EL ESNOBISMO PRETENDE SER COMADRONA DEL CONTINUISMO Por Alberto Luzárraga "Domínguez necesita aprender a jugar dominó en camiseta" Hay mucha gente enojada con las ideas del profesor Domínguez de la Universidad de Harvard que en reciente artículo hace el panegírico de Fidel Castro y no contento con ello pasa a intentar convencernos de que Raúl Castro es un sucesor nato por sus “capacidades”. Canta las loas de las expediciones guerreristas cubanas y añade, que el problema cubano no se ha resuelto por la tozudez del exilio que impulsa al gobierno americano a implementar políticas torpes. Para él, las víctimas son responsables y no el victimario. Los datos que prueban el desastroso desempeño de ambos Castros, y la falta de método y estudio en decisiones elementales que afectan a su pueblo, son legión. Cubanos de la isla, del exilio, y extranjeros, han documentado a fondo la magnitud del desastre económico, moral y social. Y lo han hecho seria y científicamente. Pudiéramos confeccionarle al profesor Domínguez una lista de lecturas recomendadas. Pero en realidad, el fondo del asunto es otro. Domínguez es un hombre culto y si quisiera, podría llegar a conclusiones similares. El problema es que no quiere hacerlo porque vive en un ambiente donde esto no se permite. Es el hábitat del snobismo de izquierda de salón. ¿Y eso, qué es? me preguntará usted amigo lector. Pues es un ambiente ideológico pasado de moda, donde las ideas fracasadas se mantienen vigentes aunque no funcionen. Allí, se elucubran experimentos sociales y se escogen para implementarlos, otros países. Frecuentemente se viaja por un corto período de tiempo para ver cómo van las cosas y ser agasajado por los ‘experimentadores’ que hasta permiten modestas críticas y facilitan materiales para el próximo libro. Estas ideas y métodos se inciensan a diario y se repiten en clase donde hay que escuchar pacientemente o fallar la asignatura, cada una de las cuales sale bastante ‘carita’ en Harvard. (Conste que como padre hablo por la experiencia de firmar cheques). Esto les da a los Domínguez de este mundo la certidumbre de la genialidad, pues además del silencio que toman por asentimiento, se encuentran con un 90% de colegas que piensan igual. Si usted, vulgar mortal que no se pasea por las avenidas del Olimpo, insiste en que: i) esas ideas son malas ii) fracasaron por culpa de quien las concibió e implementó y, iii) horror de horrores, no acepta que la culpa del fracaso la tiene alguien que las entorpeció, por burro claro está, entonces el problema es que usted es TORPE y no llega a los niveles de raciocinio adecuado. Dice usted que el 20% de la población se ha exiliado con gran riesgo y sacrificio a pesar de ser Cuba una isla, y que ello es un hecho contundente que dice mucho sobre la realidad interna. Eso es sólo un dato para Domínguez. Lo que importa es que Castro y su camarilla siguen en sus puestos y que el 80% lo ‘apoya.’ Dice usted que no pueden hacer otra cosa sino callar y que no es apoyo sino sumisión al terror. Ah, pero es que usted piensa como un derechista no preocupado por el progreso y el avance de los pueblos. Usted no entiende que las elecciones democráticas están viciadas en casi todas partes. Usted no ha estudiado bastante y no sabe reconocer el valor intrínseco de líderes mesiánicos que cuando mueren se suceden por vínculo sanguíneo. ¿Le parece ridículo todo esto? Pues en efecto lo es, pero si usted vive en el hábitat de la izquierda de salón tiene que pensar y decir estas cosas o sufrir que lo miren ‘feo’ en el próximo cocktail party. Y no es que el esnob intelectual necesariamente lo quiera despreciar y llamarle atrasado mental, es que tiene que justificar intelectualmente su falta de sentido común imputándole a otros falta de inteligencia. No hay remedio, excepto: i) pedirle al profesor Domínguez que abandone Harvard, se mude a Cuba permanentemente, acepte un sueldo de $40 dólares al mes, viva como el cubano de a pie, viaje en camello a la universidad, habite en una barbacoa y se aguante. (buena suerte) o ii) poner al profesor Domínguez en la máquina del tiempo y trasladarlo a la Plaza del Vapor a jugar dominó en camiseta en una Cuba cubana. Entonces entendería más y no pretendería cambiar la constitución castrista para reformar a Cuba, entendería que no es posible porque equivaldría a querer cortar un chaqué de una frazada vieja y roñosa, entendería en fin, la Cuba criolla que Castro sepultó pero que resurgirá porque la nacionalidad no se extirpa fácilmente. Dejaría en fin, de ser intelectualmente un izquierdista de salón de Nueva Inglaterra y se convertiría en un cubano. Disfrutaría un buen tabaco y un buen café en buena plática con los amigos y no estaría impresionado por aventuras guerreras en beneficio de una potencia extranjera. Podría ser. A ver, ¿quién le manda la camiseta y el dominó? Porque resulta que la máquina del tiempo se detuvo en la época del socialismo utópico. Allí la expropiaron para modificarla y hacerla funcionar colectivamente. ¿Y saben qué? La rompieron y sigue rota.
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