LA IMAGEN DE CÉSPEDES EN LA CUBA DE HOY

Por Alberto Bustamante

En el año 1963 siendo estudiante de medicina en Madrid, visité por primera vez el Alcázar de Toledo, viviendo con emoción el momento mientras nos enseñaban el teléfono que utilizó el General Moscardó al despedirse de su hijo quien entregaba su vida al enemigo, pero no entregaba la lucha por la libertad del pueblo español, representado por aquel Alcázar. Recuerdo mi orgullo pensando que en Cuba habíamos tenido un episodio similar, cuando Oscar de Céspedes, hijo del Padre de la Patria cubana, había sido hecho prisionero y utilizado por los españoles como cebo para chantajear a Céspedes. La contestación de Céspedes fue: “Oscar no es mi único hijo, soy el padre de todos los cubanos que han muerto por Cuba”. La ejecución de Oscar fue el 3 de junio de 1870.

Vemos en la Cuba de hoy, en el sufrimiento de nuestro pueblo, la imagen del Padre de la Patria cubana.

Hemos tenido que pagar con creces el precio de la libertad, pero tenemos que comprender y aceptar los designios de Dios pues ese sufrimiento será la fuente y energía en el renacimiento de la nación cubana.

La tiranía, lejos de ser la tumba del hombre libre, es su verdadera cuna.

Haciendo un recuento de la vida de Céspedes podemos apreciar su grandeza y su ejemplo. De la familia Céspedes fueron a la manigua sus hermanos, Francisco Javier y Pedro, y sus dos hijos, Carlos Manuel y Oscar.

Pedro de Céspedes murió fusilado con los cincuenta expedicionarios del Virginius en 1893.

Francisco Javier llegó a ser Mayor General, sobrevivió las dos guerras y fue el único hermano que vivió para ver la independencia de su patria.

Carlos Manuel su hijo, sobrevivió y se trasladó a los Estados Unidos desde donde siguió sirviendo a la Patria.

En el mismo año de 1870 murió de inanición en la manigua el primer hijo de su segundo matrimonio, niño de pocos meses al que habían puesto también el nombre de Oscar.

En las cartas a su mujer en el exilio después de la muerte de Oscar, sus relatos son desgarradores… En sus palabras se vive la situación presente del pueblo de Cuba. Dice así en una de sus cartas:

“El porvenir se me presenta sombrío, mi honor mancillado, mi patria pobre y esclava. Mis hijos con el sombrero de pordiosero en la mano o en los umbrales de la prostitución. No obstante, todos me lloran sus penas, ¿a quién lloraré yo las mías?”

En otra carta le dice a Ana: “Es imposible que vengas a Cuba donde no puede vivir ninguna mujer decente. La comida se reduce a frutas y raíces y alguna que otra vez, carne de jutía, de caballo, nunca de puerco”.

Abandonado, perseguido y hambriento, el 27 de febrero de 1874, muere Carlos Manuel de Céspedes por una bala española disparada por un cubano, Brígido Verdecia, que servía de voluntario para las fuerzas españolas ¡y era cubano de nacimiento! …

Con su muerte se produce la coronación del martirio para completar su grandeza. En la Guerra de 1868-1878 perece la tercera parte de la población de entonces. La Guerra de 1895 conllevó otro tanto, muriendo más de 250,000 cubanos.

Así como en el Siglo XIX, se produce hoy el holocausto de un pueblo por una tiranía, pero esta vez, emulando al Padre de la Patria cuando esperaba una expedición de Francisco Vicente Aguilera con provisiones, podemos hoy declarar: “Huyan lejos de nuestros corazones los rencores y las venganzas”.

En todos y cada uno de aquellos hombres del ‘68 y del ‘95 no predominó nunca el odio y la venganza, y ello hizo posible que se levantara la República entre cubanos y españoles.

El Padre de la Patria cubana de 1868 emancipó a los esclavos, perdió su fortuna y su familia y entregó su vida por la libertad de Cuba. El Verdugo de la Patria cubana esclavizó a su pueblo, destruyó la familia y oprime a ese pueblo en la miseria y el hambre, y ahora pretende hundir a la Isla de Cuba en un mar de sangre con tal de no ceder el poder de su tiranía.

En cada rincón dentro y fuera de Cuba vemos hoy, ante la inminencia de la hecatombe y el desastre, cómo se va imponiendo un sentimiento de unidad nacional y de salvación de la nación cubana.

Seamos firmes ahora más que nunca en nuestra determinación por una libertad sin condiciones, en una democracia sin limitaciones y en una patria libre de opresores; y a los que conspiran por prolongar la agonía de nuestro pueblo les decimos: ¡BASTA YA!


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