en amigos, y que traicionó y asesinó a diestra y siniestra para satisfacer sus ansias de poder.


16 de Noviembre del 2006


Nota del autor: Un día como hoy en 1963 fue ejecutado el invidente José Rodríguez en Santa Clara, Las Villas. Y en 1964 fueron ejecutados Agustín López Reyes y Conrado Fernández en los fosos de "La Cabaña".



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